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miércoles, 13 de marzo de 2019

Le Crédit

Sigo bastante desconectada del blog pero, por buenos motivos. Además de trabajar muchísimo, paso una buen aparte de mi tiempo libre con mi novio quien hace unos días me sorprendió con unas entradas para ir al teatro y nada menos que en tercera fila.

Eligió una comedia española, Le Crédit, escrita por el barcelonés Jordi Galcerán. La obra se estrenó hace unos años en Madrid como El Crédito protagonizada por Luis Merlo y Carlos Hipólito y ha cosechado éxitos en España y en varios países hispanoamericanos. Desde enero y hasta finales de mayo, se presenta en su versión francesa en el Théâtre de la Gaîté-Montparnasse interpretada por dos veteranos de la escena: Daniel Russo y Didier Bénureau.

Cartel 

Ya antes de entrar, me hizo gracia la propuesta ya que los dos somos banqueros, de hecho, yo también he trabajado como consejera patrimonial como el protagonista de la obra. El pobre empleado decide no conceder el préstamo a un cliente al que no conoce de nada hasta que éste le desvela un secreto de importancia: él tiene un don para enamorar a las mujeres y, si el banco no le otorga el préstamo, seducirá a la mujer del consejero.  


El teatro no es muy grande pero es cómodo

Debo decir que es muy sorprendente y graciosa; durante la primera hora, no paré de reír y el resto del público tampoco. Los giros de guión y las sólidas interpretaciones consiguieron hacer pasar a los espectadores una noche muy divertida. Absolutamente recomendable.

Los protagonistas nos saludan

lunes, 25 de febrero de 2019

El año del Cerdo

Un año más vuelvo a mi cita con el desfile del Año Nuevo Chino. Afortunadamente, este año ha sido más vistoso y un poco más lucido que el del año pasado que, a mi juicio, marcó el punto más bajo de la decadencia de este acontecimiento.

Para empezar, vuelven a estar permitidos los petardos lo que hace más auténtico el espectáculo de los leones. El recorrido sigue siendo más corto que hace años pero, al haber más participantes, no se abren huecos entre los diferentes grupos que desfilan. Por suerte, además, dichos grupos han renovado algo sus espectáculos y animaciones de modo que no resulta repetitivo respecto a años anteriores. Parece pues que la comunidad asiática en París se ha tomado en serio lo de que el año del cerdo es el año de la prosperidad y la alegría. Por otro lado, es año de elecciones municipales por lo que quizá el Ayuntamiento y la Junta de Distrito hayan sido más generosos en sus contribuciones económicas.

Como decía, este 2019, el desfile ha sido más colorido y variopinto que los dos últimos aunque sin llegar al nivel del primero que vi en febrero del 2015. Os dejo con las imágenes.











lunes, 11 de febrero de 2019

Les Troyens: a la búsqueda de Italia

Pocas óperas son tan extrañas como ésta de Héctor Berlioz que ha programado el teatro de la Bastilla esta temporada. Los Troyanos, que el autor nunca llegó a ver representada, está dividida en dos secciones y cinco actos: de ellos, los dos primeros se desarrollan en Troya, en plena guerra contra los griegos y los siguientes en Cartago, a donde el general Eneas huye con sus hombres.

Es bastante raro que se represente ya que es muy larga y necesita un enorme plantel de primeras figuras. De hecho, en esta ocasión se ha representado con algunos cortes y el plantel elegido ha sufrido algunos cambios y cancelaciones. Nada sorprendente para una ópera tan compleja como intelectual. 


El programa

Ya que se trata de una obra de cinco horas, intentaré que mi crónica no sea tan larga como la ópera. Empezaré diciendo que la puesta en escena es una tomadura de pelo. La primera parte aún tiene un pase con un país en ruinas, azotado por la guerra y por su propio declive pero, a partir del tercer acto, se nos presenta una cutrísima residencia de combatientes que más bien parece un cruce entre residencia de ancianos no asistidos, sanatorio de personas con problemas psiquiátricos o centro de ocio de los años 50 con actividades propias de jardín de infancia, carteles de cartón y ropa de papel incluidos. Toda la escenografía es lamentable, así sin paliativos, no sólo la cutrez permanente, sino también la ridícula dirección actoral, la plana iluminación o el vestuario de baratillo. Lo peor de todo es que resulta casi imposible entrar en la historia. Por cierto, el perpretador se llama Dmitri Tcherniakov y es responsable de algunos sinsentidos que se han visto en otras casas de ópera europeas.

Cartel de la ópera

Con todo lo anterior, repito que costaba meterse en la historia, de sobras conocida por otro lado, así que me decidí a prestar atención a la orquesta que afrontaba el enorme reto de la difícil e historiada partitura. Para hacer frente a la misma, la orquesta contó con todos sus efectivos: tantos que nunca había visto tanta gente en el foso: no pude contar pero calculo que había entre 80 y 90 músicos, incluidas cuatro arpas y una quinta que sonó en el escenario. Hubo algunos pasajes maravillosos, llenos de lirismo, y las consabidas sorpresas de las óperas de Berlioz como espectaculares cambios de ritmo, frases insistentemente repetidas y solos emotivos, con mención especial al clarinetista solista que brilló especialmente en sus intervenciones. 

Escenografía de los dos primeros actos



Los troyanos salen a saludar

Por encima de la multitudinaria orquesta, sonaron las voces de las dos trágicas protagonistas: Cassandra y Dido, dos mujeres poderosas y valientes, vencidas por sus propios sentimientos. Ni que decir tiene que las dos acaban suicidándose. 

Como se trata de una ópera inspirada en la Eneida de Virgilio, el componente fatídico está muy presente y se repite a lo largo de la obra varias veces la frase "busca Italia" como un mantra que guía al héroe Eneas a salir de su arrasada tierra natal y, después, a abandonar su tierra de acogida y a su amada. La historia es muy bella, heroica y romántica pero con las escenas de geriátrico y los personajes jugando al ping pong, no llegué a sentirme conmovida.

Telón inspirado en la obra de Cy Towmbly quien también trató el tema de la toma de Troya en su obra

Y no es demérito de los artistas sobre el escenario. En la primera parte, Stéphanie d'Oustrac me sorprendió gratamente al representar una Cassandra grande, de bella y potente voz que iba más allá de la orquesta en ese teatro tan enorme. La mezzosoprano francesa tiene una voz carnosa y con personalidad y de los dos primeros actos fue la protagonista absoluta. Más aún, fue la gran triunfadora de la noche.

La estupenda Stéphanie d'Oustrac que interpretaba a Cassandra  

Más repartida está la atención del espectador en los otros tres actos pero, sin duda, la estrella es Dido. No puede ser de otra manera ya que es la reina, la gobernante que acoge a los troyanos partidos al exilio y la mujer que ve nacer el amor en su corazón después de varios años de viudedad. Aquí, el lucimiento fue para la bielorrusa Ekaterina Semenchuk, a quien ya vimos en el Trovador hace unos meses, en un papel mucho más acorde a su edad y personalidad. A pesar de los absurdos escenográficos, la mezzo se lució en los momentos más dramáticos del personaje así como en los más románticos. Se trata de una historia de amor de leyenda, mucho más que eso, una historia que ha llegado al mito. 

Una muestra de la puesta en escena de los actos dedicados a Cartago
Ekaterina Semenchuk fue la desdichada Dido

Entre los papeles masculinos, ensombrecidos por las voces femeninas, destaca el Eneas de Brandon Jovanovich. El tenor neoyorquino protagonizó este verano La Dama de Picas en el festival de Salzburgo, que fue retransmitida en streaming, donde estuvo algo gritón en el primer acto así que no esperaba mucho de él. Por suerte, me sorprendió gratamente porque, aunque no es un ejemplo de refinamiento, cantó bastante bien y su dúo con Dido estuvo fantástico. 

Eneas, a la búsqueda de Italia
El dulce y fiel Narbal

El otro tenor de la noche, el joven Cyrille Dubois, interpretó a Iopas, y fue muy aplaudido en su canción del quinto acto. Como el fiel Narbal, el barítono elegido fue Christian Van Horn, también muy correcto. En las ropas de Anna, la hermana de Dido, la mezzosoprano Aude Extrémo cumplió sobradamente con el papel. También es una mezzo, Michèle Losier, quien interpretó el poco lucido papel de Ascanio, el hijo de Eneas, por lo que la francesa parece abonada a los papeles de calzones como ya vimos aquí en el Benvenuto Cellini, otra obra de Berlioz. Me dejo en el tintero muchos otros artistas pero, al ser una ópera coral y de conjunto, no tuvieron un gran lucimiento.

El reparto sale a saludar
Los protagonistas de los tres últimos actos 
El reparto al completo

A modo de conclusión, podríamos decir que fue una noche tan compleja como la ópera que fui a ver: muy ambiciosa pero, a ratos decepcionante. Una lástima porque de verdad tenía muchas ganas de ver esta ópera. 

sábado, 29 de diciembre de 2018

Simon Boccanegra

Si comenté que con La Cenerentola me llevé una decepción en fondo y forma, el pasado 10 de diciembre la sorpresa fue agradable. La obra en sí no me llamaba mucho la atención porque es una ópera muy densa, pesada y con gran contenido político. Al igual que El Trovador, Verdi convirtió en ópera otra obra de Antonio García Gutiérrez, Simón Boccanegra, aunque el libretista Piave aligeró la compleja y enrevesada trama. La obra fue un fracaso así que más de 20 años después, como en la propia historia de esta ópera, todo cambió y fue otro libretista, Arrigo Boito, quien hiciera algunas modificaciones más que sirvieron de base a la ópera tal como la conocemos. Desbrozar la trama no sirvió de mucho ya que la historia sigue siendo farragosa y poco comprensible para muchos aficionados, entre los que me incluyo.

Cartel anunciador

Aunque no es muy representada ni conocida, es una de esas óperas que siempre están presentes en los grandes teatros del mundo. Había visto esta obra en Youtube, pero lo que vi y escuché en Bastille fue algo absolutamente nuevo. En primer lugar, la puesta en escena de Calixto Bieito era un estreno mundial. También la encarnación del barítono Ludovic Tézier en el rol titular había sido muy publicitada y, para acabar, la dirección del maestro Fabio Luisi.

Todo el reparto y el director saludan 

La puesta en escena es bastante peculiar: hay una enorme estructura negra que parece ser el bastidor de un barco que va dando vueltas por el enorme escenario aunque en algunos momentos más parece un submarino. De hecho, la oscuridad es una de las constantes de la historia, tanto del personaje como de la trama y las intrigas. Ese aire sombrío se ve reforzado por las proyecciones en blanco y negro al fondo del escenario aunque como yo estaba en una de las últimas filas, arriba del todo en el teatro, no lo vi bien. Para ser Calixto Bieito, la escenografía resultó bastante elegante sin las estridencias y obscenidades habituales en él. A lo largo de toda la ópera, una actriz deambulaba por el escenario representando el recuerdo de María, la enamorada de Simón, hija de su archienemigo Fiesco. Especialmente sentimental resultó el final con los dos enemigos acérrimos abrazados en primer término y el resto del reparto contemplando la escena.

Los solistas reciben la ovación del público

El gran triunfador de la noche fue, sin duda, el barítono Ludovic Tézier quien se hizo cargo del protagonista mostrando su gran voz, su elegancia verdiana y una buena caracterización. Tan estupendo como la última vez que lo vi en Don Carlos, parecía que toda la representación estaba pensada para él. La madurez vocal y actoral que mostró casaba muy bien con la del propio personaje, el primer dogo de Génova, antiguo corsario, mandatario y personaje con muchas aristas en lo personal y en lo político. Un bravo para el francés, calificado ya por la prensa como el mejor barítono verdiano de la actualidad.

El protagonista recibe el aplauso del público

Como gran sorpresa para mí, el bajo Mika Kares al que ya vi en un papel menor en El Trovador, estuvo soberbio como Fiesco. Es raro ver en los papeles protagonistas de una ópera un barítono y un bajo pero quizá sea por la carga política o para mostrar el odio visceral que se tienen los dos personajes durante décadas. El finés cantó de forma muy elegante y convincente en todas las partes de su actuación: el padre que pierde una hija, el enemigo que jura venganza a su rival, el cabeza de familia que perdona al dictador en favor de la felicidad de su nieta... Tiene una voz poderosa, el acento verdiano y una dicción italiana perfecta.

El antagonista

El programa de mano

Como Maria/Amelia, la soprano italiana Maria Agresta estuvo muy bien cantando de una forma muy lírica. Ha sido criticada porque no es un ejemplo de refinamiento y su voz no es la más bonita pero hay que decir que su canto estuvo más pulido que de costumbre. Su personaje es el contrapunto sentimental y romántico y el único femenino en esta obra llena de política, intrigas y odios encallecidos. Especialmente bonita es la parte del dúo con Boccanegra y es que los dúos entre barítono y soprano como el que vimos en La Traviata o éste se encuentran entre lo más bello de la producción de Verdi.

La soprano

El enamorado de la joven, Gabriele Adorno, fue cantado por Francesco Demuro, un joven tenor que me gustó mucho con una voz potente y dentro del estilo noble que se le supone al personaje. Está muy bien descubrir jóvenes tenores con buena técnica y voz apropiada a los papeles que representan.

El enamorado Gabriele

En las ropas del desdichado Paolo, el barítono Nicola Alaimo cumplió con su papel aunque llevar un cubo de metal durante toda la obra le restaba credibilidad. Pietro estuvo encarnado por Mikhail Timoshenko, también muy bien. Una de las características que me gustaría destacar de esta representación es el equilibrio y la armonía entre las diferentes voces, lo que es muy importante en esta obra coral con tantos concertantes. Mención especial merece el magnífico coro que, una vez más, estuvo en lo más alto de sus prestaciones y sonó sentimental, serio o turbador (esa llamada a la guerra daba miedo) según el momento.

Los protagonistas 

Y para mención especial, quiero destacar el increíble trabajo del maestro Luisi, genovés como los protagonistas. Ya he dicho en alguna ocasión que Verdi no es mi compositor favorito y uno de los motivos es que sus óperas me parecen, en ocasiones, excesivamente marciales y rimbombantes. Esta representación ha cambiado mi forma de oír la música verdiana. Pocas semanas antes de esta noche vi en Youtube una grabación, bastante conocida por cierto, de esta ópera y oí como es habitual unos estentóreos parabam, parabam muy militares y solemnes. Por suerte para mí, no hubo ni rastro de esas marejadas orquestales sino todo lo contrario: la ópera sonó tan lírica y tan poética que parecía otra obra completamente diferente a lo que yo había oído tiempo atrás y a muchas otras óperas de Verdi. Todo esto tiene más mérito ya que Simon es una de las óperas más heroicas y guerreras y con menos presencia de relaciones románticas. Ahora me pregunto si lo que yo he escuchado hasta ahora no era lo correcto sino unas visiones demasiado pomposas y grandilocuentes del autor de Parma. Sé que el maestro Luisi es un director a la antigua, es decir, que dirige al mismo tiempo que toca un instrumento (el clave o el primer violín) pero eso es impensable en una orquesta tan grande como las de Verdi.  Aún así, esta experiencia fue una revelación musical hasta tal punto que, al final, con la muerte de Simon, la reconciliación con Fiesco y la proclamación de Adorno como nuevo dogo, yo estaba prácticamente en éxtasis. Tanto lo disfruté que me pareció una de las muertes más bonitas de la historia. Quizá sea su labor como maestro perfumista lo que hace que Luisi logre una alquimia excepcional con los diferentes aromas que desprende una partitura. Fue de verdad una noche mágica.

Maestro perfumista y musical

El reparto y el coro

lunes, 29 de octubre de 2018

Les Huguenots

Se hace la broma recurrente de que en algunas óperas muere hasta el apuntador, una frase que viene al pelo para la última ópera que he ido a ver y que se inspira en una de las mayores tragedias de la Historia de Francia: la masacre de San Bartolomé. Se trata de una obra maestra de Meyerbeer llamada Les Huguenots y cuya trama principal es una historia de amor entre una mujer católica, Valentine, y un hombre protestante, Raoul. Como toda grand opéra français, reúne varias características que le son propias: cinco actos, incontables interludios musicales para lucimiento del coro y el ballet, escenas multitudinarias, un buen puñado de papeles protagonistas de gran dificultad  y una trama basada en hechos reales muy dramáticos. Además, el libreto lo firma Eugène Scribe, gran maestro del efectismo.

El reparto saluda

Por todas estas características, Les Huguenots es una ópera poco representada así que yo no podía dejar pasar la oportunidad ahora que la habían programado en Bastille aunque el espectáculo no ha estado exento de dificultades. En primer lugar, se cayó del reparto la soprano que interpretaba a Marguerite y fue reemplazada por otra, momento en el cual yo decidí comprar mi entrada. Unos pocos días antes del estreno, se anunció la sustitución del tenor protagonista por motivos de salud. Y, finalmente, el día de la función, un responsable del teatro anunció que la Valentine estaba souffrante pero aún así iba a cantar. Ya me temía lo peor como pasó con Il Trovatore

Cartel de la obra

Para estas funciones, se ha decidido concentrar los cinco actos en tres tandas porque, teniendo en cuenta que la ópera es muy larga, si se hacen cuatro pausas podemos alcanzar las siete horas de duración total de la velada. Por lo demás, este miércoles era la última función así que tanto la dramaturgia como la música estaban lo bastante rodadas para mostrar el espectáculo en todo su esplendor. La puesta en escena corría a cargo de Andreas Kriegenburg y su equipo, quien sitúa la escena en un futuro cercano (2063, creo) en que vuelve a haber guerras de religión. El regidor nos mostró unos escenarios minimalistas ultrablancos con una iluminación limpísima y unos juegos de movimientos tan limitados que pareciera que la dirección actoral hubiera desaparecido porque, con tanta gente sobre el escenario se corre el riesgo de marear al espectador. Me gustaría destacar el vestuario: los personajes aparecen vestidos en estilo renacentista esquemático, como si de la ropa de la época sólo nos hubiera quedado el patrón, con vivos colores en el caso de los católicos y con sobrias ropas negras en el de los protestantes. Otro detalle es que la ropa se va modernizando conforme avanza la ópera hasta que, cuando llega la matanza, las víctimas van vestidas con vaqueros y minifaldas. Imagino que todo es una parábola para mostrarnos que las persecuciones religiosas se pueden dar en cualquier época.   

Respecto a lo musical, se agotan los halagos cuando toca hablar de los magníficos coro y orquesta de la Ópera Nacional de París y, en este caso particular, hay que remarcar el trabajo de equipo y también el de los solistas que tienen un papel muy relevante: concertino, dos arpas, flauta, percusión y varias voces interpretando papeles secundarios.

Ficha técnica

La orquesta fue dirigida por Łukasz Borowicz, aunque en el resto de funciones hubo otro director, y debo decir que me encantó su versión de la obra. No es que yo sea una experta puesto que sólo he visto esta ópera entera una vez, por la tele y en alemán pero sí he escuchado fragmentos en Youtube tanto en francés como en italiano y la versión ofrecida está a un altísimo nivel. Las óperas de este periodo son muy interesantes porque están a medio camino entre el belcantismo de la época del que son herederas directas (de hecho, se oyeron varios momentos que recordaban la rimbombancia rossiniana), el estilo romántico del que son una gran fuente de inspiración, la música clásica que partía ya en retirada y la inspiración barroca cuyos excesos son tan apreciados por los franceses.

El director recibe la ovación del público

En lo relativo a los protagonistas, hubo luces y sombras. Vaya por delante que esta es una de las óperas más exigentes a nivel vocal de toda la historia suponiendo un enorme desafío para cualquier cantante, por eso se representa tan poco. La gran triunfadora de la noche fue Lisette Oropesa que interpretaba el difícil rol de Marguerite. Ya había oído a esta cantante en varios registros de Youtube pero en directo es simplemente impresionante: su preciosa voz recorrió todo el teatro, sonó matizadísima y completa. Aun siendo una soprano lírica, su registro es lo bastante amplio y atacó todos los frentes de la terrible tesitura de Marguerite: no se le resistió ni una sola de las agilidades ya fueran en forte o en piano, en notas más agudas o más graves, filados o trinos. El teatro se puso a sus pies. Como además, parece una mujer inteligente, estoy segura de que va a elegir bien sus papeles para no estropear su voz (como le ha ocurrido a la cantante que debía afrontar este papel en un principio) y podamos disfrutar de su arte durante muchos años. Y, encima, se preparó este complicado papel en sólo 3 semanas. ¡Brava!

Lisette Oropesa

La indispuesta Ermonela Jaho también estuvo fantástica en su interpretación de Valentine. No sé qué clase de mal le afectaba pero no parecía que causara ningún perjuicio a su prestación vocal. Su voz sonó muy redonda en los graves y clara en los agudos, quizá en algunos momentos el vibrato estuvo muy marcado pero nada que resultara molesto ni forzado. El papel es exigente, de hecho, fue creado para una cantante llamada Cornélie Falcon, uno de esos raros casos de voz con un registro y una personalidad tan especiales que dio origen a una nueva clase de soprano, la soprano falcon. Hay varios papeles para esta cuerda tan poco frecuente, otro es el de la Princesa de Éboli que vimos en Don Carlos. Uno de los problemas de esta rara tesitura es que los papeles los representan a veces sopranos y otras, mezzos. En este caso, la voz sonó muy cálida y densa como corresponde al papel y, si hubo alguna carencia, Jaho la suplió con sus dotes de actriz.

Ermonela Jaho saludando

Como no hay dos sin tres, la tercera gran dama del reparto, Karine Deshayes, hizo un papel en travesti, el paje Urbain, maravilloso y encantador. Su voz fue la más potente y dramática de la noche a pesar de que su papel es el más cómico. La verdad es que la califican como mezzosoprano pero ni el timbre ni la tesitura lo parecen, más bien diría que se trata de una soprano sfogato o, ésta sí, una falcon, de hecho, su repertorio es un poco ecléctico. Su voz es maravillosa y todas las notas sonaron con una claridad y una emisión fabulosas: su voz se elevaba por encima de las del multitudinario coro y en los concertantes. No conocía muy bien a esta cantante pero me ha encantado y pienso seguir su trayectoria. Me quedé con ganas de oírla más, claro, luego me di cuenta de que le habían quitado a su parte el maravilloso rondó del segundo acto.

Karine Deshayes

No se puede decir lo mismo de Yosep Kang. El coreano fue llamado en el último minuto para afrontar el papel de Raoul, para muchos el papel más difícil de la cuerda de tenor porque lo exige todo: una voz con bastante cuerpo pero capaz de grandes agilidades, graves con autoridad y agudos estratosféricos, hasta el re sobreagudo. En fin, imagino que el teatro no pudo encontrar un sustituto al tenor que estaba programado y que se cayó del cartel con tan poca anticipación pero es que Kang no está a la altura de este teatro ni de este papel: parece un cantante de conservatorio que no ha completado la formación. Sólo así se explica que lo cantara todo igual, sin pianos ni fortes, sin modulaciones, sin matices... o sea, un canto completamente plano. Y eso no es lo peor, el ascenso al agudo fue horrible, al borde del desastre en mucho casos: atacó todos sus agudos sin apoyo, muchos sonaron afalsetados y, en el dúo de sacrificio con Valentine, intentó blanquear la voz como si estuviera imitando el canto infantil y parecía sonar como un contratenor, es decir, apenas se oía en un teatro de estas dimensiones mastodónticas. Por supuesto, si no llegaba al Si, aún menos pudo afrontar los numerosos Do y algún Re que hay por ahí suelto en los momentos de mayor tensión dramática. Y no quiero hacer sangre con el tenor: la culpa es del teatro por no haber buscado más y mejor. Imagino que Michael Spyres, que canta el papel, no estaba disponible. No hace falta compararlo con otros importantes Raoul del pasado pero es que recientemente pasaron por la tele una versión en alemán de esta ópera y el tenor cantó de maravilla.

Un cartel anunciador del metro

Siguiendo con los caballeros, me sorprendió muy gratamente Florian Sempey como el Conde de Nevers. Sabiendo que Sempey es un barítono lírico y no dramático y que una buena parte de su repertorio son comedias de Rossini y Donizetti, se podría pensar que el papel le venía un poco grande pero resulta que su voz tiene una potencia y prestancia mucho mayor de lo que yo pensaba. Claro, no se puede comparar el doctor Malatesta o un Fígaro con este intrigante de Nevers. En todo caso, fantástico.

 Florian Sempey

El bajo Nicolas Testé realizó un gran papel como Marcel y eso en este teatro tan enorme y que se traga ligeramente los graves tiene mucho mérito. Su voz sonó muy matizada y muy bonita. Su aria Piff Paff estuvo genial y cantó toda su parte con mucha autoridad. El bajo-barítono Paul Gay interpretó el Conde de Saint-Bris muy bien y tiene una presencia escénica imponente.

Nicolas Testé

Todos los demás solistas de papeles comprimarios lo hicieron genial como ya he dicho antes y además los solistas del coro tienen una calidad muchas veces superior a la de algunos solistas que hay por ahí en teatros, algunos incluso famosos. Dicho esto, la noche fue una maravilla y os prometo que hago una pausa en mis crónicas de óperas para no cansaros. 

Todo el reparto saluda al público

martes, 23 de octubre de 2018

Orphée et Eurydice

Tercera ópera en una semana y aún me falta otra. Estoy embalada. Y en esta ocasión ha sido de casualidad porque me enteré tarde y compré una entrada de gallinero en el último momento. Pero valió la pena.

Fachada de la Opéra Comique

Se trata de una de las óperas más influyentes de la historia por varios motivos. Por de pronto, dio inicio a una larga lista de óperas de rescate del repertorio germano y se convirtió en la primera ópera en que la música primaba sobre la poesía y la trama se simplificaba para centrar la atención del espectador en el canto. Como tantas óperas antiguas, Orfeo ed Euridice tiene varias versiones pero las más conocidas son la original italiana para contralto castrato, la francesa en la que el protagonista es un tenor contraltino y esta tercera, con arreglos de Héctor Berlioz para rol en travesti, a mayor gloria de la estrella del momento, Pauline Viardot (née Paulina García). Esta última es la versión que ha programado la Opéra Comique, un teatro en el que todavía no había estado, y que consta de cuatro actos de corta duración. La ópera dura unos 90 minutos en total así que se representa toda seguida sin entreactos.

Cartel anunciador

La noche empezó regular ya que tenía un pilar justo delante pero, por suerte, una silla se quedó vacía y el señor que se sentaba a mi lado la ocupó. Yo también me moví y pude ver el escenario completo y parte de la orquesta. Por cierto, que las butacas son bastante más cómodas que las de Garnier donde vi Bérénice: me duelen los riñones sólo de acordarme Además, gracias a mis gemelos no me perdí detalle.

Mis vistas: por suerte me moví un asiento a la izquierda
Mis gemelos

Como nunca la había oído entera estuve muy atenta a los detalles de esta música maravillosa de la transición entre el Barroco y el Neoclásico aunque hay que reconocer, que en algunas tormentas orquestales, se nota la mano de Berlioz. Los músicos del Ensemble Pygmalion son fantásticos con mención especial para algunos solistas como la flauta y el arpa. El coro pertenece al mismo grupo y también estuvo fenomenal, cantando con intensidad pero sin estridencias. Lo que me lleva a pensar que la dirección de Raphaël Pichon estuvo muy acertada. Tendría que comparar con otras grabaciones pero la orquesta sonó rica en matices y muy emotiva por momentos.


Imágenes del vestíbulo

Resulta curioso como las grandes leyendas y mitos del pasado siguen emocionando miles de años después. De hecho, la pérdida del ser amado y la necesidad de ir a buscarlo (aunque sea en un sentido metafórico) son un elemento universal y atemporal. El escenario tiene como telón de fondo una reproducción del cuadro Orfeo conduciendo a Eurídice al Infierno de Corot y un espejo enorme que refleja los movimientos de los cantantes, a veces desde atrás y otras veces desde arriba. La puesta en escena es muy bonita y sencilla pero efectista y muy trabajada. Aunque hay algún momento un poco raro, como la aparición del Amor en un aro gigante, la aparente simplicidad nos conduce directamente a las emociones y los sentimientos vividos por Orfeo en cada instante.


Imágenes del interior

El vestuario también acompaña: Orfeo apareció con un traje azul y una peluca de pelo blanco en un estilismo que recordaba un poco a Julian Assange en su época de procesos judiciales londinenses. La Eurídice resultaba un tanto insulsa con un severo conjunto blanco de chaqueta, camisa y falda larga acompañado de otra peluca blanca pero más voluminosa. El Amor llevaba un precioso vestido de fiesta en rosa empolvado con lentejuelas que no me importaría tener en mi fondo de armario. Las plañideras, ninfas y pastores, aparecen de luto pero se quitan el abrigo y vemos que, mientras ellos llevan un traje negro, ellas lucen vestidos blancos de estilo años 20. Además del vestuario, discreto pero con personalidad, la iluminación y las coreografías encajan perfectamente con la música y se da una sensación de espectáculo perfectamente cohesionado y completo.

El reparto saluda al público

La protagonista absoluta de la noche fue Marianne Crebassa, la mezzosoprano que ya vimos en La Clemenza. En esta ocasión, también interpreta un papel en travesti aunque algo mejor interpretado, menos tímida que en otras ocasiones, más intensa a nivel teatral y vocal. Su voz también ha madurado y llenaba todo el teatro: sonó redonda y completa, llena de matices y bien proyectada, densa y, en ocasiones, hasta masculina. Sus mejores momentos fueron los más dolientes y melancólicos del primer y último actos. La dulce pero triste Eurídice de Hélène Guilmette tiene una participación pequeña pero muy bonita y bastante emotiva: la cantante lo hizo muy bien con dramatismo pero sin lloriqueos. Por su parte, Lea Desandre que interpretaba el Amor tiene una voz bonita y ágil. Brave tutte!

Los protagonistas reciben los aplausos

En definitiva, fue una noche mágica. Salí encantada del teatro y casi emocionada por la delicadeza y la tristeza de la obra y por la belleza del espectáculo.