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martes, 30 de octubre de 2018

El Globo

Este sábado tuve la inmensa suerte de que un amigo me propusiera montar en el globo aerostático que el Ayuntamiento tiene en el Parque Javel-Citroën. Suerte porque ha sido el último día de Sol de esta temporada: el domingo llegaron las nubes y se van a quedar con nosotros unas cuantas semanas. Es una forma distinta y muy divertida de poder ver París y, con la caída del Sol, es aún más bonito. Me lo pasé genial.







martes, 3 de abril de 2018

El Arte del pastel

Hasta el 8 de abril, se puede apreciar en el Petit Palais una exposición única y que muy difícilmente se volverá a repetir: El Arte del Pastel, dedicada al dibujo artístico realizado con barritas de colores. Debido a la delicadeza de las obras en pastel, realizadas en papel o cartón, no es habitual organizar exposiciones de obras de esta técnica, así que ésta es una ocasión especial. De hecho, la conservación de los pigmentos y el papel, tan sensibles a la humedad, la luz y hasta la vibración, hacen de estas obras, piezas de difícil acceso y escasa presencia en colecciones artísticas. Así pues, 130 obras han sido expuestas, por primera vez al público, de los propios fondos del museo de manera que son obras inéditas, algunas de ellas sólo conocidas por reproducciones posteriores. 

El pastel se asocia tradicionalmente al siglo XVIII como técnica complementaria a la pintura. A lo largo del siglo XIX se convierte progresivamente en un género autónomo muy apreciado por los pintores realistas y románticos y, durante el siglo XX, se desarrolla y se renueva gracias a las corrientes vanguardistas y a la puesta en valor de técnicas consideradas hasta ahora como artes menores. Además, gracias a su ligereza, pequeño tamaño y facilidad de transporte, estos dibujos han servido para la labor divulgadora del arte, como muestras de lo que los artistas eran capaces de hacer también en pintura.

Al tratrse de barras de pigmentos con algún aglutinante ya incorporado, generalmente cera o goma, no se necesita usar disolvente como en el caso de la acuarela o el óleo, de manera que era un técnica muy indicada para realizar dibujos rápidos como los retratos infantiles (ya sabemos que los niños no pueden estarse quietos) o para pintar paisajes, por lo fácil de su transporte y manipulación, hasta la invención de la pintura industrial ya lista para usar.

En conclusión, la rapidez en la ejecución, la posibilidad de corrección, la belleza y vistosidad de los colores y la fácil portabilidad de los materiales permitían llevarse las ceras a cualquier parte. Y de todo ello, se beneficiaron grandes pintores aunque sus cualidades como pastelistas y dibujantes quedaran en un segundo plano. Descubrir estas delicadas obras escondidas y poco conocidas es el motivo más importante para visitar El Arte del Pastel.

La exposición divide el recorrido en cinco bloques temáticos y cronológicos y nos muestra el pastel como una herramienta de experimentación al servicio de la modernidad y de la libertad creativa. La expo comienza con una obra de Mme. Vigée Le Brun de 1800 y llega hasta 1930 con una obra de Roussel. La mayoría de las obras presentadas se realizaron entre 1860 y 1920. 

Comienza nuestra visita con el estilo clásico representado por artistas como Vigée-Lebrun, Leloir o Bremond. El pastel es una novedad técnica alternativa a la tradicional pintura al óleo y, aunque en un primer momento, se emplea como boceto para cuadros pronto se convierte en un estilo en sí mismo. La mayor parte de las obras son retratos de la aristocracia.

Retrato de la princesa Radziwill de Mme. Vigée Le Brun
Retrato de la señorita Ehrler de Léon Riesener
        
El pastel no es ajeno a las corrientes artísticas de la época y evoluciona con ellas. La segunda sección nos lleva al Naturalismo. Vemos obras de Bouchor, Nozal, Iwill... que aprovecharon las ventajas técnicas del pastel ya que es un material ligero y que no deja desechos, no necesita preparación ni hay que esperar a que se seque por lo que les resultaba muy práctico para sus escapadas al campo. La rapidez del dibujo respecto a la pintura les permitía adaptarse a los cambios de luz y de atmósfera o captar el movimiento de las aguas. Pero también les hizo mirar hacia otros temas de la vida real por los que también se interesaban: no sólo podían pintar paisajes sino también escenas del trabajo en el campo o de la vida íntima de manera simple y espontánea. Bouveret, Breslau y otros artistas del naturalismo social representaron escenas de la vida cotidiana de las clases más humildes como parte de su denuncia de las injusticias.

Acumulación de hielo en el Sena entre Asnières y Courbevoie de Alexandre Nozal
Nocturno. El lago Leman. Recuerdo de Villeneuve de Alexandre Nozal

Pero si hubo un estilo artístico que se benefició ampliamente de las ventajas útiles del pastel, ése fue el movimiento impresionista. Aunque esta técnica es secundaria respecto a la pintura, casi todos los impresionistas la emplearon en mayor o menor medida, ya que se adaptaba perfectamente a este estilo: la rapidez de esta técnica ayuda a plasmar la sutileza de los movimientos, los matices de la luz, la riqueza del color y el paso del tiempo y las estaciones que tanto interesaron a estos artistas. Vemos aquí obras de Morisot, Renoir, Gauguin, Cassatt y Degas, en su mayoría paisajes, pero también hay un espacio para la representación humana, en un ambiente íntimo, familiar y amistoso. Dada la popularidad de este estilo, se producen grandes aglomeraciones en estas salas lo que dificulta ver las obras con detenimiento.

En el parque de Berthe Morisot

 
Estuche de lápices de pastel de Antoine Bourdelle

Bastante menos conocido es el llamado estilo mundano que se concentra en la cuarta parte de la exposición. Se trata de retratos refinados al gusto de la aristocracia y la burguesía y, a pesar de su orientación comercial original, tienen un gran interés artístico. Aquí nos encontramos con obras de gran tamaño que nos muestran la elegancia parisina y la alegría de vivir. Tissot, Blanche, Prouvé, Carrier-Belleuse, Léandre, Baschet, de La Gandara... todos ellos realizaron obras de gran sensualidad, en las que destaca la carnosidad en la representación femenina, el aspecto suave y aterciopelado de la piel y el cabello, así como la riqueza de los vestidos. Al ser un material más barato, ligero y de fácil acceso, hay mujeres pastelistas como Marlef o Guilaumot-Adan que destacaron por sus retratos también femeninos ya que las damas se sentían más cómodas posando para una mujer. Algunos de estos dibujos son realmente impresionantes ya que muestran la textura de la piel de una forma pocas veces vista.

La mujer con velo de Antonio de La Gandara

Al Sol de Émilie Guillaumot-Adan

Para finalizar, el último estilo mostrado es el simbolista. A diferencia de los estilos anteriores, más realistas, aquí destaca la importancia del colorido y la presentación de las escenas como ensoñaciones, vaporosas y con un toque desvaído pero con colores vivos y de una gran fuerza expresiva. Las obras de estos artistas (Lévy-Dhurmer, Léandre, Osbert, Ménard y Redon) buscan la expresión de sus sentimientos, sus sueños y sus anhelos. Se trata de una representación de la realidad interior con toques esotéricos, místicos y alegóricos de manera que la variedad de color y la textura cálida de las ceras viene como un guante a este estilo. Se representan ángeles, personajes mitológicos o seres humanos de aspecto enigmático, así como objetos fuera de contexto, remarcando su sensualidad, misterio y poesía. Los dorados y tonos cálidos están muy presentes en estas obras en un contrate teatral con colores llamativos y muy vivos como rojos, azules y verdes impactantes. Algunas obras son magníficas, entre ellas, las de los pintres nabi, un estilo que me encanta.
Anémonas en un jarrón azul de Odilon Redon
Retrato de Lise y Antoine Mayer de Lucien Lévy-Dhurmer
Cartel de la exposición

Dada la delicadeza de las obras, el acceso a la exposición está férreamente controlado y las salas son de pequeño tamaño ya que no conviene que haya muchas aglomeraciones de público con los consiguientes cambios de temperatura y las vibraciones que eso puede producir. A pesar de esta circunstancia práctica, la exposición es absolutamente recomendable y vale la pena puesto que son obras que pueden pasar décadas sin estar expuestas. La gran afluencia de público a pesar de tener que esperar para entrar es un buen signo del éxito de esta esposición.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Sheila Hicks: Líneas de vida

Hasta el 30 de abril se puede visitar en el Centro Pompidou, una exposición dedicada a la artista Sheila Hicks. La autora es nacida en Nebraska pero residente en París desde 1964 y aquí ha desarrollado casi toda su trayectoria profesional. Como ya he comentado en alguna ocasión, los museos de arte contemporáneo nacen con la idea de albergar todo tipo de manifestaciones artísticas, incluidas aquellas que se consideran artes menores. En este campo se albergaría la exposición de Hicks, cuya obra se desarrolla en el arte textil. Desde el principio de su carrera, los tejidos y las telas han sido su objeto de preferencia creadora. La exaltación de la materia, la manipulación de la misma y el tratamiento del color son los rasgos más característicos de su trabajo.

La Sentinelle de saffran

Banisteriopsis. Dark ink

Gran conocedora del trabajo textil de los pueblos precolombinos, Hicks crea sus obras dando especial importancia a los volúmenes y las texturas, ya sea formando estructuras clásicas como esculturas y relieves o, por el contrario, absolutamente nuevas como lianas, bolas o apilamientos, desbordando lo meramente escultórico para entrar en lo decorativo y ambiental. A diferencia de otras retrospectivas, en esta ocasión la organización de la muestra ha decidido no seguir un hilo cronológico sino temático con la intención de que el visitante se integre en el universo de la artista.

Rempart
Palitos con bolas
The Envolving Tapestry: He/She

Hay muchas obras de gran tamaño y volumen como las formadas por enormes lianas de cuerdas de lana, las acumulaciones de bolas o las figuras de madejas. También hay obras planas como tapices o bordados de tejidos sobre superficies, en vertical u horizontal, que recuerdan los retablos renacentistas.

 
 Pêcher dans la rivière

Aunque mis obras favoritas son las de tamaño más pequeño, aquéllas que ocupan toda una pared de la exposición formando un enorme mural de obras en miniatura. Esta colección de retales más o menos grandes llamada Minimes, alberga varios cientos de piezas bordadas, tejidas y tricotadas por Hicks desde 1956 de las que el Pompidou expone 121 obras enmarcadas iguales formando un enorme collage. Toda una vida de artesanía creadora donde no sólo vemos diferentes técnicas y diseños sino también materiales (lana, seda, lino, algodón, plumas...) e influencias que la artista ha recibido en sus viajes por los países de Hispanoamérica, el norte de África o India. Estas pequeñas piezas, además de la belleza y complejidad que tienen en sí mismas, han servido también de bocetos para la realización de otras obras más grandes y complejas. Todo un mundo en tres dimensiones y lleno de colores creado por la americana que se puede visitar hasta el 30 de abril.

Algunas de las obras de su serie Minim
 

martes, 16 de enero de 2018

Noches parisinas: hágase la luz

El próximo día 27 se clausura una bonita exposición que acoge el Hôtel de Ville dedicada a uno de los aspectos más universalmente conocidos de París: la vida nocturna.

El recorrido empieza con el origen de todo: el alumbrado público. Aunque el primer sistema dependiente de una administración pública y no de la buena voluntad de los vecinos fue inaugurado en París el 2 de septiembre de 1667 por el rey Luis XIV, fue en la década de los 40 del siglo XIX cuando se estableció un sistema de iluminación con farolas de gas. A partir de los 80 del mismo siglo, la electricidad hizo su aparición y las grandes avenidas de París empezaron a iluminarse con bombillas eléctricas. Los comercios y viviendas también se beneficiaron de este gran avance y los empresarios vieron en la iluminación artificial segura (no como el gas que era peligroso) un filón para sus negocios ya que podían ampliar los horarios de apertura al público: teatros, cafés, salas de baile e, incluso, las tiendas alargaron sus jornadas de trabajo.

Cartel de la exposición

La exposición nos va mostrando las diferentes farolas y bombillas como pequeña introducción y pronto pasa ya al desarrollo de los diferentes trabajos de la noche: camareros en restaurantes y cafés o músicos, cantantes y bailarines en las salas de espectáculos pero también había un lado menos lúdico como era el del transporte y la seguridad. No sólo aumentó el número de vigilantes y policías, también se incrementó el número de delitos a esas horas, por ejemplo, la prostitución o los robos en viviendas aprovechando que los dueños habían salido de la casa para divertirse. Aquí aparecen todo tipo de fotos, carteles, fichas policiales y prensa de la época para mostrar aquella realidad. Especialmente famosa fue la banda de los Apaches, una banda de delicuentes de Belleville que tuvo en jaque a la policía durante mucho tiempo. La actividad delictiva llegó a tal punto que muchos chicos de buenas familias se mezclaban con la gente de los bajos fondos por diversión. Toda aquella actividad degeneró en un montón de soflamas conservadoras y puritanas contra la inmoralidad y depravación de la noche. Como si durante el día no se pudieran cometer delitos.

A continuación, la exposición nos lleva a conocer aquellos lugares que se hicieron famosos por ser divertidos, elegantes, modernos, sofisticados, populares o elitistas. Estos lugares nos aparecen por orden cronológico y de lugar. Si empezamos con la clase de los locales del barrio de Palais Royal, continuamos con los bailes populares de Montmartre y sus famosos cabarets y continuamos con las grandes salas de fiestas como el Bal Mabille, La Coupole o los locales de la calle Wagram. Conforme avanza el tiempo, van apareciendo nuevas salas y teatros como el Olympia, el Folies Begère, el Ba-Ta-Clan y el Moulin Rouge. Muchos de estos lugares empiezan a concentrarse en la zona de Grands Boulevards que, todavía hoy, sigue siendo un gran centro de diversión y cultura nocturna.

De los valses y polkas al rock and roll pasando por el French Can-Can o el twist, la música ocupa un lugar preeminente en las noches parisinas. Los teatros, salas de conciertos y cabarets van dejando paso a las salas de bailes y, posteriormente, las discotecas. En los años 60, el barrio de Saint Germain se hizo famoso por albergar las caves, locales y sótanos en los que, además de conciertos en directo, la gente iba a beber y bailar, no sólo a escuchar. Si estos lugares ya eran considerados como centros de perdición, lenocinio y malas costumbres, mucho peor lo tenían los bares orientados al público homosexual y travesti que empezaron a surgir a principios del siglo XX. París siempre fue una ciudad muy abierta y en la que todo el mundo podía encontrar su sitio pero no fue hasta los años 80, con la despenalización de la homosexualidad, cuando estos locales vivieron un gran apogeo y se multiplicaron por diferentes barrios de la ciudad.

Esta muestra es muy interesante y nos permite tener un punto de vista más global de algo que ahora nos parece tan natural como salir por las noches. Absolutamente recomendable.

sábado, 30 de diciembre de 2017

Días perros: carta blanca a Camille Henrot

Se está poniendo de moda que los museos llamen a artistas para realizar intervenciones en ellos con absoluta libertad e, incluso, en colaboración con diferentes autores. Lo que se llama carta blanca. Ya lo vimos en la irónica exposición de Sophie Calle y ahora en el Palais de Tokyo.

Hasta el 7 de enero, el autodenominado antimuseo ha cedido sus inmensos espacios a Camille Henrot para, en colaboración con otros artistas, mostrarnos que los días son muy perros. Partiendo de una base científica, podemos caracterizar el año como una vuelta de la Tierra alrededor del Sol, el mes como una vuelta de la Luna alrededor de la Tierra y el día como una vuelta del eje de rotación de la Tierra. Pero la semana es una construcción intelectual creada a imagen y semejanza del hombre y de sus actividades. Y la exposición que nos ocupa está precisamente organizada como si de una semana se tratara con sus ritmos, costumbres y ocupaciones. Cada una de las siete secciones nos lleva a un plano diferente y a una representación de la realidad diferente.

El nombre elegido para esta intervención es Days are dogs, un juego de palabras. Si en inglés dog day significa una jornada difícil, la traducción al español resulta aún más chocante porque perro puede ser duro de sobrellevar pero también malintencionado y despreciable. Como todo lo humano, no podemos descartar la maldad y la inquina de ahí que esta exposición nos anime a preguntarnos por los argumentos de autoridad y las ficciones y conceptos en las que se basa nuestra existencia.

El recorrido comienza por el sábado con una película en 3-D consagrada a los Cristianos Adventistas del Séptimo Día. El domingo está dedicado a las labores del hogar, incluída la decoración, por lo que se utiliza el ikebana, técnica de decoración floral japonesa, como hilo conductor de esta sección.



El lunes suele ser el día en que comienza la semana laboral para la mayoría de la gente de modo que es la sección que ocupa más espacio: en ella, nos encontramos con todo tipo de seres y situaciones inesperadas, muchas de ellas vinculadas con la depresión y la angustia. El martes, día de Marte, el dios de la guerra, se representa de una forma guerrera con colchonetas de gimnasio, cuerdas de ring de boxeo y cuerdas de acero bien tirantes. Este espacio es muy divertido ya que se puede circular por él y tocar las esculturas. No es el único lugar interactivo del recorrido.






Miércoles es el día de Mercurio, el mensajero de los dioses, así que en la exposición aparecen varias formas de comunicación tratadas fuera de contexto, por ejemplo, emails escritos como si fueran cartas antiguas, manuscritas a pluma. Aparecen unas enormes reglas con formas como las que teníamos de niños y papeles por todas partes. Aunque mi sala favorita es la de los teléfonos: unos aparatos de madera que se pueden descolgar, con unos botones para escuchar unas disparatadas grabaciones. Con estos benditos teléfonos me di dos golpes en la cabeza; casi no salgo viva de la experiencia.




Si todas las secciones de la muestra son divertidas y profundas a la vez: la dedicada al jueves nos puede hacer pensar más. El día de Júpiter, el día del gran dios, el padre de los dioses, el omnipotente, está centrado en el dios de la actualidad: el dinero. Un sendero de monedas está presente a lo largo de toda esta zona: el camino del dinero es el que todo el mundo sigue... pero llega a una nueva sala oscura llena de fotografías de zapatos manchados de barro. Después de esta horrible realidad, el viernes son unas delicadas flores secas colocadas encima de recortes de diarios.



Esta intervención de Camille Henrot y sus colaboradores me ha encantado: es divertida, dinámica, irónica y nos permite participar en varias de sus secciones. La recomiendo absolutamente.

Al mismo tiempo, hay una exposición que termina en la misma fecha, llamada Les Mains sans Sommeil y son obras de una selección de artistas becados por la Fundación Hermès. En ella, también hay una gran parte de humor refinado y de arte conceptual.





sábado, 5 de agosto de 2017

La locura desatada con Neymar

Acaba de llegar y ya está todo el mundo hablando de él. Esta mañana salían a la venta las camisetas oficiales del nuevo delantero del Paris Saint Germain y había colas en la puerta de la tienda oficial de los Campos Elíseos. Una imagen vale más que mil palabras: esta foto es de esta mañana poco antes de las 10:00. Mientras yo iba a trabajar, la gente esperaba la apertura del almacén más glamuroso del equipo. Estoy bastante desconectada del mundo del fútbol y de los fichajes veraniegos pero parece que Neymar ha salido del Barça con tanta polémica como llegó, aunque aquí en París a la gente le ha dado igual.

En cualquier caso, el primer día ya se han vendido más de 10.000 camisetas del jugador brasileño. A más de 100€ la unidad, echad cuentas de lo que se han embolsado el club. Muchos aficionados debían de salir con la camiseta ya puesta de la tienda porque a mediodía la ciudad estaba llena de chavales con el 10 a la espalda. Una locura que también se reflejaba en las portadas de los periódicos y que no ha hecho más que empezar.

La cola antes de abrir la tienda

lunes, 20 de marzo de 2017

Un junquillo por el cáncer

Todos los años en el mes de marzo entre el final del invierno y el inicio de la primavera, París se llena de junquillos, estas largas y elegantes flores amarillas. La razón es la lucha contra el cáncer y se toma la figura de la insigne científica Marie Curie, fallecida de cáncer a causa de la radiación que produjeron sus investigaciones, como motivo para la recaudación de fondos en la lucha contra esta enfermedad. Además de la campaña de venta de flores, hay todo tipo de actividades deportivas y culturales. No es la única ocasión en que los franceses eligen flores amarillas, por lo visto, tienen debilidad por este color. Si deseáis más información sobre esta campaña, o bien realizar una donación, os dejo este enlace. ¡Feliz primavera!

Los junquillos

martes, 14 de marzo de 2017

Las bodas de Fígaro

Después de mucho intentarlo, por fin, he leído una de las obras más conocida e influyentes del teatro francés: Las bodas de Fígaro de Pierre Caron de Beaumarchais. Segundo episodio de la trilogía de Fígaro, no es necesario haber leído el primero, El barbero de Sevilla, para entenderla aunque algunos de los personajes son los mismos. La acción se sitúa tres años después de la primera obra cuando Fígaro, antiguo barbero, es ahora el ayudante de cámara del conde de Almaviva y está a punto de casarse con Suzanne, la camarera de la condesa. El conde desea recuperar el antiguo derecho de pernada para acostarse con Suzanne, la prometida de Fígaro, a la que intenta seducir en vano. Al mismo tiempo, Marceline, la gobernanta del palacio y antigua niñera de la condesa, persigue a Fígaro para casarse con él puesto que le ha prestado dinero después de una promesa de matrimonio. Marceline, cuenta con la ayuda de Bartholo, médico y abogado, antiguo preceptor de la condesa, y de Bazile, sacerdote profesor de música y alcahuete. Mientras tanto, el paje del conde Chérubin, está medio enamorado de la condesa que es su madrina pero también de Fanchette, una de las doncellas, prima de Suzanne e hija de Antonio, el jardinero borrachín del palacio. Se producen a lo largo de la obra un montón de situciones de enredo, malentendidos, descubrimientos sensacionales, tramas de ocultación y de disfraces... El estilo es fácil de seguir y de leer, el vocabulario no es demasiado complejo y la trama no resulta pesada aún siendo una sucesión de embrollos y confusiones.

La edición de la obra

La obra fue un gran éxito a pesar de que constituye todo un alegato contra la nobleza y sus privilegios. Fue escrita en 1778 pero no fue representada hasta 1784. Sólo dos años después, se estrenó en Viena la ópera homónima de Wolfgang Amadeus Mozart con libreto, elaborado varias veces para poder pasar la censura, de Lorenzo Da Ponte. En efecto, las denuncias de los arcaicos privilegios de la nobleza, la injusticia social y la desigualdad no eran fáciles de eliminar ya que están presentes a lo largo de toda la obra y son los elementos que desencadenan la trama. La descomposición del Antiguo Régimen ya estaba en marcha y poco después estallaría la Revolución Francesa. El rey Luis XVI la calificó de "execrable, que se burla de todo lo respetable" e hizo un profético comentario: "la representación no podría ser más que una inconsecuencia molesta salvo si la Bastilla fuera destruida". En el Imperio Austro-Húngaro, cuyo monarca era José II, hermano de la reina francesa María Antonieta, la obra también estaba prohibida aunque más en lo relativo al contenido inmoral y licencioso que en el político. Para más escándalo, las protagonistas de la obra, sobre todo Marceline, enarbolan su propia lucha contra la opresión sufrida por las mujeres en una especie de preludio de la causa feminista: "tratadas como menores por nuestros bienes, castigadas como adultas por nuestras faltas" exclama la gobernanta en un pasaje de la obra.

Estatua de Caron de Beaumarchais, muy cerca de la Bastilla

El momento álgido es el monólogo de Figaro en en el acto V en que lamenta su suerte de haber nacido plebeyo. Define al conde como una persona inmoral y muy mediocre en cuanto a sus capacidades pero con una vida llena de privilegios por ser un noble y lo opone a sí mismo, inteligente y muy despierto, que lleva toda su vida trabajando para salir adelante. Por desgracia, estas injusticias siguen existiendo en la vida real. Aparte del contenido político, la moralidad de los personajes brilla por su ausencia: la mayoría no piensan más que en irse a la cama con los otros. Yo me pregunto qué pensarían los espectadores, en las primeras representaciones, al ver a un grupo de españoles chalados diciendo estas cosas tan revolucionarias, feministas y viciosas.

Hotel Caron de Beaumarchais muy cerca del palacete donde vivió el escritor

Decidí leer esta obra porque Las bodas de Fígaro es mi ópera favorita y quería leer el original en el que se basa. Hay que reconocer el talento de Da Ponte para trasladar la obra de teatro francesa en prosa al libreto italiano en verso y, además, eliminando aquellos elementos sociales e inmorales para no incomodar al Emperador y para salvar la censura, por ejemplo, Don Basilio en la ópera ya no es un sacerdote y del pasado amoroso de Marceline apenas se habla. La ópera difiere ligeramente en la estructura de la obra pero mantiene el argumento casi sin modificaciones. En cambio, hace especial hincapié en el tema de la guerra de sexos y tiene una comicidad picaresca especial y diferente a la que Beaumarchais dio a su obra. En todo caso, el libreto no es más que la excusa para que Mozart compusiera su magnífica música para una obra que fue revolucionaria tanto en la dramaturgia como en sus números musicales.

Placa del hotel



domingo, 12 de marzo de 2017

Le Compas. Un brunch que marca el ritmo

Dice una humorista francesa que una sabe que se hace mayor cuando queda más para comer el brunch que para salir por la noche. Pues bien, éste es mi caso. Hace un par de semanas tomé le brunch en un auténtico bistrot parisino de la calle Montorgueil, llamado Le Compas, que está decorado con un estética industrial muy chula. Me encanta ese estilo años 30 en tonos blancos, negros y maderas oscuras. Además, los camareros son muy simpáticos y la cocina muy rápida. Estaba lleno de gente así que no quise hacer fotos para no molestar a los otros comensales. Podéis ver un vídeo aquí.

El brunch dominical es muy completo: comenzamos con un café o té o chocolate todos biológicos, un zumo que podía ser de naranja o de zanahoria y manzana con unas tostadas de pan Égalité con mantequilla buenísima y confitura. Me llamó la atención este pan Égalité y luego supe que lo compran en la panadería de enfrente, Tartin'Art, y que se llama así porque tiene la misma proporción de harina de trigo, harina de cebada y harina de castaña. Estaba todo buenísimo: el pan es pan de verdad y la mantequilla y la mermelada también.

Después llega la parte salada y un toque dulce: huevos revueltos con cilantro a elegir con o sin bacon, ensalada César riquísima con el pollo empanado, tartar de salmón (quizá lo más flojo, la lima que lo acompañaba tenía un gusto ligeramente amargo), hash brown que es una torta de patata muy rica, queso Brie de Meaux maduro, una tortita con sirope de arce, macedonia de fruta fresca, entre ellas, mango, kiwi, papaya, maracuyá, fresa... Todo delicioso. Estoy deseando volver y repetir.


Las imágenes

jueves, 9 de marzo de 2017

Eterno retorno

El final del invierno está resultando muy interesante. No duermo nada porque vivo un poco lejos de mi trabajo así que, durante el trayecto, leo libros que voy sacando de la biblioteca: a pesar de la pésima impresión que me dejó el último libro de Jean Teulé, le he dado otra oportunidad por consejo de una amiga que me recomendó éste que acabo de leer: Mangez-le si vous voulez, la historia de Alain de Monéys, un joven que se había enrolado en el Ejército para defender a su país en la guerra franco-prusiana y que, por una confusión, acaba linchado, torturado, quemado vivo y comido por una multitud fuera de sí. El libro se deja leer pero tampoco me ha encantado y, además, no aprovecha la situación de histeria colectiva que se vivía en Francia durante aquella guerra para profundizar en los motivos de por qué Francia perdía batalla tras batalla ni cómo la población se iba desmoralizando conforme eran conscientes de la situación. Al igual que en Héloïse, ouille!, la obra se queda en una sucesión de anécdotas, descripciones morbosas y un hecho aislado contado de forma superficial y sin referencias al contexto histórico. No está mal pero podría haber sido mucho mejor: al igual que la otra vez, tengo la sensación de no haber leído una obra literaria sino un cotilleo.

El libro en cuestión

A veces, tengo la sensación de que algunos elementos vuelven a mi mente y llaman mi atención como la primera vez. Esta historia de la guerra franco-prusiana que acabó con el Segundo Imperio francés, la Comuna y el proceso de autodestrucción que la siguió aparece en todas partes. Es un tema cuyas repercusiones todavía se viven hoy en día y que está plasmado en muchos rincones de París. Aquella guerra, en la que los prusianos acabaron desfilando por París, secuestrando al emperador Napoleón III e instalándose en Versalles, produjo un sentimiento de impotencia y rechazo a Alemania que fue el germen de la Primera Guerra Mundial y ésta, a su vez, de la Segunda. De hecho, ya hablé aquí ligeramente de la historia de la Comuna y del motivo por el que se construyó el Sacré-Coeur. Un amigo francés que vive a caballo entre Francia y España me lo definió como el Valle de los Caídos francés. Y, cada cierto tiempo, aparecen informaciones en la prensa de iniciativas para demolir el Sacré-Coeur. A pesar de su gran interés turístico, la historia que hay detrás es escandalosa: es un monumento al régimen que sofocó una iniciativa popular y que acabó con la vida de 50.000 personas inocentes cuyo único crímen fue oponerse a los asfixiantes impuestos para pagar la liberación de París. Es una historia tan compleja que creo que le debo un artículo en profundidad.

Y en ese trayecto tan largo hasta mi trabajo, me he llevado una agradable sorpresa cuando he visto en el metro los carteles de la película Paula que cuenta la vida de Paula Modersohn-Becker, admirable pintora cuya exposición visité hace unos meses. Una vida interesante pero demasiado breve. Si consigo encontrar un rato libre, me gustaría verla.

Cartel de la película

Recordemos que esta exposición se celebró en el Museo de Arte Moderno, lugar que ha vuelto a la actualidad y no por su actividad. Ya os hablé en esta entrada de que este Museo fue objeto de un robo en el que un hombre enmascarado se llevó cinco importantísimas obras de grandes maestros.  Las alarmas no sonaron y el ladrón pudo completar el robo con toda tranquilidad, tanta, que se tomó el tiempo de sacar los lienzos de los marcos para transportar las piezas más cómodamente. Pues bien, después de casi siete años de pesquisas policiales infructuosas, el ladrón confesó su crimen. Vjeran Tomic, llamado Spiderman por su habilidad para escalar paredes, ha contado toda la historia del robo no sólo al tribunal sino también a la prensa. En esta entrevista emitida por la cadena de televisión France 2, Tomic cuenta cómo procedió aquella noche. Primero, levantó los cristales de una ventana ya que estaban colocados a la antigua, es decir, los cristales encajados en un hueco del marco y sujetos con tornillos y no sellados a éste como ahora; a continuación, abrió una verja con unos alicates y entró. Como no sonaron las alarmas, que llevaban dos meses fuera de servicio, se llevó los cinco lienzos.

Aspecto de las ventanas del Museo

Después del robo, el director del Museo declaró que los ladrones eran idiotas porque esas obras son invendibles. En fin, tampoco hace falta ser un lince para darse cuenta de que si se habían robado es porque ya estaban vendidas de antemano. En efecto, Tomic ha declarado que su objetivo era llevarse el cuadro Naturaleza muerta con candelabro de Léger para un comprador saudí anónimo pero, una vez dentro, se apropió de cuatro más y, en concreto, de La Pastoral de Matisse, obra de la que se enamoró en cuanto la vio. Recibió el encargo a través del anticuario Jean-Michel Corvez y contó con la ayuda de Yonathan Birn, relojero, quien se ocupó de la receptación y fue la persona que sugirió el robo de Mujer con abanico de Modigliani, otro de los cuadros robados. De propina, cayeron también La paloma con guisantes de Picasso y El olivo cerca de l'Estaque de Braque. Por mucho juicio y condena que haya habido, lo más importante es que las obras son irrecuperables: nadie sabe dónde están, ni siquiera, los propios ladrones. Además de un robo al patrimonio de la ciudad de París, propietaria de las obras, es también un hurto a los amantes del Arte contemporáneo que ya no podremos disfrutar de la contemplación de estas pinturas.