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martes, 16 de enero de 2018

Noches parisinas: hágase la luz

El próximo día 27 se clausura una bonita exposición que acoge el Hôtel de Ville dedicada a uno de los aspectos más universalmente conocidos de París: la vida nocturna.

El recorrido empieza con el origen de todo: el alumbrado público. Aunque el primer sistema dependiente de una administración pública y no de la buena voluntad de los vecinos fue inaugurado en París el 2 de septiembre de 1667 por el rey Luis XIV, fue en la década de los 40 del siglo XIX cuando se estableció un sistema de iluminación con farolas de gas. A partir de los 80 del mismo siglo, la electricidad hizo su aparición y las grandes avenidas de París empezaron a iluminarse con bombillas eléctricas. Los comercios y viviendas también se beneficiaron de este gran avance y los empresarios vieron en la iluminación artificial segura (no como el gas que era peligroso) un filón para sus negocios ya que podían ampliar los horarios de apertura al público: teatros, cafés, salas de baile e, incluso, las tiendas alargaron sus jornadas de trabajo.

Cartel de la exposición

La exposición nos va mostrando las diferentes farolas y bombillas como pequeña introducción y pronto pasa ya al desarrollo de los diferentes trabajos de la noche: camareros en restaurantes y cafés o músicos, cantantes y bailarines en las salas de espectáculos pero también había un lado menos lúdico como era el del transporte y la seguridad. No sólo aumentó el número de vigilantes y policías, también se incrementó el número de delitos a esas horas, por ejemplo, la prostitución o los robos en viviendas aprovechando que los dueños habían salido de la casa para divertirse. Aquí aparecen todo tipo de fotos, carteles, fichas policiales y prensa de la época para mostrar aquella realidad. Especialmente famosa fue la banda de los Apaches, una banda de delicuentes de Belleville que tuvo en jaque a la policía durante mucho tiempo. La actividad delictiva llegó a tal punto que muchos chicos de buenas familias se mezclaban con la gente de los bajos fondos por diversión. Toda aquella actividad degeneró en un montón de soflamas conservadoras y puritanas contra la inmoralidad y depravación de la noche. Como si durante el día no se pudieran cometer delitos.

A continuación, la exposición nos lleva a conocer aquellos lugares que se hicieron famosos por ser divertidos, elegantes, modernos, sofisticados, populares o elitistas. Estos lugares nos aparecen por orden cronológico y de lugar. Si empezamos con la clase de los locales del barrio de Palais Royal, continuamos con los bailes populares de Montmartre y sus famosos cabarets y continuamos con las grandes salas de fiestas como el Bal Mabille, La Coupole o los locales de la calle Wagram. Conforme avanza el tiempo, van apareciendo nuevas salas y teatros como el Olympia, el Folies Begère, el Ba-Ta-Clan y el Moulin Rouge. Muchos de estos lugares empiezan a concentrarse en la zona de Grands Boulevards que, todavía hoy, sigue siendo un gran centro de diversión y cultura nocturna.

De los valses y polkas al rock and roll pasando por el French Can-Can o el twist, la música ocupa un lugar preeminente en las noches parisinas. Los teatros, salas de conciertos y cabarets van dejando paso a las salas de bailes y, posteriormente, las discotecas. En los años 60, el barrio de Saint Germain se hizo famoso por albergar las caves, locales y sótanos en los que, además de conciertos en directo, la gente iba a beber y bailar, no sólo a escuchar. Si estos lugares ya eran considerados como centros de perdición, lenocinio y malas costumbres, mucho peor lo tenían los bares orientados al público homosexual y travesti que empezaron a surgir a principios del siglo XX. París siempre fue una ciudad muy abierta y en la que todo el mundo podía encontrar su sitio pero no fue hasta los años 80, con la despenalización de la homosexualidad, cuando estos locales vivieron un gran apogeo y se multiplicaron por diferentes barrios de la ciudad.

Esta muestra es muy interesante y nos permite tener un punto de vista más global de algo que ahora nos parece tan natural como salir por las noches. Absolutamente recomendable.

lunes, 11 de diciembre de 2017

Anders Zorn, impresionismo nórdico

Está a punto de acabar una de las exposiciones más bonitas de los últimos meses: la dedicada por el Petit Palais al importante pintor sueco Anders Zorn. Tiene una gran importancia ya que no se celebraba en París una exposición de este artista desde 1906. Contemporáneo y rival de otros grandes como Sorolla, Sargent, Boldini o Besnard, dedicó sus esfuerzos a tres expresiones artísticas habitualmente enlazadas: la pintura, la acuarela y el grabado. Su dura infancia en una familia pobre abandonada por el padre le llevó a comenzar a dibujar y a pintar acuarelas. Muy pronto empezó a viajar por diferentes países del sur de Europa como España o Italia para pasar de allí a Londres y París y, más adelante, visitar el norte de África y Turquía.

Si, en un primer momento, Zorn dibujaba y pintaba paisajes y escenas de la vida cotidiana, es en París donde empieza a desarrollar su arte en el retrato que continuará cultivando durante años y que le hará muy famoso. Siendo ya un artista consagrado, viajó a los Estados Unidos donde se convirtió en retratista de las élites económicas del país. Tras su estancia en América, regresó a su Suecia natal y retomó su actividad paisajista y costumbrista.

La muestra del Petit Palais hace un recorrido cronológico y temático por la obra del pintor. En primer lugar podemos admirar sus inicios en Suecia, España, Inglaterra y el norte de Francia y sus trabajos como acuarelista en sus viajes. Son obras que nos muestran escenas de la naturaleza y, especialmente, del agua como marismas, puertos o arroyos. Hay que remarcar que sus acuarelas son de gran tamaño.

 Colina boscosa
 Mercado de pescados Saint Ives

A continuación, pasamos a una de las etapas más productivas e importantes de su vida: la década parisina. Como decimos, su estancia en París fue un revulsivo en su pintura ya que empezó su actividad como retratista, y no es para menos, ya que en París se codeó con importantes personalidades del mundo del arte y el espectáculo. De esta manera, inmortalizó a cantantes, bailarinas, escritores y, más adelante, empresarios burgueses y sus familias que pasaron por su taller de Montmartre o a los que pintaba en sus domicilios. Tanto en unos retratos como en otros, destaca su estilo elegante y sofisticado, pero no excesivamente formal, permitiendo mostrar una imagen relajada pero digna de sus modelos.
 
 Emma en el taller de París. Se trata de su esposa en el taller que el artista poseía en el Boulevard de Clichy.
Rosita Mauri. La joven, de origen catalán, fue durante años la primera bailarina de la Ópera de París y, luego, profesora de su academia.
 Retrato del señor Mauri. Se trata del padre de la anterior. Como detalle, el humo del cigarrillo que esconde en la mano conforma la firma.
 Veronica Heiss. Entre el pesado abrigo de pieles, el tocado y el biombo, destaca la sonrisa pícara de la protagonista

Fue tanta la fama adquirida por sus retratos, que pronto recibió encargos para pintar a diferentes personajes de otros países como Alemania, su Suecia natal y, finalmente, los Estados Unidos. La muestra nos da un paseo por estas obras en las que destacan especialmente los retratos femeninos. Mientras en los caballeros prima la actitud seria y solemne debida a sus importantes cargos (políticos, empresarios, banqueros...), entre las damas encontramos mucha más personalidad y humanidad, quizá porque podían mostrarse a sí mismas y no como representantes de un cargo, dando una imagen de poder y profesionalidad.

 Amalia Hagdahl Wallemberg. Esta elegante señora era la esposa de un banquero sueco.
 Elizabeth Sherman Cameron. Zorn pintó este magnífico retrato en tan sólo 11 días en el apartamento que esta señora tenía en la Av. Foch)

También hay un espacio dedicado al trabajo de Zorn como grabador, sin duda, inspirado por las obras de Rembrandt y una importante colección de estampas que pertenecen por donación de su propietario a la Biblioteca Nacional de Francia.

 Exposición de grabados

Tras unos años de trabajo en América, el consagrado Zorn decidió volver a Suecia donde retornó a las escenas costumbristas y de la vida campestre y los retratos de la gente sencilla. Especial relevancia tienen en este apartado, las escenas de bañistas, sobre todo mujeres, y los desnudos en plena naturaleza. Vemos aquí otra vez la presencia del agua y de la naturaleza con las que empezó su carrera como artista pero acompañada de retratos de los paisanos. En estas obras de madurez, la luz cobra un protagonismo importante ya que no sólo crea el ambiente en el que se desenvuelven los personajes sino que se refleja en la piel, las ropas y los rostros dotando de vida estas pinturas.

Medianoche. La luz de la noche veraniega polar, que es diurna, se refleja en los árboles, en el agua y en la lozana piel de la remera. ¿Hacia dónde mirar?

lunes, 26 de junio de 2017

Dalida: el vestuario de una gran artista

En Francia dicen que los únicos lugares que están frescos cuando hace un calor insoportable son los museos y las iglesias y, lo primero, no siempre es cierto. Pasar una ola de calor en un lugar tan contaminado y en el que las aceras están asfaltadas como París es una verdadera tortura del que ya he hablado en alguna ocasión. Es como estar dentro de un horno o en una parrilla en la que los pies se quedan pegados al caminar. A esto hay que sumar el hecho de que en los transportes públicos la climatización no está encendida y, si lo está, no importa porque la gente abre las ventanas.

Huyendo de una oleada de viento cálido que parecía provenir de una estufa, entré en el Palais Galliera, museo dedicado a la moda, para ver la exposición dedicada al vestuario de la cantante y actriz Dalida que se puede visitar hasta el 13 de agosto. Vecina de Montmartre, Dalida fue una mujer que lo tuvo todo, salvo la felicidad: éxito, belleza, talento, dinero, amor, amigos, colaboradores importantes, proyectos profesionales de primera línea, un hijo... pero el 3 de mayo de 1987 decidió quitarse la vida. Fue la primera persona que recibió un disco de diamante por las ventas de sus discos, más de 125 millones en total. Pero no sólo fue una cantante de  éxito, también triunfó como actriz en el cine y la televisión y como modelo.

En la exposición se repasa el vestuario que la diva usaba en sus espectáculos y sus actos de promoción pero también para su vida cotidiana. Hay que remarcar que además de la elegancia y la clase personal, Dalida tenía una figura excepcional (de joven fue elegida fue Miss Egipto) lo que la convirtió en un icono de belleza y moda de la época. Aquí podemos ver los preciosos vestidos de fiesta, la elegante ropa de día para encuentros con periodistas y presentaciones de sus trabajos y, por supuesto, el impactante vestuario de sus actuaciones. Os dejo con algunas fotografías.









jueves, 9 de marzo de 2017

Eterno retorno

El final del invierno está resultando muy interesante. No duermo nada porque vivo un poco lejos de mi trabajo así que, durante el trayecto, leo libros que voy sacando de la biblioteca: a pesar de la pésima impresión que me dejó el último libro de Jean Teulé, le he dado otra oportunidad por consejo de una amiga que me recomendó éste que acabo de leer: Mangez-le si vous voulez, la historia de Alain de Monéys, un joven que se había enrolado en el Ejército para defender a su país en la guerra franco-prusiana y que, por una confusión, acaba linchado, torturado, quemado vivo y comido por una multitud fuera de sí. El libro se deja leer pero tampoco me ha encantado y, además, no aprovecha la situación de histeria colectiva que se vivía en Francia durante aquella guerra para profundizar en los motivos de por qué Francia perdía batalla tras batalla ni cómo la población se iba desmoralizando conforme eran conscientes de la situación. Al igual que en Héloïse, ouille!, la obra se queda en una sucesión de anécdotas, descripciones morbosas y un hecho aislado contado de forma superficial y sin referencias al contexto histórico. No está mal pero podría haber sido mucho mejor: al igual que la otra vez, tengo la sensación de no haber leído una obra literaria sino un cotilleo.

El libro en cuestión

A veces, tengo la sensación de que algunos elementos vuelven a mi mente y llaman mi atención como la primera vez. Esta historia de la guerra franco-prusiana que acabó con el Segundo Imperio francés, la Comuna y el proceso de autodestrucción que la siguió aparece en todas partes. Es un tema cuyas repercusiones todavía se viven hoy en día y que está plasmado en muchos rincones de París. Aquella guerra, en la que los prusianos acabaron desfilando por París, secuestrando al emperador Napoleón III e instalándose en Versalles, produjo un sentimiento de impotencia y rechazo a Alemania que fue el germen de la Primera Guerra Mundial y ésta, a su vez, de la Segunda. De hecho, ya hablé aquí ligeramente de la historia de la Comuna y del motivo por el que se construyó el Sacré-Coeur. Un amigo francés que vive a caballo entre Francia y España me lo definió como el Valle de los Caídos francés. Y, cada cierto tiempo, aparecen informaciones en la prensa de iniciativas para demolir el Sacré-Coeur. A pesar de su gran interés turístico, la historia que hay detrás es escandalosa: es un monumento al régimen que sofocó una iniciativa popular y que acabó con la vida de 50.000 personas inocentes cuyo único crímen fue oponerse a los asfixiantes impuestos para pagar la liberación de París. Es una historia tan compleja que creo que le debo un artículo en profundidad.

Y en ese trayecto tan largo hasta mi trabajo, me he llevado una agradable sorpresa cuando he visto en el metro los carteles de la película Paula que cuenta la vida de Paula Modersohn-Becker, admirable pintora cuya exposición visité hace unos meses. Una vida interesante pero demasiado breve. Si consigo encontrar un rato libre, me gustaría verla.

Cartel de la película

Recordemos que esta exposición se celebró en el Museo de Arte Moderno, lugar que ha vuelto a la actualidad y no por su actividad. Ya os hablé en esta entrada de que este Museo fue objeto de un robo en el que un hombre enmascarado se llevó cinco importantísimas obras de grandes maestros.  Las alarmas no sonaron y el ladrón pudo completar el robo con toda tranquilidad, tanta, que se tomó el tiempo de sacar los lienzos de los marcos para transportar las piezas más cómodamente. Pues bien, después de casi siete años de pesquisas policiales infructuosas, el ladrón confesó su crimen. Vjeran Tomic, llamado Spiderman por su habilidad para escalar paredes, ha contado toda la historia del robo no sólo al tribunal sino también a la prensa. En esta entrevista emitida por la cadena de televisión France 2, Tomic cuenta cómo procedió aquella noche. Primero, levantó los cristales de una ventana ya que estaban colocados a la antigua, es decir, los cristales encajados en un hueco del marco y sujetos con tornillos y no sellados a éste como ahora; a continuación, abrió una verja con unos alicates y entró. Como no sonaron las alarmas, que llevaban dos meses fuera de servicio, se llevó los cinco lienzos.

Aspecto de las ventanas del Museo

Después del robo, el director del Museo declaró que los ladrones eran idiotas porque esas obras son invendibles. En fin, tampoco hace falta ser un lince para darse cuenta de que si se habían robado es porque ya estaban vendidas de antemano. En efecto, Tomic ha declarado que su objetivo era llevarse el cuadro Naturaleza muerta con candelabro de Léger para un comprador saudí anónimo pero, una vez dentro, se apropió de cuatro más y, en concreto, de La Pastoral de Matisse, obra de la que se enamoró en cuanto la vio. Recibió el encargo a través del anticuario Jean-Michel Corvez y contó con la ayuda de Yonathan Birn, relojero, quien se ocupó de la receptación y fue la persona que sugirió el robo de Mujer con abanico de Modigliani, otro de los cuadros robados. De propina, cayeron también La paloma con guisantes de Picasso y El olivo cerca de l'Estaque de Braque. Por mucho juicio y condena que haya habido, lo más importante es que las obras son irrecuperables: nadie sabe dónde están, ni siquiera, los propios ladrones. Además de un robo al patrimonio de la ciudad de París, propietaria de las obras, es también un hurto a los amantes del Arte contemporáneo que ya no podremos disfrutar de la contemplación de estas pinturas.

viernes, 24 de febrero de 2017

Bernard Buffet II: íntimo

Ya hablamos aquí de la exposición que el Museo de Arte Moderno le ha dedicado a Bernard Buffet y hoy toca la exposición del Museo Montmartre sobre el mismo artista. Aunque mucho menos ambiciosa, la exposición resulta más coherente. El motivo de la misma es rendir homenaje a un artista montmartrense, nacido en la plaza Pigalle y vecino de la misma rue Cortot donde tantos importantes artistas han vivido. El éxito de la muestra ha hecho que la misma se prolongue hasta el 12 de marzo. Debo felicitar al Museo porque, a pesar de sus limitaciones de espacio, ha realizado una exposición muy completa y bien definida en la que tienen especial importancia los payasos, los retratos de su esposa Annabel, las flores, los paisajes de París, las naturalezas muertas y alguna obra religiosa. 

Autorretrato pintando

La exposición ha contado con la ayuda y consejos de Nicolas Buffet, hijo del pintor, y ha recibido obras provenientes de diferentes museos franceses y extranjeros así como de colecciones particulares, algunas de ellas expuestas por primera vez al público. También se exponen documentos, fotografías y enseres familiares como la famosa tetera azul reproducida en algunos de sus cuadros.

Al tratarse de una exposición más modesta y personal que la del Museo de Arte Moderno, no sigue ninguna pauta cronológica sino temática. Empieza el recorrido con varios cuadros del ciclo dedicado al circo, concretamente, a los payasos. A continuación, está la parte más intimista y personal con los retratos de Annabel y los croquis de sus escenografías para obras de teatro e ilustraciones de libros.

 
Payaso blanco

Paleta decorada por Buffet como regalo a su esposa
Annabel con vestido de fiesta

Una vez finalizada esta sección, abandonamos la figura humana para pasar a imágenes de insectos, vistas de París, paisajes, bodegones y naturalezas muertas. Buffet mantuvo siempre un estilo propio y muy característico tanto en la representación de las personas como de los objetos. Al no haber en esta muestra obras de su primera etapa que fueron más tristes y homogéneas en cuanto a color, lo que podemos ver es una combinación de escenas coloridas y vibrantes pero siempre dentro de un orden racional y melancólico. Sus paisajes duros y un poco tétricos son muy interesantes y uno de los puntos fuertes de la exposición. También me han gustado especialmente sus jarrones de flores, algunas muy poco corrientes como las alcachofas, tan alejadas de los ramos que vimos en la exposición de Fantin-Latour.
La Casita Rosa de Montmartre de la que hablamos aquí

El Estanque

 
 La última ola
Ramo de alcachofas

Naturaleza muerta con tetera azul y, a su lado, la tetera auténtica

Como se ve, hay una enorme variedad de temas pero siempre dentro del estilo serio y rectilíneo del artista. En todo caso, el Museo Montmartre ha acertado en la línea argumental de la exposición y en la elección de las piezas. Hay mayor coherencia y el contenido fluye mejor que en la ambiciosa retrospectiva del MAM. Aquí vemos un Buffet más humano, cercano e íntimo.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Gilbert Peyre: el electromecanomaníaco

Si ya me ha costado escribir el título de la exposición, mucho más me va a costar describirla. Es una de las exposiciones más locas que he visto. Y tengo a mis espaldas una larga lista de exposiciones extravagantes.

Gilbert Peyre es un artista del reciclaje: recupera todo tipo de objetos y con mucha paciencia y su imaginación, los convierte en esculturas-máquinas. Cualquier cosa puede pasar a formar parte de este mundo eléctrico y mecánico: muebles viejos, ropa vieja, platos, muñecas, latas vacías, prendas de vestir... con una instalación eléctrica adecuada y buena organización.

Conforme avanza la visita, los empleados del museo van conectando las máquinas para que veamos su funcionamiento y apreciemos la complejidad de las obras. La mayor parte de ellas además tienen música. Todas y cada una de las piezas expuestas son complejísimas y la mayoría, muy divertidas. Desde muñecas-lámparas reconvertidas en meninas danzantes, latas de sardinas que unidas en red reproducen el sonido de los bancos de peces, prendas de ropa que bailan twist, armarios que abren y cierran sus puertas, acordeones que suenan insuflados de aire, tocadiscos flamencos o giocondas en tres dimensiones que abren los ojos y la boca al paso de los visitantes. Las caras de estos lo decían todo: sonrisa permanente y ojos abiertos como platos. Si buscáis algo divertido, ésta es la vuestra.

Cartel de la exposición
La Menina que baila
El artista encontró este lienzo en la basura
Esta obra se llama El arte bajo todas sus formas

Meganstalación compuesta por tres obras
Esta instalación se llama Tengo frío

sábado, 17 de septiembre de 2016

Artistas en Montmartre

Siempre es un placer volver a Montmartre, sus rincones pintorescos llenos de historia y el recuerdo de la vida bohemia nos transportan a una época que ya no existe pero de la que quedan maravillosos recuerdos. Uno de ellos es el Museo de Montmartre que recoge importantes momentos de la vida artística de la colina y obras de artistas destacados que vivieron y pintaron el barrio, un lugar donde se concentraba el talento y el arte. Precisamente, ésta es la premisa que ha tomado el maravilloso museo del que ya os hablé aquí, para su última exposición que abarca el período mágico de la colina desde 1870 a 1910. Pocas veces en la historia se ha dado tan alta concentración de artistas, tan talentosos, innovadores y diversos, concentrados en tan poco espacio, creando con él una relación de simbiosis. Los artistas se inspiraban en Montmartre, en sus paisajes y en sus gentes, y vivían en un ambiente de libertad que difícilmente podrían encontrar en otro lugar.

 La Primavera de Willette

 La terraza de Saint Bernard de Valadon

 Litografías de Toulouse-Lautrec


Cierto que el Museo de Montmartre, pequeño y privado, no puede competir en fondos con el Museo de Orsay que posee una colección permanente enorme de artistas vanguardistas como Monet, Manet, Renoir, Degas, van Gogh y otros vecinos de la colina. Por eso, la exposición va haciendo un recorrido por algunos de los artistas más destacados de la sociedad montmartresa algo menos conocidos pero que fueron importantes en el desarrollo de la vida social. Así empezamos el recorrido con obras de Steinlen, Bonnard o Toulouse-Lautrec y continuamos con otras de Willette o el trío infernal del que ya hablamos (Valadon, Utrillo y Utter) y el español Santiago Rusiñol. Al final, hay una sala dedicada a un gran representante de la vida bohemia de Montmartre, el músico, compositor y poeta Erik Satie en la que suena de fondo la melodía que éste compuso para su amada Suzanne Valadon. Se trata de una exposición muy recomendable, pequeña pero bien estructurada y con la información necesaria para entender el momento que vivieron aquellos artistas hasta 1910, la fecha en que Pablo Picasso abandonó Montmartre y que se toma como referencia del final de esta época dorada. Sólo hasta el 25 de septiembre.


 Acuarelas con paisajes de Montmartre de Le Fèvre

Erik Satie en su casa de Montmartre, lienzo de Rusiñol

lunes, 29 de febrero de 2016

En busca del encanto perdido de Montmartre y V. Comer y beber

Después de tanta actividad, paseos, visitas y compras, hay que reponer fuerzas y Montmartre es uno de los lugares más interesantes para comer. Como no me gusta hablar mal, prefiero no comentar nada sobre los restaurantes de la place du Tertre y alrededores. Muchos son trampas para turistas, otros tienen poca variedad o son caros. En definitiva, las propuestas interesantes están en otra parte. Lo único destacable en la colina de Montmartre es La Maison Rose, una pequeña casita en la que vivió el pintor Maurice Utrillo y que ahora es un restaurante. Su interés es más histórico que culinario.

La Maison Rose

Para tomar algo rico, casero y a buen precio, sólo hay que ir a los alrededores de la plaza Abbesses para tomar algo, en concreto, en la rue de la Vieuville hay una trattoria llamada Pomodoro que hace unas pizzas caseras espectaculares y una pasta muy sabrosa. Vero italiano.

Pomodoro

Si vuestro presupuesto os lo permite, podéis ir a los mejores restaurantes del barrio que se encuentran en la rue Lepic, la calle donde se sitúa el mítico Moulin de la Galette en cuyo local se ha reabierto el restaurante con nuevos dueños, nuevas ideas y nueva carta. Recomiendo todos los restaurantes de esta calle: no hay ninguno malo.



Restaurantes de la rue Lepic

Bajando de la colina, hay muchos más resturantes y más variados: cocina asiática, criolla, italiana... y francesa, claro. En el área que va desde la rue Abbesses hasta la avenida Clichy, entre la rue Lepic y la calle Germain Pilon, se encuentran las mejores y más variadas propuestas gastronómicas de todo Montmartre. Precisamente fue en esta zona donde empezó la actividad hostelera del barrio, los famoso bistrós. Cuenta la historia que los rusos que conquistaron Francia después de las guerras napoleónicas, pedían comida y bebida en las fondas al grito de "bistro, bistro" que significa rápido, rápido. Aunque es la versión más conocida y querida por los vecinos del barrio, probablemente no sea cierta. Lo único verdadero es que en esta zona nacieron los restaurantes populares para comer y beber algo rápido y barato.

Mapa de la mejor zona de restaurantes de Montmartre
Restaurante de comida biológica
Otros restaurantes de la calle Véron

Por supuesto, no hay que olvidar la calle Abbesses, llena de restaurantes, cafeterías y bares para tomar algo, algunos con buen precio y buena calidad como el que recomendé aquí. La oferta es enorme y muy variada. En el propio boulevard de Clichy han reabierto el Trianon, el teatro y el restaurante. Y en la parte más baja de la rue Lepic, se encuentra Les Deux Moulins, el restaurante de la película Amélie. Si deseáis comida para llevar, en este tramo también hay varias tiendas de comida preparada y de delicatessen.


Ya os digo que no vais a encontrar a Amélie
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, en la anteriormente citada calle Vieuville está la heladería Scaramouche, la cuarta mejor heladería de Francia. Sus helados y sorbetes artesanos son deliciosos y, generalmente, están elaborados con productos biológicos. Sus sorbetes saben a verdadera fruta porque es lo que llevan y los helados cremosos tienen una textura exquisita. Uno de sus secretos es el uso de materias primas de primera calidad. El otro es la elaboración artesana en su obrador. Pero no todo es tradicional. Sus sabores son de lo más atrevidos: además de los clásicos sorbetes de fruta de temporada y los ineludibles sabores de chocolate, café, vainilla, nata y diferentes frutos secos, en Scaramouche también elaboran helados salados y otros sucré-salé. Trufa negra (el hongo, no el postre), tomillo, azafrán, lavanda, romero con aceite de oliva y piñones, remolacha, albahaca, regaliz, hinojo y una mezcla de especias llamada las mil y una noches... y un montón de sabores imaginados y realizados por Gwendal, el maestro heladero. Estos helados salados se pueden tomar solos o llevarlos a casa para acompañar vuestro plato preferido. Si Ferran Adrià lo hacía, vosotros también. La imaginación al poder. Se me hace la boca agua de sólo recordarlo. Una heladería absolutamente recomendable.

Scaramouche y su terracita con muebles vintage

En fin, hemos recorrido Montmartre durante todo un mes. Hemos conocido su vida cultural, sus vecinos más ilustres, sus rincones más curiosos, sus museos... y también hemos ido de compras. Mucho ajetreo y más teniendo en cuenta que es un barrio situado en una colina y que hay que subir y bajar cuestas y escaleras constantemente. Me he dejado algunas cosas en el tintero pero cómo no hacerlo. Así tendré más motivos para escribir sobre este barrio más adelante.

Ya es hora de bajar las escaleras y abandonar Montmartre. Hasta pronto.