El mismo día que visité la exposición maravillosa de 
Albert Marquet, vi también la retrospectiva de Paula Modersohn-Becker, una de las primeras pintoras expresionistas alemanas. Aunque tuvo grandes influencias de la 
colonia de artistas de Worpswede, uno de sus puntales de inspiración fue Cézanne cuando éste aún no era conocido, en torno a 1907, durante un viaje que realizó a París. Aquí también asistió a la exposición de los 
nabi que también la marcó profundamente. Resulta muy interesante ver esta exposición justo después de haber visitado la de Marquet y felicito a los comisarios del Museo de Arte Moderno por haberlas organizado simultáneamente. Si con Marquet veíamos paisajes, con Becker los protagonistas son los retratos; el francés es impresionista y utiliza colores fríos como verdes y azules, la alemana es expresionista y emplea colores cálidos como marrones y rosas. Marquet tiene una técnica impecable y su pincelada es larga y plana; Becker, en cambio, es una artista casi 
naïve de pincelada pequeñísima y dinámica. Son dos artistas bastante contrapuestos pero tienen en común la singularidad de su pintura, la creación de un universo personal que destaca sobre otros pintores contemporáneos. Esta temporada de exposiciones está llena de pintores muy especiales, únicos, como el ya visto 
Amadeo de Souza Cardoso. Por desgracia, no se pueden hacer fotos pero os dejo 
este enlace para que veáis algunas de sus mejores obras. 

 
Paula Becker se casó con el también pintor Otto Modersohn, de ahí, 
que adoptara el apellido de su marido y sea conocida por el nombre 
compuesto. A pesar de haber vendido sólo dos cuadros en vida, fue muy 
importante como precursora del expresionismo y tiene un museo dedicado 
en Bremen. Como nota técnica hay que destacar que empleaba como pintura 
una témpera sintética de la empresa Wurm que mezclaba una parte de 
pintura al agua y otra parte de pintura al óleo. La textura es bastante 
diferente a otros cuadros pero a esto hay que añadir que el secado de la
 pintura es más rápido que un óleo convencional de modo que, si la 
pincelada está cargadita de pintura y después se pasa otra vez el 
pincel, quedan pegotones removidos por todo el cuadro. Con la pintura al
 temple, es lógico dar pinceladas pequeñas y los expresionistas y otros 
postimpresionistas solían emplear mucha cantidad de pintura en sus 
cuadros: es una pincelada muy expresiva y violenta porque pintaban con gran 
pasión. Algo parecido pasa con Van Gogh y otros contemporáneos, pero en 
el caso de Paula se dan las dos características y su pintura nos 
transmite la fuerza y la rapidez con que la aplicaba. También así se explica
 que fuera tan prolífica: falleció a los 31 años víctima de una embolia 
debida a complicaciones en el parto de su única hija pero dejó más de 
150 obras. Si queréis conocer más detalles de su vida y carrera 
artística podéis ver esta 
entrada. 
Así
 como la exposición de Marquet era preciosa no sólo por las obras sino 
también por las instalaciones, la de Modersohn-Becker, por desgracia, 
cuenta con salas mucho más pequeñas, está bastante mal iluminada y la 
visita no fluye como en la otra. Pero, no importa porque sus obras valen
 la pena. Además, en esta ocasión, el título de la exposición sí resulta
 acertado porque en la pintura de Modersohn-Becker lo importante es la 
mirada de la artista no tanto otros factores como los temas o la técnica.

 
Empezamos
 el recorrido con una sección llamada París 1900 en la que vemos sus 
primeras obras realizadas en pastel, aún no había conocido las témperas 
Wurm, y sobre planchas de cartón. Las explicaciones de esta parte son un
 poco largas pero os recomiendo que vayáis al grano y os dediquéis a 
admirar más los cuadros y a leer menos, por ejemplo, hay un Don Quijote 
magnífico, mejor admirarlo que leer el folleto de la visita. Ya he 
hablado de esto con anterioridad: unas explicaciones demasiado largas 
sólo consiguen aburrir al visitante, al que conoce lo que va a ver 
porque le cargan y al que no, porque le llenan de datos que no puede 
asumir.  
A continuación, vemos las obras inspiradas 
por los artistas de la colonia de Worpswede, retratos y paisajes en su 
mayoría, realizadas en madera, y en las que predominan los fondos azules
 y verdes. Así pasamos a otra sección donde los protagonistas son los 
niños y los cuadros, tela sobre madera, se llenan de colores cálidos. A 
partir de ese momento, la exposición se centra en la mirada de la 
pintora, en la intimidad que esas obras muestran de una forma 
personalísima. Aquí vemos también la evolución de su pintura, la 
pincelada minúscula, el fondo casi seco pero las figuras llenas de 
témpera como si le saliera a borbotones. A veces, parece incluso que la 
pintura está extendida cuando está casi seca como se puede ver en la 
siguiente sección en la que se muestran representaciones de madres e 
hijos.

 
Después hay otro departamento pero en él no se 
exponen cuadros sino fotos y cartas de  su marido Otto Modersohn y de 
sus amigos como Clara Westhoff, su mejor amiga, el escultor Auguste 
Rodin, marido de la anterior, el poeta alemán Rilke y otros. También hay
 varios libros y diarios personales. 
Tras esta pausa, la exposición continúa con autorretratos aunque realizados ya en un estilo más 
fauve,
 algo cubista, algunos bocetos de sus obras y más fotografías para 
finalizar con varias obras de naturalezas muertas en las que la 
pincelada es más amplia y sus obras de madurez en las que emplea colores
 más salvajes. Acabamos el recorrido con un documental en el que se 
habla de su vida, su trabajo y de su fallecimiento, un mes después de 
dar a luz a su única hija, a causa de una embolia, justo cuando 
comenzaba a despuntar su carrera y había cumplido su sueño de ser madre.
 Por lo visto, sus últimas palabras fueron "qué pena". Y yo digo lo 
mismo: ¡qué pena!