Hace unos meses, ya pensé ir a ver la ópera
Don Pasquale de Donizetti y así lo he hecho. Con el corazón en la mano, esta operita me parece una tontería muy grande pero el reparto que la presenta es magnífico. Y encima, el lugar elegido, dado lo reducido de la ópera en duración y reparto (una hora y 45 minutos, cuatro protagonistas) fue el
Ópera Garnier: ¿cómo resistirse a
volver a este edificio maravilloso? La historia es la siguiente: un viejo tacaño decide casarse para así desheredar y echar de casa al gorrón de su sobrino, Ernesto, pero su prometida Norina y su amigo, el doctor Malatesta, médico del viejo, urden un plan para escarmentarlo. Norina fingirá ser Sofronia, la hermana de Malatesta recién salida del convento, que acepta casarse con el viejo solterón y, una vez casada y dueña de la mitad de los bienes por acuerdo matrimonial, le hace la vida imposible, dilapida su patrimonio y le intenta ser infiel. Como toda comedia que se precie, los personajes viven felices y comen perdices y, al final, nos sueltan una moralina sobre los límites temporales del amor y el matrimonio: por lo visto, ambos tienen una edad límite para alistarse, como el Ejército o las oposiciones a bombero.
El reparto al completo nos saluda
Mi entrada y el resumen de la obra
Como si de una
película de Paco Martínez Soria se tratara, la ópera nos dice que es peligroso casarse a los 70 y ahí está el pobre Don Pasquale, cantado por un bajo buffo, engañado y vilipendiado por todos. Michele Pertusi lo interpretó con mucha gracia y, vocalmente, fue de menos a más. Como su fingida esposa, que es en realidad Norina, la soprano Nadine Sierra, a la que ya vimos
aquí, estuvo fantástica: bonita voz, buenos agudos, graves potentes y muy graciosa en toda su interpretación. Y además la puesta en escena explotó, no sólo su vis cómica, sino también todo su atractivo físico. También estuvo muy divertido Florian Sempey, el barítono francés que encarnaba al doctor, con una voz muy potente y bien adaptada al personaje: le van bien estos papeles de pícaro e intrigante. Pero a quien yo tenía ganas de oír era a Lawrence Brownlee, uno de los mejores tenores ligeros del mundo: su técnica belcantista es impecable, su voz es prístina y clara y sus ascensos al agudo, suaves. Además, su canto es muy elegante y su encarnación del joven Ernesto estuvo bien aunque la puesta en escena no le favorecía. A nivel dramático, su papel quedó reducido al de un niñato tonto con gorra beisbolera. El notario estuvo bien en su parte y el coro fantástico, como siempre.
La función va a empezar
Los palcos centrales
La dirección corrió a cargo de Evelino Pidò. La orquesta sonó muy bien ensamblada y rica en matices, como corresponde a los profesionales del foso. El maestro dirigió con mucho brío pero, a veces, la orquesta sonaba demasiado fuerte, llegando al punto de solapar a los cantantes. Aún así fue muy aplaudido.
Imagen del patio de butacas
La puesta en escena es de las llamadas modernas, es decir, ropa y mobiliario actual, y podéis ver las imágenes
aquí. Chocaba un poco ver una escenografía así en un teatro clásico como el palacio Garnier, pero, al menos, la historia se entendía. Además, después de haber visto el
sinsentido que Warlikowsky creó para Don Carlos, he aumentado mi nivel de tolerancia a las puestas en escena modernas. Un escenario giratorio nos enseñaba la vetusta vivienda de Don Pasquale hasta que Sofronia la hace cambiar por una decoración minimalista. El Maserati que aparece en el garaje me ha enamorado y ojalá lo tuviera en mi plaza de parking disponible para darme una vuelta. La dramaturgia, por el contrario, estuvo muy bien, destacando la actuación de Norina, la más variada y rica en matices de todas.
El coro y los actores
También me gustaría destacar que, como espectadora, estuve comodísima, no sólo porque estaba sentada en una confortable butaca de la cuarta fila, sino porque no hubo toses ni ruidos varios entre el público. Lo que sí hubo fueron grandes ovaciones a todos los que hicieron posible esta función. Como decía al principio, me apetecía escuchar a estos cantantes (aunque, a ratos, no los oía con el volumen de la orquesta) pero mi interés por esta ópera de Donizetti es reducido aunque hay que reconocer que tiene momentos preciosos como
éste. Es lo bueno del
bel canto: siempre suena bien.
Los protagonistas
El reparto y el director
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