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domingo, 3 de febrero de 2019

Tesoros de Kyoto

Con mucho retraso, os traigo una pequeña reseña de la exposición Tesoros de Kyoto que terminó el pasado 27 de enero y que tuvo lugar en el Museo Cernuschi en el marco del año Japonismes. Como vengo diciendo en mis últimas entradas, no tengo tiempo de casi nada de modo que fui a ver la muestra el último día.

Se trata de una exposición dedicada a la escuela Rinpa, que nace en 1615 cuando el shogun Tokugawa Ieyasu otorga al artista Kôetsu, calígrafo, ceramista y laqueador, el permiso para instalar una comunidad de artesanos en Takagamine, un pueblecito al norte de Kyoto. Durante los siguientes 300 años, los artesanos de la escuela Rinpa fueron conocidos por su actividad pictórica y también en la creación de objetos cotidianos, las llamadas artes aplicadas en madera, cerámica, papel y tela.

Los artistas de esta escuela no establecieron entre ellos el tradicional vínculo de maestro y discípulo sino una especie de relación espiritual y estética, sobre todo, a través de la apreciación de la belleza clásica. La contemplación de las obras de los predecesores y su reinterpretación pero siempre dentro del respeto a las técnicas y temas tradicionales permitieron la renovación de la estética Rinpa hasta l siglo XX.

La mayor parte de las obras aquí expuestas nunca han sido exhibidas al público ni han salido de Japón. Además de biombos, libros y pinturas en rulos de seda, la muestra contiene también estuches de caligrafía de cerámica, madera y piedra, bandejas, incensarios, braseros y abanicos. Muy interesantes son unos vídeos en los que se explica la elaboración de pinturas, pigmentos, pan de oro, tejidos y otros nobles materiales con los que los artesanos, todavía hoy, trabajan. Ésta es, sin duda, una exposición donde la belleza es el objetivo supremo.

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Mural que reproduce un dibujo de mariposas

Folleto de la exposición

Bandejas de cerámica con motivos florales

sábado, 22 de septiembre de 2018

Jakuchu

Esta temporada que acaba de comenzar está dedicada a Japón. A lo largo de los próximo meses, tanto exposiciones como otras actividades tendrán como centro de atención el país del Sol naciente. 

Por el momento, uno de los eventos que ha causado más expectación es la exposición que el Petit Palais dedicada a Ito Jakuchu, importante pintor de la época Edo. La exposición fue inaugurada hace una semana por Su Alteza Imperial el príncipe Naruhito.

Dada la delicadeza de las piezas, una treintena de rollos de seda pintados, está prohibido hacer fotos. Pero os puedo asegurar que las obras son impresionantes: expuestas por primera vez en Europa y recientemente restauradas, la mayoría pertenecen a la colección de la Casa Imperial de Japón y han sido generosamente cedidas para esta muestra. 

El folleto

Las obras que aquí podemos ver pertenecen al ciclo Reino coleado de los seres vivos y fue un regalo del artista al monasterio Shokoku-ji de Kyoto en el que todavía se encuentran y la Tríada de Sakyamuni, conservada también en el mismo templo y que ofrece tres imágenes del Buda Sakyamuni, el último de los Budas para los seguidores de esta religión. Esto significa que las obras están expuestas tal y como se ven en el monasterio, un privilegio que yo he tenido la suerte de disfrutar.

Los magníficos rollos que componen la colección son un gran ejemplo de la técnica llamada urazaishiki que consiste en colorear el reverso de la tela para obtener más o menos intensidad en el color. El dominio de la misma junto con la originalidad de las formas y el agudo sentido de la observación son las características más importantes de su arte. La temática es la naturaleza en todas sus formas: animales acuáticos, pájaros, mariposas, árboles, flores, piedras, ríos, lagos... algo que me llamó especialmente la atención es que hay notas de colores vivos que destacan sobre los diferentes elementos en tonos neutros. Sin duda, Jakuchu tenía una gran capacidad para la retención de imágenes como demuestran las pinturas de animales en movimiento. Por desgracia, su taller se quemó cuando él tenía 40 años así que no sabemos exactamente cómo preparaba sus obras, quizá con bocetos, pero la maestría al representar objetos muy pequeños como los pétalos de las flores o las motas de las alas de mariposa. 

El artista

Sin duda, una oportunidad única para ver unas obras que ni los propios japoneses tienen oportunidad de ver. Sólo hasta el 14 de octubre.

jueves, 17 de mayo de 2018

Caracteres de Asia

Hasta el próximo 28 de mayo se puede visitar en el Museo Guimet una breve pero interesante exposición llamada Caracteres de Asia y que expone algunas de las mejores piezas del fondo bibliográfico del centro. Situada en la rotonda de la biblioteca del museo, hay una breve explicación acerca de las diferentes lenguas y formas de escribir asiáticas y de los objetos mismos con los que se escribe y sobre los que se escribe. En este último punto, destaca la importancia de los materiales empleados y expuestos aquí. Es cierto que los chinos inventaron el papel de arroz pero había muchas superficies en las que poder escribir. Además de las distintas clases de papel, el cuero y la tela, me ha llamado la atención el empleo como medio de escritura de hojas de palma llamadas ôles, cortadas en láminas alargadas y que se apilan y cosen formando una especie de persianas, normalmente envueltas en dos cortezas de árbol. Estas ôles también pueden realizarse con retales de los hábitos de los propios monjes budistas. Para escribir, los pueblos de extremo oriente empleaban tinta vegetal y mineral; especialmente llamativo es el uso de tinta de oro que queda preciosa para escribir sobre superficies oscuras.

Si importante es el aspecto material, no lo es menos el estético. Los diferentes modos de escribir, las diferentes tipografías así como la ornamentación de los escritos marcan una determinada intención para acompañar el contenido de la obra. En algunas lenguas, como el árabe, la caligrafía tiene incluso carácter sagrado. Estos elementos tan especiales convierten la escritura en todo un arte y algunas de las piezas aquí expuestas son un maravilloso ejemplo de esto.


 Sutra del Loto de la Buena Ley. Manuscrito en tinta de oro sobre papel en siete fascículos recubiertos de seda brocada
 Sutra del Corazón, manuscrito en tinta de oro sobre papel negro. Proviene de Tíbet

 Comentarios de Tipitaka, obra budista procedente de Birmania. Ôles lacadas en oro, rojo y negro y manuscritas en una tipografía llamada "de granos de tamarindo"

Manuscrito chino escrito en lengua haxi sobre papel plegado 
 
Manuscrito árabe
 
 Los Versículos de la Verdad, obra búdica birmana escrita y lacada sobre ôles
 Interior de una obra escrita sobre ôles

domingo, 13 de mayo de 2018

Daimyo, señores de la guerra en Japón

Justo hoy acaba la maravillosa exposición dedicada a los antiguos Daimyo, los señores feudales japoneses, entre el Museo Guimet y el Palais de Tokyo. Para ilustrar esta figura histórica, la exposición concentra 33 armaduras provenientes de diferentes colecciones públicas y privadas francesas así como otros objetos militares: espadas, cascos, abanicos o arcos.

Para los que nos gusta la cultura japonesa, esta exposición es una delicia, a pesar de la incomodidad que supone visitarla. El recorrido empieza en un edificio cercano al Guimet y continúa dentro del museo en una sala de difícil acceso. Como tercera etapa, hay que bajar unos metros por la avenida Wilson hasta entrar al Palais de Tokyo donde se expone la colección de armaduras del artista Georges Henry Longly, quien además ha preparado la presentación de la misma. Por supuesto, además de hacer más paradas que un autobús de línea, hay que pagar dos entradas.

Aparte de esta cuestión práctica, las explicaciones no eran ninguna maravilla  Entiendo que no se pueden elaborar fichas técnicas muy largas para no marear al visitante pero algunas hacían mucho hincapié en aspectos técnicos e históricos poco comprensibles para el espectador pero no incidían en la parte más llamativa de la decoración, en especial, de los espectaculares cascos de las armaduras.

Os dejo con las imágenes.

Armadura en tonos azules con casco con decoración de cuernos de ciervo y máscara con bigote realizado en pelo de oso
Armadura que perteneció a Kato Sado. El casco lleva una cabeza de dragón y unas ramas de planta y las mangas se pueden convertir en escritorio.
Impresonante armadura con casco formado por plumas de pavo real, pelo de yak, un crisantemo imperial sobre la frente, coraza de cuero brocado y acompañada de un estandarte shinto.
Armadura de la familia Achisuka con casco de 62 láminas con una representación de Shoki, personaje legendario que espantaba los malos espíritus.
Armadura de Arima Noriyori, Daimyo de Obama. El casco está realizado con 62 láminas y se decora con dos cuernos estilizados
Armadura de estilo medieval con estructura de láminas y cuero impreso. Las mangas son copia exacta de las de la armadura del santuario de Kasuga-jinja en Nara.
Armadura con de seda bordada sobre malla de metal, adorno metálico en forma de tridente en el casco y máscara con decoración en relieve de ciruelos en flor
 Armadura con seda azul y naranja y casco con adorno de libélula
 Armadura de la familia Sagara con seda, madera lacada y casco en forma de cola de pez
Armadura de la familia Koido con máscara y casco en forma de amuleto shinto


Katanas
Abanicos rígidos a modo de estandartes
Manguitos de arquero
Casco en forma de tocado de la Corte
Casco con patas de cangrejo, pelo de oso y aletas
Casco que simula alas de libélula

viernes, 20 de abril de 2018

Kintaro

Ya hace tiempo que tendría que haber publicado un artículo hablando de Kintaro, uno de los mejores restaurantes japoneses de París, tan rico que siempre tiene cola para entrar. Ya que me he puesto al día con algunos de mis restaurantes favoritos de París como Le Café de l'Industrie, el peniche Rosa Bonheur y Le Café des Livres, hoy le toca a Kintaro, más cantina para comer algo rápido que restaurante propiamente dicho.

El precio es muy asequible para la zona de París donde se encuentra y, con tanto movimiento de clientes, tenemos la seguridad se que los productos son frescos y los platos están recién hechos. Además la cocina es abierta al público lo cual tiene la ventaja de que vemos trabajar a los cocineros, una experiencia genial y muy entretenida, y el inconveniente de que salimos del lugar con la ropa y el pelo oliendo a fritanga, sobre todo, porque una de las especialidades de la casa son los empanados con panko. Abre todos los días en cocina non stop del mediodía hasta las 22:30 por lo que se puede ir allí en cualquier ocasión.

He ido dos veces en poco tiempo. La primera de ellas comí en la barra y la segunda en mesa. En la primera ocasión, elegimos algo rápido: un menú de pollo con salsa de la casa (toridon) y un menú de panceta de cerdo aromatizado al jengibre acompañado de arroz (shoga yaki). Rico, contundente y a buen precio, ¿qué más se puede pedir?

Menú Buta Shoga Yaki
Menú Toridon

Caso distinto fue unas semanas después en que mis amigos y yo teníamos tiempo para comer y nos pedimos postre y café. Mis amigos se decidieron por el toridon y yo me pedí el plato que había visto a una cliente del local mientras hacía cola en la calle: el gekikara ramen. Se trata de un cuenco enorme de sopa (tan grande que parecía un pozal) con un caldo de cerdo picante delicioso, picadillo de carne de cerdo especiada, hierbas y condimentos variados y los fideos en su punto exacto de cocción. Este guiso venía acompañado de arroz chahan salteado con cerdo, verduras, huevo y gambas y con gyozas de carne, los dos últimos a compartir con mis amigos. Seré sincera: mientras escribo esta líneas se me hace la boca agua al pensar en este plato pero es difícil de comer porque es picantísimo, está ardiendo y hay que emplear la cuchara para el caldo y la carne picada y, también, usar los palillos con destreza suficiente para comer los fideos sin salpicar en la blusa propia o ajena. Se necesita ser un gran aficionado a la comida picante, tiempo suficiente para comer un plato muy abundante con calma y habilidad para manejarse con una sopa con muchos ingredientes de diferentes tamaños dentro. Recomiendo pedir el arroz como guarnición porque ayuda a calmar el paladar y asentar el picante en el estómago y, además, está muy rico. Las gyozas son buenísimas y se nota que son caseras porque entran solas.
Gekikara ramen: repetiré

Para calmar el picor de mi paladar (no se había calmado del todo con la pinta de cerveza japonesa), pedí un flan de té verde y mi amigo, el goloso del grupo, jalea de café. El flan estaba bueno pero llevaba gelatina y no me gusta mucho. La jalea era un poco dulce para mi gusto pero no para el de mi amigo que se echa dos terrones de azúcar en el café. Repetiremos pronto y, en mi caso particular, volveré a pedir el ramen picante.
Flan de té matcha
Jalea de café

Aparte de lo gastronómico, otro de los placeres de esta cantina es que fue reformada hace muy poco y el local se ve muy limpio, moderno y cómodo. La cocina está a la vista y los clientes vienen y van constantemente sin obstáculos porque el espacio es un poco justo pero suficiente para pasar. Los camareros son muy amables y no pierden la sonrisa en ningún momento. Además, se nota que la gente sabe lo que come ya que no hay más que ver la destreza de algunos con los palillos.

Cocina abierta y la barra al lado

domingo, 14 de enero de 2018

Gymkana musical en el Hôtel de Ville

Este año he tenido el inmenso placer de asistir a la velada musical que cada año organiza el Ayuntamiento para celebrar el Año Nuevo. Aunque es un evento al que sólo se puede asistir con invitación, salen 200 entradas gratuitas para ciudadanos que deseen acudir. Entre estos 200 afortunados que obtuvieron invitación estábamos mi querida Carole R. y yo.

 El espectáculo nos espera y la puerta se ilumina con el azul, blanco y rojo del bandera nacional

En principio, pensábamos que se trataba de un concierto al estilo clásico con un escenario, unos músicos que actúan y un público sentado que disfruta del espectáculo pero no fue así. La organización había preparado tres escenarios distintos en tres salones diferentes con un hilo conductor basado en los Juegos Olímpicos. Si París va a celebrar los de 2024, en esta cita musical París se enlaza con Río de Janeiro, última sede olímpica, y con Tokyo, ciudad que albergará los Juegos de 2020. De este modo, la música fue un bonito collage de música de los tres países homenajeados.


Todo listo

Para comenzar, la elección fue Tokyo-París y lo representó un dúo formado por Momo Kodama (piano) y Deborah Nemtanu (violín) que interpretaron piezas de Hosokawa, Yamada, Yashiro, Ravel y Debussy. Para su actuación Nemtanu tocó un vioín de 1740 creado por Domenico Montagnana y prestado para la ocasión.

Nemtanu y Kodama recibiendo los aplausos del público

A continuación, en otra sala la artista brasileña Flavia Coelho interpretó cuatro canciones de su último disco acompañada de músicos de Les Salads, una curiosa formación que agrupa músicos de conservatorio y de pop. En esta sección, dedicada a Río, muchos espectadores como yo, se pusieron a bailar al son de los ritmos heterogéneos de samba, blues, reggae, jazz, ska... que conforman la música radiante, alegre y sensual de Coelho.

Flavia Coelho y Les Salads

Como plato principal en este menú musical, la Orquesta de Jóvenes del Conservatorio de París dirigidos por Xavier Delette interpretaron piezas provenientes de las tres ciudades anfitrionas de los Juegos. Como solistas invitados, la soprano Annaëlle Le Goff y el violinista sirio Bilal Alnemr completaron la noche. La joven cantante interpretó junto con la orquesta, y micrófono en mano, varias canciones cariocas como La Garota d'Ipanema o Manhã de Carnaval entre otras. También Alnemr realizó sus solos en el Orfeo Negro y Scaramouche. A continuación, le tocó el turno a Tokyo con la Suite Sinfónica de la Princesa Mononoke cantada, pero esta vez sin micrófono, por Le Goff. De esta manera, los espectadores pudimos apreciar su voz en toda su belleza, técnica y potencia, mucho mejor cantando como lírica que como cantante ligera. Para finalizar, Alnemr volvió al escenario para interpretar la Tzigane de Ravel, creada expresamente para los Juegos Olímpicos de París de 1924, y La Gloire de mon père de Cosma. En sus intervenciones, el solista utilizó un violin de 1680 de Giovanni Batista Grancino y otro de Pierre Barthel.


Perdón por la mala calidad de las fotos pero estaba muy lejos y la luz era escasa. La cámara de fotos y la fotógrafa tampoco son gran cosa.

Para finalizar, hubo un pupurrí musical de Les Salads y Flavia Coelho y, también, un cóctel para agasajar a los invitados y, como suele ocurrir en estos casos, la gente se abalanzó hacia los mostradores para intentar cazar el mayor número de canapés y bebidas. Casi pierdo un ojo mientras intentaba pedir una copa de vino. Por supuesto, no hice fotos del ágape porque las bandejas se vaciaron en décimas de segundo: bastante tenía con no morir arrollada por la turba de hambrientos que interceptaban a los camareros. A pesar de estos pequeños incidentes, la noche fue magnífica.

 Una multitud se agolpó aquí delante para zamparse los canapés en menos que canta un gallo

jueves, 27 de julio de 2017

Artistas japoneses en Francia

Mañana termina una exposición en la Casa de la Cultura de Japón dedicada a 50 artistas japoneses residentes en Francia. Se trata de una muestra bienal que se organiza antes del cierre estival de la Casa. De casualidad, me he enterado hoy mismo y he ido corriendo a verla ya que, por suerte, la Casa queda cerca de mi trabajo. Las obras expuestas son de lo más variadas, desde óleos hasta dibujos, cerámica, escultura o composiciones. Además dos de los artistas estaban allí para orientar a los visitantes. Es una pena que este lugar tan bien situado y que realiza unas exposiciones tan interesantes, no sea muy conocido. La exposición de este año es muy bonita y no demasiado larga. Os dejo con algunas de las obras pero, antes, quiero aclarar que he escrito los nombres de los artistas al estilo europeo, es decir, el nombre primero y el apellido después.

Cartel 
 Horizontal 91 y Escritura 8-5-23 de Takesada Matsutani
Hôtel de Ville de París de Kojiro Akagi
 Yakishime de Kayoko Hayasaki
 La Mano 2, El Cubo Inclinado 2 y Colina Imaginaria de Go Segawa
 La Viajera de Ei Yoshida
 Profundidad del Tiempo de Rikka Ayasaki
Emancipación de Yuriko Sakishima