Sé que el título suena un poco raro pero es cierto: últimamente, allá donde voy, escucho música de Mozart especialmente si paso por la estación de Montparnasse. La primera vez fue el día de Nochevieja cuando caminaba por los pasillos de la estación para coger el tren que me llevaría a la Casita rosa. Entre el murmullo de la gente, los ladridos de un perro y el ruido de los trenes, oí una melodía que me resultaba familiar. Me dejé guiar por el sonido y vi a una sonriente señora cantando Voi che sapete, una de las piezas más bonitas de la ópera Las Bodas de Fígaro. Me quedé un rato escuchándola, le dejé unas monedas en el vaso que tenía al lado y me marché. La segunda fue hace unas semanas; mientras paseaba tranquilamente por el Barrio Latino, cerca de la rue Mouffetard, vi a un chico que canturreaba las primeras frases del dueto Là ci darem la mano de otra ópera, Don Giovanni. Después me pasé toda la mañana recordando los compases y la letra del dúo formado por Don Juan y Zerlina. Y la tercera fue a finales de febrero, cuando, al entrar en la estación de Montparnasse (otra vez), comenzaba a sonar a todo volumen la divertida obertura de (también otra vez) Las Bodas de Fígaro.
¿Será casualidad?
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