La exposición está dividida en varias secciones y recoge obras de arte, libros, vídeos, prensa, objetos cotidianos... Es muy completa y nos da una visión de conjunto aunque señala varios hechos importantes sobre los que detenerse como la gran migración de población negra a los Estados del norte huyendo de la violencia del Ku Klux Klan, la Marcha sobre Washington o el movimiento Black Panthers. También hay un gran espacio dedicado a la visión racista y denigrante que los medios de comunicación y el cine daban de los negros hasta los años 60, otro que muestra la vida urbana en las grandes ciudades industriales del norte y uno sobre la influencia creciente de ciertas personalidades negras en la cultura y la sociedad estadounidense.
Portadas de revistas satíricas denigrantes para los negros
En efecto, tienen muchísima impotancia los nombres propios: artistas,
deportistas, políticos, escritores, militantes... todos ellos componen
un mosaico que se ensambla perfectamente a lo largo del recorrido.
Encontramos importantes activistas por los derechos de los negros como
escritor y editor abolicionista Frederick Douglass (que fue quien acuñó el término Color Line que da título a la exposición),
el reverendo Martin Luther King Jr. o los primeros senadores negros
Hiram Revels y Blanche Bruce y, por supuesto, Barack Obama, el primer
negro en llegar a la presidencia del país. Veo en ellos tanta dignidad y
nobleza, justo lo contrario a otro de los apartados de la exposición
donde se muestran imágenes de linchamientos y propaganda supremacista
blanca de una población racista, inculta y violenta justamente llamada
white trash. Aparecen importantes figuras del mundo del espectáculo y
los deportes cuya trayectoria profesional normalizó la imagen de los
negros en EE.UU.: Michael Jackson, Aretha Franklin, Michael Jordan,
Muhammad Alí, Whoopy Goldberg, Sidney Poitier o Sammy Davis Jr... éste
último casado con una mujer blanca, algo nada fácil ya que hasta la
sentencia del caso Loving
en 1967, los matrimonios interraciales estaban prohibidos en casi todos
los Estados del país, aunque de este asunto se trata poco en la
exposición.
Munich Olympic games, serigrafía de Jacob Lawrence
Vídeo del recital de Marian Anderson en el Lincoln Memorial
Retrato de Martin Luther King por Reginald Gammon Jr.
Mención especial merece la actitud de las mujeres negras siempre
aguerridas y doblemente discriminadas por su condición racial y por ser
mujeres. Muchas de ellas levantaron su voz contra la discriminación que
sufrían y algunas pusieron todo su empeño, talento y trabajo para poder
llevar una vida normal, triunfar en su profesión y vivir dignamente.
Hace unas pocas semanas, una chica norteamericana negra me dijo que tal
vez los hombres negros querían seguir vivendo como negros pero que las
negras querían vivir como blancas.
En efecto, muchas de
las mujeres aquí presentes desarrollaron una importante carrera
profesional a pesar de toda la discriminación y rechazo que sufrían. Tal
fue el caso de Marian Anderson, la magnífica contralto de la que
Toscanini dijo que sólo se daba una voz como la suya una vez en un
siglo. Madre espiritual de todos los cantantes líricos negros
estadounidenses, Anderson desarrolló buena parte de su carrera en
Europa, Asia e Hispanoamérica debido a la discriminación que sufría en
su propio país. De hecho, su debut en el Metropolitan de Nueva York se
produjo cuando ella tenía casi 60 años. Un relevante episodio de su vida
se produjo en 1939 cuando la asociación Daughters of the American Revolution
(DAR) le denegó su participación en un acto en el Constitution Hall. El
escándalo fue tan enorme que el propio presidente de los EEUU, Franklin
D. Roosevelt solicitó la organización de un concierto de Marian
Anderson al aire libre, concretamente en el Lincoln Memorial, antes más
de 75.000 asistentes.
Vemos a lo largo del recorrido
otras importantes mujeres como la escritora y feminista Alice Walker, la
política Angela Davis o la costurera Rosa Parks. Sin embargo, no vi ninguna mención a Shirley Chisholm, la primera mujer que presentó su candidatura
oficial a la presidencia de los Estados Unidos, algo oportuno dado que
se acaban de celebrar las elecciones y el resultado ha sido muy
desalentador en lo relativo a igualdad. Tampoco se hace referencia a
Toni Morrison, la premio Nobel de Literatura, gran narradora de la historia de los negros de EEUU y una de mis escritoras favoritas, aunque sus novelas sí estaban en la tienda a la salida de la exposición.
Y,
por supuesto, en las exposición también vemos la aportación de millones
de personas anónimas en la defensa de los Derechos Civiles: los
soldados que se alistaron en el Ejército, los pequeños comerciantes que
se iban abriendo paso con dificultad en sus ciudades de residencia, las
empleadas de hogar que criaban a los hijos de los blancos, los hombres y
mujeres que peleaban por acceder a la educación y matricularse en
escuelas que les estaban vetadas, las flappers de los años 20 que conducían y bebían como hombres o las maravillosas amas de casa sureñas que conservaron y desarrollaron la Soul Food, uno de los recetarios populares más deliciosos del mundo.
Diario del soldado Horace Pippin, donde se recogen sus recuerdos de la Primera Guerra Mundial
The Octoroon Girl de Archibald Motley Jr., la mujer aquí representada es una flapper
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