Con un poco de retraso, he podido celebrar la fiesta de Reyes Magos en casa de unos amigos. Nada especial, simplemente una cena ligera, que estamos que reventamos después de Navidad, y de postre una galette bordelaise, es decir, un brioche en forma de anillo con las clásicas frutas confitadas que nadie se come y copos de azúcar. En lugar de llevar agua de azahar, tenía en la masa trocitos de piel de naranja confitada y era un poco pesado, no tan ligero y esponjoso como el que yo como cuando estoy en España. Por supuesto, no iba relleno, nada de crema ni nata ni trufa. Se encuentran fácil los roscones en las pastelerías pero pedir que estén rellenos ya es demasiado. Por supuesto, los franceses prefieren la típica galette de hojaldre con el clásico relleno de almendras u otros más modernos como manzana, chocolate, queso dulce... Para acompañar la cena, un champagne recién traído de Amiens que estaba buenísimo y muy seco, como a mí me gusta. Se llama Stéphane Fauvet y la persona que lo trajo nos comentó que es el que sirve en las fiestas del Louvre. ¿Quién pudiera asistir?
Roscón y champagne
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