domingo, 3 de mayo de 2015

Las salas vacías

Por muchas visitas que hago a museos y lugares de interés, siempre hay algo que me sorprende y, muchas veces, no tiene nada que ver con las obras ni los monumentos sino con la gente que los visita. Es incomprensible acudir al Museo del Louvre, tener que esperar cerca de una hora para entrar, debido a la enorme cola de visitantes, y después encontrarse que la mitad del Museo está vacía.

Inmensa cola para entrar

Hay que ver el lado positivo, pude contemplar las obras como si el palacio fuera mío, como si fuera una colección privada. Además, al no haber apenas jaleo de visitantes, los trabajadores se aburren y agradecen que los escasos visitantes les hagan preguntas y comentarios sobre las obras y el museo. Por momentos, me sentía como los antiguos reyes de Francia que vivían en este palacio rodeados de grandes obras de arte.

Aquí las salas de escultura medieval del norte de Europa. Estuve un cuarto de hora en esta zona y me crucé con sólo seis personas.



Aquí las salas de arte flamenco, del norte de Europa y algunas salas de arte francés. Una ala entera y enorme del Museo en la que me encontré con poquísima gente, unas veinte personas a lo largo de una hora.








Lo más sorprendente es que también hay salas vacías en la zona del antiguo Egipto, lo que me parece increíble porque es uno de los lugares más interesantes del Museo. Mi visita duró cerca de una hora y no me crucé con más de treinta personas.





Y aquí las salas de arte oriental: Babilonia, Fenicia, Asiria, Persia... Parece que las grandes civilizaciones no despiertan mucho interés.








¿Dónde está todo el mundo? ¿Qué hacen? ¿Se pierden? ¿Se los traga el museo? ¿Salen del museo sin apenas haber visto nada? No lo sé pero es todo muy raro. Por las mañanas aún se pueden ver grupos pero, en cuanto llegan las 12:00, el número de visitantes cae drásticamente. Como es lógico, por las tardes baja tanto más cuanto más se acerca la hora de cierre. Si vuestra visita a París es de corta duración, mi consejo es visitar el Louvre los miércoles y viernes, es decir, los días que cierra más tarde: de esta manera, durante el día se puede ver París, sus monumentos y dar paseos por las zonas más bonitas para, al caer la tarde, aprovechar la visita al Museo, que ya ha sido abandonado por grupos grandes organizados. Esta opción es especialmente interesante en invierno, cuando los días son más cortos, y también en los meses de verano en que hay muchos más visitantes.

Por pura cabezonería, intenté buscar dónde estaba la gente. La respuesta es fácil: las salas de arte italiano, sobre todo, la de la Gioconda. Al entrar en la sala de la Mona Lisa, me sentí como en un concierto de rock de tanta gente apiñada que había. También hay altas concentraciones de personas en las zonas de arte griego y romano pero nada comparado con el embrujo de la sonrisa de la dama italiana.



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