Lástima que la situación de mi equipo haya cambiado tanto desde entonces. Hace unos meses estuvo a punto de la desaparición. Tiene deudas con Hacienda, con la Federación, con la Liga, con el Ayuntamiento, con la Seguridad Social, con el gobierno autonómico, con ex-jugadores, con ex-entrenadores... Ahora lo dirige una fundación que espero traiga paz social e institucional a mi equipo y abra la puerta a una nueva etapa de éxitos. Para recordar aquellos días maravillosos, salí a pasear por el Parc-des-Princes, el estadio en el que se consiguió la gesta. Un lugar que, por cierto, era gafe para los equipos españoles: aquí habían perdido el Madrid, el Barça, la selección nacional... Hasta que llegó el Zaragoza y venció con todos los honores y con la máxima emoción. El estadio es feo y más comparado con el campo de rugby Jean Boudin, que está justo al lado.
Exteriores del estadio
¡Qué casualidades tiene la vida! Ahora mi querida amiga Vic ya no vive en la casita rosa, se ha mudado a Londres. Y mientras yo paseaba por el bonito barrio de Boulogne, donde está situado el Parc-des-Princes, ella me comunicaba que se trasladaba a vivir al barrio de Highbury, muy cerca del antiguo estadio Highbury Park, donde jugaba el Arsenal, el rival del Zaragoza. Se cierra así el triángulo futbolístico entre París, Londres y la pequeña Zaragoza que, esa noche, se llevó el gato al agua. Al agua del Ebro, claro.
Y os dejo con el gol definitivo. Una imagen vale más que mil palabras.
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