domingo, 27 de marzo de 2016

Bélgica y los papafritas

Francia se ha solidarizado con la vecina Bélgica tras los horribles atentados de Bruselas. La Torre Eiffel se iluminó con los colores de la bandera belga, se pusieron velas y flores y hubo manifestaciones espontáneas de solidaridad. Además la Red se llenó de gestos de cariño hacia el pueblo belga y las patatas fritas, el punto fuerte de la gastronomía belga junto a los mejillones, la cerveza, los gofres y el chocolate, se convirtieron en un icono de ese apoyo.

Verdaderas patatas fritas belgas

Aunque a mí me ha venido a la cabeza la expresión argentina papafrita, que inmortalizara Mafalda, y que significa tonto. Y este significado se podría aplicar a la policía belga, a los servicios secretos, al Gobierno y hasta a toda la clase política del país. Aún recuerdo cómo, hace unos años, todo el mundo comentaba que en Bélgica no había gobierno y el país seguía funcionando: un país pequeño, bien organizado, con una economía potente, una administración eficaz y una ciudadanía cívica puede funcionar bien sin necesidad de un gobierno. Fueron muchos particulares y medios de comunicación, incluidos los llamados serios, los que alabaron esta situación como se puede ver aquí, aquí, en este link y en este otro. Pues bien, en ese tiempo también estalló la guerra de Siria y muchos fueron los habitantes de Bélgica, nacionales y extranjeros, que se fueron a combatir allí y a recibir instrucción militar y terrorista. Nadie hizo nada para evitarlo y mucho menos para impedir el regreso y la actividad terrorista de estos individuos a pesar de los avisos de otros países. Ahora sabemos que Bélgica ha sido la puerta de entrada, coladero más bien, de yihadistas: los que atentaron en París, los que han cometido esta última atrocidad y los que andarán por ahí organizando el próximo ataque en cualquier otro lugar. De momento, queda claro que los responsables de la seguridad y la inteligencia belgas no han hecho muy bien su trabajo. Ya se empieza a hablar de la mala organización, la falta de infraestructura, los recortes, los errores en el seguimiento... Todo ello con consecuencias gravísimas: pérdidas humanas e incontables heridos así como grandes daños económicos (en París, el turismo aún no se ha recuperado) y multitud de inconvenientes prácticos que sufrimos cada día los ciudadanos. Y todo lo anterior está sucediendo por culpa de los políticos belgas que antepusieron sus intereses partidistas al buen funcionamiento de su país, por su egoísmo y cortedad de miras, por su incapacidad para llegar a un acuerdo y resolver una situación de atasco político provocada por unos resultados ajustados en las elecciones. Así que de Bélgica, me quedo con las patatas fritas pero no los papafritas.


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