El espectáculo nos espera y la puerta se ilumina con el azul, blanco y rojo del bandera nacional
Todo listo
Para comenzar, la elección fue Tokyo-París y lo representó un dúo formado por Momo Kodama (piano) y Deborah Nemtanu (violín) que interpretaron piezas de Hosokawa, Yamada, Yashiro, Ravel y Debussy. Para su actuación Nemtanu tocó un vioín de 1740 creado por Domenico Montagnana y prestado para la ocasión.
Nemtanu y Kodama recibiendo los aplausos del público
A continuación, en otra sala la artista brasileña Flavia Coelho interpretó cuatro canciones de su último disco acompañada de músicos de Les Salads, una curiosa formación que agrupa músicos de conservatorio y de pop. En esta sección, dedicada a Río, muchos espectadores como yo, se pusieron a bailar al son de los ritmos heterogéneos de samba, blues, reggae, jazz, ska... que conforman la música radiante, alegre y sensual de Coelho.
Flavia Coelho y Les Salads
Como plato principal en este menú musical, la Orquesta de Jóvenes del Conservatorio de París dirigidos por Xavier Delette interpretaron piezas provenientes de las tres ciudades anfitrionas de los Juegos. Como solistas invitados, la soprano Annaëlle Le Goff y el violinista sirio Bilal Alnemr completaron la noche. La joven cantante interpretó junto con la orquesta, y micrófono en mano, varias canciones cariocas como La Garota d'Ipanema o Manhã de Carnaval entre otras. También Alnemr realizó sus solos en el Orfeo Negro y Scaramouche. A continuación, le tocó el turno a Tokyo con la Suite Sinfónica de la Princesa Mononoke cantada, pero esta vez sin micrófono, por Le Goff. De esta manera, los espectadores pudimos apreciar su voz en toda su belleza, técnica y potencia, mucho mejor cantando como lírica que como cantante ligera. Para finalizar, Alnemr volvió al escenario para interpretar la Tzigane de Ravel, creada expresamente para los Juegos Olímpicos de París de 1924, y La Gloire de mon père de Cosma. En sus intervenciones, el solista utilizó un violin de 1680 de Giovanni Batista Grancino y otro de Pierre Barthel.
Perdón por la mala calidad de las fotos pero estaba muy lejos y la luz era escasa. La cámara de fotos y la fotógrafa tampoco son gran cosa.
Para finalizar, hubo un pupurrí musical de Les Salads y Flavia Coelho y, también, un cóctel para agasajar a los invitados y, como suele ocurrir en estos casos, la gente se abalanzó hacia los mostradores para intentar cazar el mayor número de canapés y bebidas. Casi pierdo un ojo mientras intentaba pedir una copa de vino. Por supuesto, no hice fotos del ágape porque las bandejas se vaciaron en décimas de segundo: bastante tenía con no morir arrollada por la turba de hambrientos que interceptaban a los camareros. A pesar de estos pequeños incidentes, la noche fue magnífica.
Una multitud se agolpó aquí delante para zamparse los canapés en menos que canta un gallo
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