jueves, 28 de julio de 2016

Las playas de París

Si antes digo que ha llegado el verano, antes se va. Hemos vuelto a los cielos grises, las brisas puñeteras, las temperaturas otoñales... Ahora que había pasado la Eurocopa, el Ayuntamiento había decidido abrir las denominadas playas, unos espacios abiertos junto al Sena y los canales donde poder tumbarse a tomar el sol y donde se desarrollan diferentes actividades al aire libre. Pues bien, no va ni Perry. Es lógico. ¿Quién va tumbarse a tomar el sol si no hay sol? ¿Quién se va a quedar en bikini a 25 grados y con vientecillo? Eso por no hablar de la lluvia: todas las semanas llueve un par de veces. Es una pena porque en el canal de Ourcq se pueden alquilar piraguas y kayaks y hay un montón de actividades para los niños. En fin, si no siempre podemos ir a la terraza de Le 25º Est y tomarnos una pinta de cerveza que durante la hora feliz sólo cuesta 3'50€. 



Hamacas y actividades vacías, pero en la terraza siempre hay gente

lunes, 25 de julio de 2016

Paula Modersohn-Becker: la intensidad de una mirada

El mismo día que visité la exposición maravillosa de Albert Marquet, vi también la retrospectiva de Paula Modersohn-Becker, una de las primeras pintoras expresionistas alemanas. Aunque tuvo grandes influencias de la colonia de artistas de Worpswede, uno de sus puntales de inspiración fue Cézanne cuando éste aún no era conocido, en torno a 1907, durante un viaje que realizó a París. Aquí también asistió a la exposición de los nabi que también la marcó profundamente. Resulta muy interesante ver esta exposición justo después de haber visitado la de Marquet y felicito a los comisarios del Museo de Arte Moderno por haberlas organizado simultáneamente. Si con Marquet veíamos paisajes, con Becker los protagonistas son los retratos; el francés es impresionista y utiliza colores fríos como verdes y azules, la alemana es expresionista y emplea colores cálidos como marrones y rosas. Marquet tiene una técnica impecable y su pincelada es larga y plana; Becker, en cambio, es una artista casi naïve de pincelada pequeñísima y dinámica. Son dos artistas bastante contrapuestos pero tienen en común la singularidad de su pintura, la creación de un universo personal que destaca sobre otros pintores contemporáneos. Esta temporada de exposiciones está llena de pintores muy especiales, únicos, como el ya visto Amadeo de Souza Cardoso. Por desgracia, no se pueden hacer fotos pero os dejo este enlace para que veáis algunas de sus mejores obras.



Paula Becker se casó con el también pintor Otto Modersohn, de ahí, que adoptara el apellido de su marido y sea conocida por el nombre compuesto. A pesar de haber vendido sólo dos cuadros en vida, fue muy importante como precursora del expresionismo y tiene un museo dedicado en Bremen. Como nota técnica hay que destacar que empleaba como pintura una témpera sintética de la empresa Wurm que mezclaba una parte de pintura al agua y otra parte de pintura al óleo. La textura es bastante diferente a otros cuadros pero a esto hay que añadir que el secado de la pintura es más rápido que un óleo convencional de modo que, si la pincelada está cargadita de pintura y después se pasa otra vez el pincel, quedan pegotones removidos por todo el cuadro. Con la pintura al temple, es lógico dar pinceladas pequeñas y los expresionistas y otros postimpresionistas solían emplear mucha cantidad de pintura en sus cuadros: es una pincelada muy expresiva y violenta porque pintaban con gran pasión. Algo parecido pasa con Van Gogh y otros contemporáneos, pero en el caso de Paula se dan las dos características y su pintura nos transmite la fuerza y la rapidez con que la aplicaba. También así se explica que fuera tan prolífica: falleció a los 31 años víctima de una embolia debida a complicaciones en el parto de su única hija pero dejó más de 150 obras. Si queréis conocer más detalles de su vida y carrera artística podéis ver esta entrada.

Así como la exposición de Marquet era preciosa no sólo por las obras sino también por las instalaciones, la de Modersohn-Becker, por desgracia, cuenta con salas mucho más pequeñas, está bastante mal iluminada y la visita no fluye como en la otra. Pero, no importa porque sus obras valen la pena. Además, en esta ocasión, el título de la exposición sí resulta acertado porque en la pintura de Modersohn-Becker lo importante es la mirada de la artista no tanto otros factores como los temas o la técnica.



Empezamos el recorrido con una sección llamada París 1900 en la que vemos sus primeras obras realizadas en pastel, aún no había conocido las témperas Wurm, y sobre planchas de cartón. Las explicaciones de esta parte son un poco largas pero os recomiendo que vayáis al grano y os dediquéis a admirar más los cuadros y a leer menos, por ejemplo, hay un Don Quijote magnífico, mejor admirarlo que leer el folleto de la visita. Ya he hablado de esto con anterioridad: unas explicaciones demasiado largas sólo consiguen aburrir al visitante, al que conoce lo que va a ver porque le cargan y al que no, porque le llenan de datos que no puede asumir. 

A continuación, vemos las obras inspiradas por los artistas de la colonia de Worpswede, retratos y paisajes en su mayoría, realizadas en madera, y en las que predominan los fondos azules y verdes. Así pasamos a otra sección donde los protagonistas son los niños y los cuadros, tela sobre madera, se llenan de colores cálidos. A partir de ese momento, la exposición se centra en la mirada de la pintora, en la intimidad que esas obras muestran de una forma personalísima. Aquí vemos también la evolución de su pintura, la pincelada minúscula, el fondo casi seco pero las figuras llenas de témpera como si le saliera a borbotones. A veces, parece incluso que la pintura está extendida cuando está casi seca como se puede ver en la siguiente sección en la que se muestran representaciones de madres e hijos.


Después hay otro departamento pero en él no se exponen cuadros sino fotos y cartas de su marido Otto Modersohn y de sus amigos como Clara Westhoff, su mejor amiga, el escultor Auguste Rodin, marido de la anterior, el poeta alemán Rilke y otros. También hay varios libros y diarios personales.
Tras esta pausa, la exposición continúa con autorretratos aunque realizados ya en un estilo más fauve, algo cubista, algunos bocetos de sus obras y más fotografías para finalizar con varias obras de naturalezas muertas en las que la pincelada es más amplia y sus obras de madurez en las que emplea colores más salvajes. Acabamos el recorrido con un documental en el que se habla de su vida, su trabajo y de su fallecimiento, un mes después de dar a luz a su única hija, a causa de una embolia, justo cuando comenzaba a despuntar su carrera y había cumplido su sueño de ser madre. Por lo visto, sus últimas palabras fueron "qué pena". Y yo digo lo mismo: ¡qué pena!

sábado, 23 de julio de 2016

Albert Marquet: Pintor del tiempo suspendido

Hace mucho tiempo que quería hablaros de esta maravillosa exposición que se celebra en el Museo de Arte Moderno de París y que podéis visitar hasta el 21 de agosto. Aunque la vi hace algún tiempo, entre inundaciones, huelgas, fútbol y ataques terroristas, no me encontraba con ganas de escribir sobre arte y belleza, aunque ambos son elementos que nos ayudan a seguir adelante y a encarar la vida con optimismo.

Debo hacer notar que el nombre de la exposición que nos ocupa me parece un poco ridículo. Se trata de una retrospectiva de la obra de Albert Marquet, pintor impresionista cuyas mejores obras son paisajes de agua tales como lagunas, riveras de ríos y puertos, pero no tiene mucho sentido llamarlo pintor del tiempo suspendido: todos los cuadros representan un momento suspendido, un instante inmortalizado. Marquet es, sin duda, el pintor del agua; incluso sus coetáneos, como su amigo Matisse, lo llamaban "nuestro Hokusai". No importaba el lugar: desde la laguna de Venecia a los puertos del norte de África o los ríos de Alemania y Suecia, Marquet representaba el agua como una lámina en la que los barcos quedaban en suspensión, acompañados de sus propias sombras bien definidas. Para los impresionistas, las sombras no eran negras ya que decían que el negro no existe en la Naturaleza, de modo que usaban el marrón o el violeta, contrario del amarillo para crear las sombras.



En el caso concreto de Marquet, su color fetiche es el azul, el color del agua, pero también emplea los verdes, contrastes de ocres y amarillos, marrones y el violeta suave o malva para las sombras. No utiliza el gris para sus paisajes (lo reserva para sus pinturas de ciudades) aunque sí escalas de blancos de su pintura mate, nunca brillante, pero matizada gracias al ocre y los diversos amarillos. Marquet había pertenecido al movimiento fauve, pero no era un fiera del color sino que apreciaba los matices dentro de una misma escala. Además destacan la buena calidad del dibujo, algo difícil dentro del impresionismo, y la pincelada suave, casi plana.

Marquet era un gran viajero y visitó muchos países para pintar siempre las mismas cosas: agua, mar, ríos, lagos... pero también ciudades en algunos momentos. La exposición está organizada por temáticas y me ha encantado. Es una lástima que no se puedan hacer fotos para que os pueda enseñar lo bonita que es, de hecho, me gustó tanto que antes de salir, volví a entrar y la vi por segunda vez. Si queréis ver algunas de sus obras podéis entrar aquí.

 

Al entrar, vemos sus comienzos fauve con colores muy llamativos en cuadros de retratos y desnudos y otra sala con bocetos y dibujos. A partir de ahí, comienza lo que denominan la fábrica de paisajes en la que utiliza tonos pasteles y la sección llamada Un fauve en Normandía donde pasa a usar mucho morado para representar las aguas y cielos de aquella región. Continúamos con escenas de puertos de diferentes lugares de Europa: los del norte, oscuros; los de Nápoles, más cálidos y luminosos. Pero uno de los apartados más interesantes de la exposición, la dedicada a París y el Sena con dos grandes estrellas: la catedral de Notre-Dame ylos muelles, ambos en tonos grises y marrones. Los cuadros aquí expuestos son maravillosos y representan las diferentes estaciones y también el día y la noche en diferentes perspectivas de Sena.

Ya pasada la mitad de la exposición nos encontramos con obras menos grises, más coloridas, con la naturaleza en todo su esplendor. Algunos de los cuadros son sobrecogedores: vemos lagos, bosques y paisajes reflejados en las láminas de agua como en un espejo que nos enseñan la maestría de Marquet. Seguimos en la exposición con más imágenes de puertos, con la orilla del mar y sus playas, a veces incluso, reflejadas en acuarelas a las que Marquet también era aficionado. De ahí pasamos a la sección más dulce y delicada que tiene por protagonista a Argel la Blanca y en cuyos cuadros volvemos al rosa, al blanco y al azul pastel. Para acabar, hay una sección diferente llamada Desde la ventana, en la que los protagonista son unos mini cuadros que muestran ventanas abiertas y lo que se ve tras ellas. Como os he dicho antes, esta exposición me ha encantado y la recomiendo a todos.




viernes, 22 de julio de 2016

Mis cosméticos de verano

Después de un larguísimo invierno, ha llegado el verano y con él, el sol y, muy pronto, mis vacaciones. Os quiero mostrar hoy tres productos de la marca Corine de Farme, dos de ellos de protección solar, que he empezado a utilizar porque estoy blanquísima: tengo demasiado trabajo, paso demasiado tiempo encerrada y el invierno y la primavera han sido muy grises, sin un rayito de sol para alegrarnos un poco. Así que ahora hay que protegerse bien porque el verano ha tardado mucho en llegar pero lo ha hecho a lo bestia, con un calor sofocante y además acompañado de mucha polución, lo que hace que una simple caminata acabe en agotamiento. He comprado una crema solar con protección 50 de su línea solar con aceite de monoï certificado y 100% natural. Es una crema muy hidratante y, dado su alto índice SPF, hace efecto pantalla total. Me gusta sobre todo la pistola de spray: hace años que compro cremas solares con este sistema de aplicación tan práctico porque de una sola pasada cubren toda la piel y no se desperdicia nada de producto. La crema en sí es muy suave y protege bien pero resulta un poco pegajosa. aunque no más que otras cremas solares.También he comprado una crema de bolsillo de la misma marca con protección 30 y la utilizo para la cara, siempre la llevo en el bolso.



El tercer producto es aceite de monoï puro. El Monoï de Tahití se obtiene a partir de la maceración de once flores de Tiaré (Gardenia Tahitensis) por litro de aceite de copra, el nombre de la pulpa de coco (Cocos Nucifera). A continuación, se procede a la filtración del producto para su purificación. Aunque no es muy conocido en España, aquí en Francia se encuentra en todas partes. El producto debe llevar la certificación de denominación de origen Tahití y llevar escrito en su etiqueta que es 99% Monoï de Tahití. Parece poco importante pero hubo una época en que se vendían productos falsos bajo este nombre. Además los tarros son siempre de cristal y, a veces, llevan la flor dentro, aunque no en el caso de mi botellita. Me encanta el aroma denso que tiene: es una mezcla entre aceite de coco, flores secas, un poco avainillado, un poco amaderado, un toque de clavo de olor y otro de canela.... indescriptible como todos los aromas. A mí me encanta pero a otras personas, el olor acre de este producto les desagrada. Además, es una fragancia duradera: yo me lo aplico después de la ducha, con la piel todavía mojada, y noto su aroma durante horas. Nutre la piel, la deja suave y aterciopelada. Aunque muchas personas lo usan también para el cabello y como bronceador, yo no lo he empleado con el pelo porque no me gusta usar aceites y, para el sol, no pienso hacerlo ya que me parece una imprudencia; además yo soy blanquísima como una aspirina, todo lo más que cojo es un ligero tono dorado y como siga sin darme el sol, ni eso. Este aceite solidifica a los 25 grados, de manera que en un ambiente fresco está hecho una pasta blanquecina pero con calor, se vuelve líquido. Para utilizarlo en invierno, basta colocarlo encima del radiador o ponerlo al baño maría.


Para finalizar, os voy a hablar de una leche corporal nutritiva que me encanta. Es un producto de Monoprix bio!, la marca blanca de productos biológicos de la cadena de supermercados Monoprix, cuyos cosméticos están certificados por Ecocert. Está destinada a pieles secas y muy secas y es muy suave y ligera, no engrasa nada. Entre sus principales ingredientes están el extracto de germen de trigo (segundo ingrediente en la lista), extracto de manteca de karité, de malva silvestre y de aloe vera, todos ellos provenientes de agricultura ecológica y el 99% de sus ingredientes son naturales, es decir, que no son sintéticos como los derivados del petróleo que tan frecuentemente encontramos en los cosméticos. Además el aroma es muy rico: se nota un fondo de manteca de karité pero rebajado, quizá por el aroma del germen de trigo, ya que la verdadera manteca de karité es muy fuerte y huele muy amarga. Es muy fácil de aplicar, hidrata bastante y no deja manchas ni hace sudar. La única pega que puedo ponerle es que, si paso varios días sin usarla, la tengo que agitar porque se rompe la emulsión y sale un poco de agua por un lado y la parte grasa por otro. Pero, por lo demás, me encanta: pienso repetir, incluso creo que probaré la crema para la cara de esta misma línea. Ya os contaré qué tal.


lunes, 18 de julio de 2016

Matahoata, artes y sociedad en la Islas Marquesas

El próximo día 24 finaliza la exposición del Museo Quai Branly dedicada al arte y la cultura de las Islas Marquesas. Descubiertas en 1595 por Álvaro de Mendaña que las llamó Islas Marquesas de Mendoza en honor al marqués de Cañete, virrey de Perú y su protector, son un archipiélago formado por erupciones volcánicas, con acantilados y playas de arena o de roca. Aunque están situadas en mitad del Pacífico, por allí pasaron los españoles, los portugueses, los ingleses, los norteamericanos... pero fueron los franceses los que se instalaron y colonizaron esta zona.

 Tibor de madera tallada


Ha resultado una exposición muy interesante. Nada más entrar, se nos explica qué son los tiki, representaciones de los antepasados divinizados, pieza fundamental de la cultura marquesana. Otro de los elementos importantes en la cohesión social son los tatuajes ya que forman parte de la identidad social y muestran la pertenencia a un grupo. Pero no sólo aparecen estos tatuajes en la piel humana sino también en las representaciones artísticas como las esculturas de animales, los retales de cuero y los útiles de caza y pesca. A lo largo de la exposición vamos viendo diferentes objetos de su vida cotidiana como armas, aparejos de pesca, joyas y ornamentos, penachos y otras vestimentas, instrumentos musicales, zancos, y útiles pasa fumar como pipas o cajitas tabaqueras. Aunque también hay varios momentos en que vemos a este pueblo desde la perspectiva de los colonos franceses y no desde una óptica científica como suele ser lo habitual en las exposiciones de este museo. En sus notas, los franceses destacan la belleza física de los marquesanos, sus cuerpos atléticos y tatuados y su carácter pacífico. Además, se hace hincapié en la fascinación que la Polinesia despertó en los europeos como poetas y pintores, de hecho, la obra que culmina la exposición es El oro de sus cuerpos de Gauguin, que se ha trasladado desde el Museo de Orsay.
 Representación de un tiki


Además, mientras yo me paseaba por la muestra haciendo fotos y tomando notas, una guía del museo iba contando una historia de los antepasados, cantando canciones y bailando: una explicación interesante y llamativa que gustó mucho a los visitantes. 

 Penacho de plumas

Representación de una tortuga

domingo, 17 de julio de 2016

Amadeo de Souza Cardoso

En esta maravillosa temporada de exposiciones primavera-verano, se me está acumulando el trabajo. Debido a mis horarios laborales y a los continuos problemas que se puede uno encontrar en cualquier momento, tengo algunos artículos pendientes de publicar y algunas exposiciones pendientes de ver. Aunque por suerte pude ver la dedicada a las obras maestras de Budapest, me quedaba todavía una exposición que ha sido enormemente publicitada en París, la dedicada a Amadeo de Souza Cardoso en el Grand Palais y que finaliza este 18 de julio. Páginas enteras a todo color en los diarios gratuitos y en las revistas culturales, estaciones de metro empapeladas con reproducciones de sus obras y carteles publicitarios por doquier. Tanta propaganda hizo que me decidiera a visitarla. Francamente, antes de esta exposición no conocía a este artista portugués pero después de ver la exposición soy una gran admiradora. Su vida truncada tan prematuramente y su estilo tan personal lo convierten en un artista único. Además la exposición está muy bien organizada por secciones de temas y épocas y los carteles explicativos, muy concisos, están escritos en francés, inglés y portugués, la bella lengua natal del pintor y de los nuevos campeones de Europa de fútbol. 

Las características principales de su pintura son las figuras geométricas, líneas rectas en ocasiones combinadas con líneas curvas, el dibujo muy definido, el tamaño pequeño de sus obras, la gran profusión de azules y verdes y el contraste con otros colores, todo ello influido por el arte del matrimonio Delaunay. Aunque ellos no fueron los únicos que marcaron su arte. A pesar de crear un universo absolutamente personal, su arte quedó marcado por elementos tan dispares como las estampas japonesas, el dibujo cubista, los retratos expresionistas, la representación del cuerpo femenino de su amigo y tocayo Modigliani, el folclore portugués, la literatura francesa y la poesía futurista. 

 Influencia de un dibujo japonés en la pintura de Amadeo

 Hombres a caballo y Barcos, con el dibujo muy marcado

Todo lo anterior conforma un recorrido por las vanguardias de finales del siglo XIX y primeras dos décadas del XX pero vistas desde la perspectiva de Amadeo, con su estilo singular, inocente, colorista y alegre. Aunque, por supuesto, su trayectoria no está exenta de contradicciones. La exposición recoge varias frases del artista en su correspondencia con familiares y amigos renegando de las vanguardias y declarando que sus fuentes de inspiración eran la naturaleza, el folclore de su país, las fiestas populares y los objetos cotidianos. Pero eso no impidió que la representación de estos elementos inspiradores se viera influida por las nuevas corrientes pictóricas: renegaba del futurismo en cuanto a pintura pero no en lo relativo a la poesía, se acercaba formalmente a la abstracción pero la repudiaba en sus escritos, no reconocía la influencia del cubismo en su obra pero el dibujo y la perspectiva que introdujo el cubismo se aprecian claramente en sus cuadros. 

 Caballeros, se abandonan las líneas rectas por curvas

 Don Quijote, el clásico español visto por de Souza

Empieza la exposición con algunas de sus obras más naïves y continúa con paisajes reflejados en un cubismo heterodoxo y naturalezas muertas. Después llega un período de madurez en que se muestran figuras humanas como desnudos femeninos o retratos y donde se destaca su faceta como ilustrador y grabador. A continuación, nos detenemos en varias salas donde aparecen obras sencillas pero interesantes como representaciones de canciones populares portuguesas, dibujos de máscaras y una serie de pinturas de instrumentos musicales. Finalmente, las dos últimas salas están dedicadas a sus obras más ambiciosas intelectualmente pero menos honestas a nivel personal, como si las hubiera realizado para causar una gran impresión en los demás más que por deseo propio. En la primera sala, se muestran cuadros organizados en zigzag, en diagonales cruzadas, con muchas referencias cubistas, fauvistas y futuristas. En la última sala, vemos los collages que de Souza creó en sus últimos meses de vida, personalmente, la parte que menos me gustó de la muestra. En este final de la exposición vemos un artista que ya es consciente de su arte, que empieza a ser reconocido y que parece ya más interesado en asombrar que en mostrar el arte que lleva dentro, una persona con más capacidad analítica y mayor dominio técnico pero menos franco en su pintura. No sabemos cómo se habría desarrollado su carrera ya que falleció a los 29 años, víctima de la fiebre española. En todo caso, ésta es una retrospectiva magnífica que nos enseña la carrera de un artista singular e irrepetible tanto en su estilo como en sus intereses. 

 La pelirroja y Fígaro, cuadro inspirado por una canción popular portuguesa

Una frase del pintor

domingo, 10 de julio de 2016

Obras maestras de Budapest

He llegado por los pelos a ver la exposición que el Museo de Luxemburgo acoge hasta hoy 10 de julio: se trata de una selección de obras maestras que han llegado a París debido al cierre temporal por obras de renovación (entre el 16 de febrero de 2015 y marzo de 2018) del Museo de Bellas Artes-Galería Nacional Húngara de Budapest. La muestra está organizada de manera temporal y se divide en siete secciones.

Entrada de la exposición

Empezamos la visita con una pequeña sala dedicada al arte de la Edad Media tardía y otra con dibujos y pinturas del Renacimiento alemán, es decir, la transición a la Edad Moderna de Durero, Cranach el Viejo o Altdorfer entre otros. A continuación pasamos a la que, a mi juicio, es la segunda parte más importante de todo el recorrido: el Cinquecento, el período en el que el movimiento y el dramatismo se apoderan de la pintura. A pesar del nombre, no todo son obras de Tintoretto, Bassano o Veronese sino que también encontramos un buen puñado de obras de los últimos años de El Greco, su etapa más mística, con pincelada nerviosa y figuras más estilizadas que nunca, así como otras de Ribera o Artemisia Gentileschi. Si esta parte representa la Europa católica volcada en la Contrarreforma, la siguiente sección nos muestra la más laica y hedonista Edad de Oro holandesa con sus soberbios bodegones, sus retratos de personajes importantes y las pinturas y dibujos de monumentos. En estas obras, vemos un dibujo bien definido, una gran precisión en la pincelada y un detallismo heredero de los minuaturistas flamencos.

Talla de santa Dorotea
La Anunciación de El Greco

La siguiente parada es una sala llamada Caracteres, que quiere mostrarnos la importancia del rostro en el Arte, y en la que se han escogido varios retratos realizados por artistas de diversas épocas. Los más destacados son el retrato de Manuela Camas de las Heras de Goya y el de Jeanne Duval, amante de Baudelaire, que aparece recostada en un diván, víctima de una hemiplejía derivada de la sífilis que padeció. Aunque el interés de la sala es notable, resulta una transición un poco brusca a la siguiente sección en la que ya se pasa a las tendencias de finales del siglo XIX en adelante. Maravillosas obras de Cézanne, Monet, Millet o Gauguin nos dan la bienvenida y nos llevan a otras de artistas húngaros y austríacos como Oskar Kokoschka, Mihály Munkácsy o Károly Ferenczy. En mi opinión, ésta es la parte más interesante de la exposición, la que la dota de singularidad, ya que vemos el despertar del sentimiento nacionalista húngaro (ahí está el retrato de Franz Liszt) y el estilo de sus pintores patrios influidos por artistas franceses, ingleses, alemanes... pero a la búsqueda de una expresividad propia y personal. Es en esta sección llamada Simbolismo y Modernidad, donde encontramos las nuevas técnicas pictóricas, los nuevos temas y la creación más personal de los artistas. De ahí que la organización haya elegido el cuadro Mujer con jaula de József Rippl-Rónai, que ya anticipa el movimiento nabi dos años antes de que los cabecillas de este movimiento lo invitaran a participar en él, como imagen de la muestra. Esa luz que desprende el rostro y que ilumina todo el cuadro bien vale figurar como cartel.

 Manuela Camas de las Heras de Francisco de Goya

 Jeanne Duval retratada por Manet

 La mujer pintora de Ferenczy

Edad de Oro de Janos Vaszary

viernes, 8 de julio de 2016

Décimo aniversario del museo Quai Branly

El fin de semana del 25 y 26 de junio, se cumplieron diez años de la inauguración del Museo Quai Branly, uno de mis favoritos. Para celebrarlo, se organizaron todo tipo de actividades tanto en el interior del museo como en sus jardines y la entrada fue gratuita. Además, a partir de ahora, el centro se llamará Quai Branly Jacques Chirac en honor al expresidente francés que fue promotor y fundador del mismo. Pero no acaban aquí los homenajes al político conservador sino que se ha inaugurado una exposición sobre su persona y sobre el proceso que condujo a la creación del museo y del que él fue uno de los partícipes.

Para explicar el larguísimo proceso se ha inaugurado una exposición llamada Jacques Chirac o el diálogo entre las culturas. Por su organización, por los temas que trata y por la confluencia de todos ellos en el recorrido final, la exposición nos recuerda un río: fluye, recibe aportaciones y desemboca en una conclusión. Comienza tratando el importante tema de la evolución que la apreciación del arte de los diferentes continentes ha tenido en Europa, desprecio al principio, admiración después. Ese cambio vino propiciado por el paso de la fase de colonialismo con su creencia en la superioridad intelectual de los europeos a la colaboración entre países independientes y al nacimiento de una conciencia cultural universal. Todo ello explicado por secciones como la conciencia del propio valor cultural de estos pueblos, las diferentes representaciones de la divinidad y la influencia de los llamados libros-faro que abrieron el interés en Europa por otras culturas como los publicados por André Malraux, el que fuera ministro de Cultura durante los gobiernos de Charles de Gaulle. Asimismo, hay una sección dedicada al arte moderno que no sólo cambió la forma de entender el arte sino que también se inspiró en los artes tradicionales de estos pueblos como las estampas japonesas o las esculturas de madera africanas. Destacan algunos hitos en esta evolución como la exposición de Arte Degenerado que el gobierno nazi organizó en 1931 y que triplicó el número de visitantes de su coetánea exposición de arte alemán ario, la apertura del Museo del Hombre de París en 1947, la creación del Museo de de artes africanas y oceánicas de Marsella o la sobrecogedora interpretación del himno nacional francés por parte de la mezzosoprano norteamericana Jessye Norman en los fastos organizados por Mitterrand para la celebración del segundo centenario de la toma de la Bastilla.

Orgullo de la negritud de Wifredo Lam
Cabeza de niño de Constantin Brancusi

Cosmología inuit de Paulosee Kuniliusee, esculpida en una vértebra de ballena

Todos estos aspectos confluyen en la biografía, hagiografia en ciertas partes, de Jacques Chirac que supone el último tramo de la muestra. Vemos pasar la infancia, adolescencia y primeros años de juventud de Chirac. A continuación, se nos hace el retrato del hombre culto y refinado que era: cómo nació su interés por las culturas asiáticas después de una visita al Museo Guimet, su conocimiento del mundo árabe y africano así como el nacimiento de su gusto por las culturas americanas precolombinas y de las culturas de los pueblos del Polo Norte. Fue decisiva su contribución en la creación de un departamento de Artes de África, Asia, América y Oceanía, germen de lo que más adelante sería el Museo Quai Branly, y otro de Arte Islámico, ambos en el ala Denon del Museo del Louvre. Y, por supuesto, fue el gran promotor del Quai Branly que ahora le rinde homenaje. En la exposición también se hacen continuas referencias a la carrera política de Chirac aunque bastantes menos de las que esperaba, quizá para no levantar polémicas. En cuanto a la muestra en sí, estará abierta hasta el 9 de octubre y la recomiendo a todos: no es necesario conocer el personaje ni su trayectoria. Al tratarse de una exposición polifacética y muy variada en la que podemos encontrar desde un cuadro de Picasso hasta unas máscaras de teatro japonés pasando por un retablo gótico o esculturas africanas, no satura y se ve a gusto sin resultar recargada y eso a pesar de las excesivas explicaciones, como siempre, del Quai Branly.