miércoles, 10 de enero de 2018

Derain: la década prodigiosa

Parece que el mundo de la cultura se ha puesto de acuerdo para rendir homenaje al pintor André Derain. Primero fue el MAM poniendo en relación su trabajo con el de sus amigos Balthus y Giacometti y, ahora, es el Pompidou el que dedica una exposición a la década más creativa y experimental del pintor.

Con razón a la entrada de la misma nos explican que veremos el Derain inventor, descubridor, una especie de Colón del arte moderno. La evolución es clara y está bien presentada de manera que se sale de la exposición con una idea precisa y coherente de lo que la organización quería expresar. Este recorrido vital y artístico se desarrolla en diferentes lugares y con diversos compañeros de viaje que se nos van presentando en cada sala. Un acierto de la comisaria Cécile Debray y su equipo a los que hay que felicitar.

Si, en la exposición del MAM, el eje central era la influencia del veterano Derain en dos artistas más jóvenes, aquí el tema es exactamente lo contrario: los intercambios de un joven pintor con autores consagrados como Matisse o con jóvenes rompedores como Picasso o Braque. Todo esto sin contar sus influencias de grandes clásicos como Monet o Van Gogh. Aunque si hay una característica común a lo largo de toda su carrera es su adhesión al realismo: el estilo puede cambiar pero la realidad permanece.

 Árbol, paisaje en la ribera de un río

En esta evolución vemos la gran importancia del color debido a la influencia de los fauves. Estos tomaron de Van Gogh y de Gauguin la idea de emplear colores subidos de tono para huir de la anécdota costumbrista. De esta manera se presentan escenas y lugares normales pero tratados de manera diferente a la tradición para convertirlos en el marco en que el artista expresa sus emociones. Algo que ya vimos en una maravillosa exposición del Orsay y que también aparece en ésta. 

En 1905, hubo dos hechos que marcaron profundamente la trayectoria del joven Derain: su viaje a Collioure y su encuentro con Henri Matisse. Debido a la gran impresión que la luz y los paisajes del Mediterráneo le causaron y a la influencia del viejo Matisse. Un nuevo viaje por el sur de Francia, esta vez a l'Estaque le hacen modificar su pintura hacia un sintetismo próximo a Cézanne.

 Las montañas de Collioure

Posteriormente, realizó un viaje a Londres que le sirvió de base para la realización de 29 cuadros de vistas de la ciudad del Támesis, muy influido en su estilo por la pincelada suelta y cálida de Claude Monet. En estas obras, Derain libera completamente la paleta de color y las líneas de base del dibujo. Esta sección es, sin duda, la más colorida y vistosa de la exposición y una de las favoritas de los visitantes. A mí también me ha impactado esta sala y me han llamado especialmente la atención los tonos luminosos e intensos, como un azulete increíble o los dorados y bronces, empleados para ilustrar una ciudad tan gris como es Londres.
 El muelle Victoria 

También en Londres, visitó varias veces el British Museum, donde descubrió la escultura africana y oceánica. De sus encuentros con sus amigos Matisse y Picasso, también ellos muy influídos por el arte de esos dos continentes, nace y se desarrolla un nuevo estilo, el cubismo. Partiendo de la base ideológica de que la realidad es como un prisma, es decir, una sola pero con muchas caras, los cubistas emplean el primitivismo del arte no europeo para reflejar todas esas diferentes facetas en un solo cuadro. Desaparecen, por tanto, los colores vivos, se recupera el dibujo rectilíneo muy marcado y la perspectiva se multiplica para juntar todas las visiones de una realidad en una sola, oscurecida y simplificada geométricamente, como cristalizada sobre el lienzo.  

 Cadaqués

Su búsqueda de nuevas vías de expresión le lleva al origen mismo del arte: cómo surge la expresión artística. Empieza entonces a interesarse por los dibujos infantiles, los artistas no profesionales (adelantando la pintura naïve) y la pintura italiana tardomedieval. Como ya vimos en la exposición del MAM, Derain se interesó muchísimo por la pintura italiana previa al Renacimiento que él veía como una especie de arte primitivo europeo. Gracias a esta nueva vía de expresión, Derain recupera ideas olvidadas en la pintura de la época como las escenas de grupos, el misticismo, las alegorías y el simbolismo. Además, el dibujo se suaviza, el color se vuelve neutro y cálido y los fondos y la perspectiva se simplifican. Aquí, el artista se embarca en la creación de cuadros de gran tamaño que representan escenas, como La Danza o La Caza, pobladas de ingenuos personajes, con fondos sencillos, en algunos casos de color negro, y en las que ya se adelanta el estilo posterior solemne y monumental.

Durante la Primera Guerra Mundial, nuestro artista fue llamado a filas así que tuvo que interrumpir su actividad creadora pero, paradójicamente, su renombre como artista creció ya que se organizaron varias exposiciones sobre su trabajo, una de ellas a iniciativa de su amigo Apollinaire.Lo que vino después ya es historia: su consagración como artista, su permanente búsqueda de nuevas líneas de expresión y su influencia en otros compañeros de profesión.

La Caza

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