En esta ocasión, pedimos una entrada de huevos mimosa y, como plato principal, mi amigo pidió boeuf bourguignon y yo, uno de los platos del día, parmentier de carrilleras de ternera. Las carnes se deshacían en la boca: el guiso de mi amigo estaba riquísimo, muy sabroso, y mis carrilleras, muy tiernas y bien preparadas, acompañadas de suave puré de patata casero, no de copos. Para acompañar, pedimos un vino blanco Gewürztraminer y vino tinto Languedoc biológico: el primero estaba buenísimo como no podía ser menos de un vino de esta clase, a medio camino entre lo floral y lo especiado, el segundo estaba aceptable, sin más.
Huevos mimosa
Parmentier de carrilleras de ternera
Boeuf bourguignon
Para terminar, yo comí el mi-cuit de chocolate que estaba ligero y tierno, como debe ser. Iba coronado de una teja de galleta sablé y coulis de frambuesa. Mi amigo pidió el babá al ron y lo que le trajeron fueron dos bizcochitos bastante grandes, una montaña de nata montada y la botella de ron pastelero para bañar los bizcochos a su gusto. Me dijo que era la primera vez que le traían el ron aparte. Los pasteles eran consistentes pero, con el ron, quedaron en su punto perfecto de ligereza y la nata era espectacular. Volvemos al principio: algunos privilegiados tenemos un paladar muy sensible y sabemos cuándo algo es fresco y casero y cuándo artificial y congelado. Por desgracia, en París, una gran parte de los restaurantes sirven productos industriales (muchas veces, congelados) así que no hay muchos lugares como el café de l'Industrie. Por eso lo valoro, lo aprecio y vuelvo en cuanto tengo la oportunidad.
Además, es una restaurante con un ambiente muy sano. El servicio es agradable y distendido; las camareras, simpáticas y profesionales que conocen los platos y la clientela, en general, joven y agradable, nada ruidosa.
Baba au rhum
Mi-cuit au chocolat
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