La primera sorpresa nada más entrar es que los carteles explicativos están en francés. inglés y español así que viene muy bien para los hispanohablantes. Queda claro que, como todo artista, Rodin es hijo de su tiempo. A raíz de las corrientes realistas y naturalistas que se desarrollaron tanto en las Bellas artes como en la literatura, Rodin quiso mostrar el cuerpo humano tal y como era pero no en un sentido sólo fisiológico sino también en cuanto a demostración física de unas emociones. De hecho, sus obras son tan naturalistas que los críticos le acusaban de modelar directamente sobre cuerpos humanos. Este naturalismo llevado al extremo de la expresividad conduce al expresionismo y, a partir de ahí, a la búsqueda de nuevas formas de experimentación. Podríamos decir que Rodin fue a la escultura lo que Goya a la pintura: el iniciador de nuevas corrientes artísticas que sobrepasarían su propio arte y la fuente de inspiración de artistas de estilos contrapuestos.
El Beso
La exposición está dividida en tres secciones de las cuales la primera trata del expresionismo. El deseo de Rodin de mostrar los sentimientos y emociones de los personajes le lleva a realizar sus esculturas de una forma muy poco academicista: nada de figuras estáticas ya sean rectas o ligeramente curvadas sino, todo lo contrario, personas en posiciones incómodas bien en contorsión o con los brazos y piernas abiertos. Lo importante no es mostrar el cuerpo humano con una perfección clásica sino como soporte a la psicología y las vivencias del personaje. Todo ello queda encuadrado en una dimensión universalista que va más allá de tiempo y lugar. Esta senda llevará a lo contrario del naturalismo, es decir, romper las proporciones naturales del cuerpo en pos de una exageración, deformación o amplificación de los rasgos para dotar las obras de mayor expresividad.
Esta motivación artística no nos debe hacer olvidar el lado práctico y comercial del Arte. Rodin accedió a exponer sus obras en galerías de marchantes para dar a conocer su obra y una de la más famosas fue la que realizó junto a Claude Monet en la Galería George Petit en 1889. El centro de la misma lo ocupaba su obra Los burgueses de Calais, que llamó la atención del público y de la crítica. También expuso otras obras de tamaño pequeño y mediano y por tanto más vendibles para el público, algunas de ellas partes de La Puerta del Infierno, obra encargada por el Estado francés.
Encontramos algunas obras de sus discípulos (Bourdelle, Turcan...) pero entre los que destaca Camille Claudel, su alumna y amante. La relación entre ambos fue tormentosa y Rodin se portó con ella muy mal: la abandonó, la obligó a abortar un hijo que esperaba de él y además le robó algunas de sus obras, haciéndolas pasar como propias, tal era la maestría de su seguidora sobre todo en el trabajo con mármol. En otra ocasión volveremos sobre esta importante mujer.
El hijo pródigo
A continuación pasamos a la segunda sección que nos muestra otra faceta de Rodin como es la de experimentador. El afán descriptivo lo llevó al deseo de mostrar sentimientos y emociones y de ahí pasó a dejar que dichas emociones se apoderaran del cuerpo representado y de la escultura misma que, a veces, quedaba reducida a una parte sola del cuerpo. Fue una gran renovación de la escultura en todos los sentidos, también el técnico puesto que Rodin dio gran importancia al yeso por lo fácil y maleable que resultaba para la realización de esculturas. En un espacio importante de la exposición está la escultura homenaje a Balzac del que Rodin era gran admirador. En esta parte, hay también un espacio dedicado a la dimensión internacional del escultor como la exposición que realizó en Praga en 1902 y la gran acogida de su obra en Estados Unidos.
Balzac
La Catedral
El sueño
Desnudo femenino con cabeza de mujer eslava en un jarrón de época merovingia
Para finalizar, la tercera sección trata sobre los efectos de su arte después de 1945. La sombra de Rodin es tan alargada que su influencia se extiende durante décadas más allá de su muerte. Aquí encontraremos muchas menos obras del propio Rodin y un mayor número de esculturas de artistas posteriores, muy diferentes entre sí. También es muy interesante esta parte de la muestra sobre todo para aquellos a los que nos gusta el arte contemporáneo. Los artistas de la segunda mitad del siglo XX hacen relecturas muy personales de la escultura, su objetivo y su representación formal. Las obras de Kolbe, César o Giacometti, entre otros, nos enseñan un paso más allá de la expresividad de los personajes que no es otra que la del propio escultor.
Clotho de Camille Claudel
La llamada de la tierra de Georg Kolbe
Torso de César
Cabeza de Paris de Markus Lüpertz
No hay comentarios:
Publicar un comentario