Recientemente ha aparecido en los medios de comunicación una cantinela que se viene repitiendo desde hace un par de años: la cuestión demográfica. No es ningún secreto que España tiene una tasa de natalidad bajísima, de las más bajas del mundo, de hecho. Esto en los últimos años se iba compensando con la emigración pero, al estallar la crisis, muchos emigrantes se volvieron a sus países de origen, muchos jóvenes españoles hemos salido de España en busca de un futuro mejor, la gente cada vez tiene menos hijos debido a la mala situación económica y la esperanza de vida cada vez es más alta lo cual hace que la población cada vez esté más envejecida. Las prospecciones demográficas son francamente desalentadoras hasta el punto de que las pirámides de población previstas para el futuro están al revés: la base es pequeña y la cúspide, ancha.
Esta situación se repite en otros países de Europa aunque de forma algo menos dramática. Por contra, Francia se mantiene como uno de los países donde base y cúspide están bastante parejas. Mientras la natalidad española y de otros países europeos, incluídos los de economías muy pujantes como Alemania, ha descendido notablemente, la francesa se ha mantenido estable a lo largo de las últimas tres décadas en torno a los dos hijos por mujer, muchos años incluso por encima de este nivel. De este modo, Francia lleva muchos años siendo el primero o segundo país con mayor tasa de natalidad de la Unión Europea.
Los motivos son numerosos y no los puedo citar todos aquí. Es evidente que la principal motivación para tener hijos es la estabilidad laboral y económica. Otro motivo relacionado con el anterior es la situación laboral y económica de las mujeres que somos las que tenemos los hijos: poder acceder a la maternidad sin que eso suponga un escollo para el desarrollo profesional no resulta fácil en algunos países. Otra causa son las ayudas sociales a las familias, muy importantes y cuantiosas en Francia, así como la reducción de impuestos por hijos independientemente de la renta de los padres. También ayuda el hecho de tener una escuela pública de calidad con plazas suficientes para atender a casi todos los niños del país, no como en España donde una buena parte de la enseñanza está en manos privadas. A este factor hay que añadir una enorme red de guarderías públicas.
Imagen del patio de un colegio
En fin, hay muchas más causas pero como no puedo enumerarlas todas me quedaré con el hecho de que favorecer la natalidad es un rasgo propio de Francia desde hace siglos. En 1.860, durante el Segundo Imperio, ya se estableció un suplemento familiar de 10 céntimos por día por cada hijo menor de diez años en el salario de los marineros. No hace falta retrotraerse tanto en el tiempo para ver que todos los diferentes gobiernos y formas de Estado en Francia han favorecido la natalidad, siendo Jacques Delors, consejero social en la época de Pompidou, el impulsor de las ayudas tal y como se conocen ahora. Sea por motivos estratégicos, militares, económicos... tener hijos se ha considerado siempre una prioridad nacional. Tanto es así que Francia es uno de los pocos países de Europa donde el crecimiento natural es posítivo, es decir, el resultado de restar el número de fallecimientos al número de nacimientos, es superior al crecimiento por inmigración. Se puede comprobar en estas tablas que os he enlazado que el número de nacimientos y fallecimientos es bastante estable a lo largo de los años: las cantidades varían muy poco.
Menú de una guardería pública
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