Todos los que me conocen saben que soy una enamorada de Japón: de su historia, sus tradiciones, su literatura, su comida... Así que no he podido dejar escapar la posibilidad de visitar la exposición que el Grand Palais dedica a Katsushika Hokusai, dibujante, ilustrador y grabador japonés del periodo Edo. Desde el 1 de octubre al 20 de noviembre y del 1 de diciembre al 15 de enero de 2.015 se pueden contemplar las magníficas obras de este artista. Cabe destacar que la exposición es fantástica y está muy bien organizada en torno a las diferentes etapas de su larga producción artística. Un bravo para el comisario de la exposición y su equipo. No puedo decir lo mismo del resto de la organización del Grand Palais: si no lleváis entrada o abono ya os podéis olvidar de la visita porque hay una fila para personas sin entradas pero, en la práctica, esa gente acaba marchándose. ¿Por qué? Sólo permiten el acceso a quienes no llevan entrada cuando se han vaciado las filas de grupos organizados y de particulares con entrada ya comprada con lo cual una persona puede esperar más de dos horas y no tener asegurada la visita. Sinceramente, me parece tercermundista, y hasta cruel, tener una fila de gente esperando durante horas a la intemperie y luego no dejarla entrar porque, evidentemente, siempre habrá alguien en las otras dos filas. Podrían dejar entrar personas de dos en dos para que no se acumulara gente ni dentro ni fuera del recinto o, si tanta preferencia quieren dar a los que vienen con su billete de casa, pueden prohibir la entrada sin compra previa.
En cualquier caso, los disgustos no se acaban aquí: esta muestra ha levantado tanta expectación que las salas están llenísimas de gente que se apiña en torno a las obras y no se pueden apreciar bien. Además, los visitantes compran las audioguías para enterarse mejor de lo que están viendo de manera que se forman tapones en torno a las obras más importantes. No me gustan las visitas guiadas ni mucho menos las audioguías o videoguías: las primeras porque me hacen sentir como un borrego, las segundas porque parecemos autistas y las encuentro poco higiénicas (quienes hayan padecido alguna infección de oído, lo entenderán), las dos porque dan demasiada información que la gente ni necesita ni entiende. A los cinco minutos de salir de un exposición, la mayoría no se acuerda de casi nada de lo que le han explicado, algunos ni siquiera lo han entendido y es que las explicaciones de los museos están preparadas por expertos que, a veces, olvidan que no todo el mundo sabe tanto como ellos. Al menos, a un guía de carne y hueso se le pueden hacer preguntas; a un aparato, no.
Para finalizar, otro problema de la exposición es querer ver todo con detenimiento: algunas obras son de pequeño tamaño y están colocadas en vitrinas de manera que no se ven del todo bien, sobe todo, en la parte correspondiente al piso inferior. El público, o al menos así lo veo yo, pierde mucho tiempo con los cuadernos y grabados de la primera planta de manera que se cansa y cuando sube al piso superior, que es donde están las obras más importantes y además de tamaño más grande, pasa corriendo pues ya se ha saturado. Mi consejo, obviamente, es dedicar algo de tiempo en la primera parte de la muestra para hacerse una idea general de esas épocas y llegar a la segunda parte de la exposición con la cabeza fresca para disfrutar de las obras mayores de Hokusai.
En algunas exposiciones del Grand Palais está prohibido hacer fotos, la de Hokusai incluida, así que os dejo fotos del exterior y del catálogo. Como veis, la puerta de acceso es la que da a los Campos Elíseos juanto a la parada de metro Champs Elysées-Clemenceau.
Exteriores del Grand Palais, vacío y lleno de gente.
Los alrededores están decorados con una flor muy japonesa, el crisantemo, la flor del emperador. De hecho, el trono imperial se llama Trono del Crisantemo.
Las librerías no han dejado escapar la oportunidad de ofrecer libros sobre el ilustrador y sobre el dibujo japonés en general.
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