jueves, 2 de febrero de 2017

Presuntas culpables

Me ha resultado muy interesante la exposición de los Archivos Nacionales sobre los procesos judiciales e inquisitoriales a mujeres. Se parte de la base de que muchos de ellos eran exclusivos de mujeres: se las acusaba de delitos específicos que no existían para los hombres y se las interrogaba, torturaba y condenaba de una manera especialmente humillante. El recorrido está organizado de forma cronológica y dividido en cinco secciones. Por desgracia, no se pueden hacer fotos pero hay tan poca luz que, igualmente, no habría podido publicarlas.

Cartel de la exposición

En primer lugar, encontramos los procesos de brujería. Hay varias actas de la Inquisición en francés antiguo y en unas pantallas aparece la traducción al francés moderno. También está los interrogatorios de Juana de Arco quien fue capturada por los borgoñones, enemigos del rey de Francia, y quemada viva por hereje. En muchas ocasiones, hay testimonios de los vecinos que acusaban a estas pobres mujeres de aquelarres, relaciones sexuales con demonios, canibalismo de niños y otras locuras con la intención de apropiarse de sus bienes ya que los delatores recibían como compensación una parte de los bienes confiscados a las víctimas. En algunos casos, las mujeres acusadas de brujería tan sólo eran las matronas de su pueblo o ciudad de modo que ayudaban en los embarazos y partos pero también practicaban abortos. Muchas veces el poder político no veía con buenos ojos estas actividades, sobre todo, en período de guerra o postguerra en que era deseable un incremento de la natalidad. De esta manera, en algunos países como Francia, la persecución de estas mujeres fue cuestión de Estado y la acusación de brujería, la excusa recurrente para eliminarlas. Hay descripciones de los interrogatorios y de las torturas sufridas por las acusadas y también la explicación de una práctica vejatoria que era la búsqueda de la marca del diablo. Para ello, un tribunal compuesto exclusivamente por hombres, las obligaba a desnudarse, las depilaba y rapaba la cabeza y las examinaba concienzudamente. Algunas víctimas de esta práctica explicaban que habían sufrido tocamientos, mordiscos y otros actos de abuso sexual.

La siguiente sección trata de las envenenadoras. El asesinato por este método eminente femenino era condenado con mucha más dureza que la violencia masculina porque el envenenamiento conlleva premeditación mientras que una muerte por agresión puede ser espontánea. Yo sabía que el veneno era usado por las mujeres por su debilidad física mientras que en la exposición se hace hincapié en que se consideraba un ejemplo de inferioridad moral de la mujer: se decía que los hombres hacían correr la sangre pero las mujeres la corrompían. Nuevamente, vemos varias actas de interrogatorios y archivos policiales en que se acusa a la mujer de muertes de familiares. En algunos casos, puede ser cierto el asesinato pero en otros es difícil saberlo. En épocas con condiciones higiénicas inexistentes, enfermedades desconocidas, utilización de productos tóxicos sin ningún control y sin medios de investigación forenses como los de ahora, me temo que muchas fueron acusadas falsamente y condenadas sin pruebas.

Continuamos en la exposición con otro delito femenino: los infanticidios. En esta parte, aparecen varios documentos que nos explican que algunas mujeres ocultaban los embarazos y partos por miedo a la condena social ya que habían quedado encinta a causa de una violación o un incesto. La mayoría de estas chicas eran pobres y analfabetas y la sociedad las consideraba culpables de la situación. A veces, se intentaba practicar un aborto pero no siempre era fácil encontrar quien lo realizara con garantías: muchas de ellas morían en la intervención. Vemos en esta sección un edicto de 1556 por el que se obligaba a las mujeres a declarar el embarazo y el parto lo que llevó a muchas, de nuevo, a esconderse. Se produjeron partos clandestinos en soledad, con las complicaciones de salud que eso puede tener para la madre y el bebé, así como abortos y abandonos.

La siguiente sección está dedicada a las petroleuses. Éste es el nombre que recibieron las defensoras de la Comuna porque empleaban petróleo para provocar incendios. Al tratarse de un período más reciente, además de las actas policiales y judiciales, vemos también fotografías de estas chicas que aparecen vestidas como hombres. Un total de 1051 comuneras fueron detenidas y procesadas. Sus condenas fueron similares a las de los hombres pero disfrutaron de menos derechos procesales y tuvieron que responder a preguntas de su vida íntima, lo que no ocurría con sus compañeros de lucha. Destaca entre ellas, Louise Michel, llamada la virgen roja, que tiene una plaza dedicada en Montmartre. 

Los interrogatorios sobre la vida privada también fueron una constante para las mujeres que aparecen reflejadas en la última parte de la exposición: las traidoras de la II Guerra Mundial. Lo de traidor ya es de por sí un concepto muy ambiguo porque recordemos, como ya vimos aquí, que los franceses entregaron su país a la Wehrmacht así que traidor podría ser cualquiera que tuviera el más mínimo contacto con los alemanes en una Francia que estaba ocupada por ellos. De nuevo, las mujeres sufrieron una situación que no padecieron los hombres: fueron interrogadas sobre aspectos de su vida privada como sus relaciones afectivas y sexuales, sus sentimientos, su familia... de tal modo que el 26% de colaboradores condenados fueron mujeres cuando, normalmente, sólo entre el 5 y el 10% de los delitos eran cometidos por ellas. A veces, estas mujeres entraban en relación personal, amistosa o amorosa, con los alemanes para obtener ciertas ventajas materiales ya que los miembros del Ejército del Reich disfrutaban de unas comodidades (comida, calefacción, ropa...) impensables para el resto. Otras veces se trataba de meros intercambios comerciales: vemos un acta de procesamiento de una mujer condenada por haber vendido cinco jerseys de lana que ella misma había tricotado a unos soldados alemanes. En otros casos, sí hubo una verdadera colaboración política como delaciones de resistentes o delincuentes. Una vez acabada la guerra, las sospechosas de colaboración fueron sometidas a la tonte, literalmente, al esquilado. Se les rapaba la cabeza en la vía pública entre insultos y gritos. Era una forma de castigo social pero muchas de las mujeres que sufrieron la decalvación luego no fueron condenadas por ningún tribunal legal así que, nuevamente, el castigo y la humillación pública a las mujeres era un chivo expiatorio que no sufrían los hombres. Aparecen en esta sección las actas de los procesos a las artistas Arletty y Corinne Luchaire. La primera participó en varias películas alemanas ambientadas en el París ocupado y vivió un romance con un oficial del Reich en la vida real. En su defensa dijo: "Mi corazón es francés pero mi culo es internacional". A pesar de la ocurrencia, la actriz nacida en Courbevoie, pasó un breve período en la cárcel y después en libertad vigilada. La segunda, había pasado buena parte de su infancia en Alemania y pertenecía a un familia colaboracionista, de hecho, su padre fue condenado a muerte y fusilado por este hecho y varios miembros de su familia estuvieron en prisión después de la contienda. Ella misma fue encarcelada y moriría poco después de la tuberculosis que padecía desde joven.  

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