martes, 3 de mayo de 2016

Las otras exposiciones de primavera del Palais de Tokyo

Hace dos días, os hablé de la especialísima exposición que tenía lugar en el Palais de Tokyo inspirada en la novela Double Je. Pero no es la única: hay varias exposiciones más que también finalizan el 16 de este mes.

Carteles de las exposiciones

La más destacada, al menos en tamaño, es La aventura de los detalles de Jean-Michel Alberola, un polifacético artista que presenta aquí pinturas, esculturas, instalaciones, vídeos y todo tipo de objetos, muchos de ellos inspirados por la obra de escritores y filósofos. Me han gustado especialmente sus pinturas y uno de sus últimos montajes que recoge objetos comprados por el artista en mercadillos de objetos usados de diferentes países como Corea, Francia, Estados Unidos o Países Bajos.




Diferentes piezas de la colección de Alberola

La otra gran exposición, y mi segunda favorita después de Double Je, es La luz de la luz de los hermanos Quistrebert que se compone de tres partes: una habitación negra con luz negra y cuadros blancos de gran formato, una enorme sala llena de lienzos de diferentes tamaños y tratados con diferentes texturas que giran sobre sí mismos y una pantalla gigante en la que se proyectan varios dibujos en blanco y negro.  



Obras de Florian y Michael Quistrebert

Pero hay otras instalaciones más pequeñas pero también muy interesantes como la realizada en madera por Sarah Favriau, a medio camino entre la escultura monumental y el montaje. Muy curiosa resulta la exposición de Simon Evans de distintas obras realizadas en papel y, muchas veces, papel escrito a mano por el propio artista, todo ello en una sala enmoquetada. En otro rincón de este  antimuseo, podemos encontrar el montaje de vídeo, escultura y artesanía de la californiana Shana Moulton. Y en el entresuelo, el collage de Badalov. 

 Instalación de Sarah Favriau
 
 Obra de Simon Evans

 Parte del montaje de Shana Moulton 

Uno de los collages de Babi Badalov

Pero no sólo podemos encontrar obras en las exposiciones: todo el Palais está lleno de creatividad. También hay graffiti, intervenciones, decoración... y, por supuesto, obra audiovisual. Esta vez, no había conciertos ni happenings pero sí la proyección de dos películas: un cortometraje llamado El Brujo de Louidgi Beltrame y dos largos llamados Koyamaru del antes citado Jean-Michel Alberola, que hablan de la vida tradicional en Japón y que sólo se proyectaban ese jueves. Así que tuve suerte de verlos ya que mostraban lo mucho que ha cambiado la vida rural en Japón usando como hilo argumental el paso de las estaciones, importantísimo en la cultura antigua japonesa y difuminado ahora por la vida moderna. Un lujazo haber visitado el Palais y haber disfrutado con sus propuestas. 


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