Otro libro que he leído por la importancia que ha tenido en la historia de la ópera. Después de Las bodas de Fígaro, le ha tocado el turno a Manon Lescaut, obra del Abad Prévost, que inspiró una ópera de Massenet y otra de Puccini. El libro me ha sorprendido por la modernidad del lenguaje, el estilo directo y fluido y cómo el autor encadena los acontecimientos en una narración doble. En primer lugar, un narrador es testigo del encuentro entre Manon, una prostituta, y el caballero Des Grieux, su enamorado quien la ha seguido para evitar que sea enviada a América junto con otras mujeres de mala vida. Dos años después, este mismo narrador se reencuentra con Des Grieux quien toma la palabra para contar su historia y la de Manon.
En resumidas cuentas, podemos decir que ésta es la historia de la puta y el rufián. Ambos personajes compiten entre sí en materialismo, desvergüenza e inmoralidad. Manon Lescaut es una prostituta y Des Grieux es el hijo segundón de una buena familia de provincias que, entre tomar los hábitos o unirse a una orden de caballería, se decide por integrarse en la Orden de Malta. Lejos de realizar obras caritativas, Des Grieux se enamora de Manon y decide abandonar a su familia y sus estudios para seguirla a París. Allí se instalan los enamorados gastando a manos llenas el dinero de los ahorros de Des Grieux, primero, y el que Manon obtiene de sus clientes, después.
Viven juntos varios episodios rocambolescos en que se dedican al engaño, el robo y la estafa. En algunos momentos, Des Grieux desea reconciliarse con su padre y con Tiberge, su mejor amigo, y siempre aprovecha la ocasión para pedirles dinero. La situación empeora cuando aparece el hermano de Manon con la intención de aprovecharse de los ingresos de su hermana. Como cada vez tienen menos dinero y sus gastos no paran de aumentar, Des Grieux empieza a jugar a las cartas y a apostar, así sea haciendo trampas, para conseguir dinero. Por supuesto, a ninguno de los dos se les ocurre trabajar; la única que trabaja es Manon y ya sabemos a qué se dedica. Al principio, el juego se le da bien pero la ganancia nunca es suficiente para quien no se sabe administrar y Manon y él se compran una casita en Chaillot que, por desgracia, será consumida por un incendio junto con todos los carísimos bienes que hay en ella.
Ocurren muchas más historias y desgracias: sus criados les roban, un rival de juego al que habían ganado mata al hermano de Manon, engañan al anciano señor G. M., etc... Al final, Manon acaba en la Salpêtrière, una especie de cárcel y hospicio para vagabundos y mujeres de la calle, hoy reconvertido en uno de los hospitales más reputados de París (como curiosidad, diremos que aquí falleció Diana de Gales). Para liberarla, Des Grieux soborna, estafa e, incluso, asesina a uno de los carceleros. Lo más llamativo es la manera en que Des Grieux se comporta y cómo cuenta los hechos. No sabemos si es un joven muy inocente o un psicópata: en ningún momento, muestra el más mínimo remordimiento por lo que hace. Al revés, para él todo son fatalidades del destino.
Entre trampas y derroche, Manon seduce al hijo del señor G.M. antes citado y Des Grieux le prepara una trampa para robarle. Esta vez el plan sale mal y los amantes vuelven a dar con sus huesos en la cárcel. El padre Des Grieux llega a París para liberar a su hijo y Manon es condenada a la deportación a las colonias francesas en América. Una vez libre, Des Grieux decide enrolarse en el barco que conduce a Manon a Nueva Orleans. Después de dos meses de travesía, llegan a Luisiana y la fatalidad les sigue persiguiendo. Ya no cuento más pero, sabiendo que ha inspirado dos óperas, os podéis imaginar el desenlace.
A pesar de todas estas desdichas, la novela no se hace pesada, bien al contrario, se lee enseguida, sin parar. Está escrita en discurso indirecto de manera que los diálogos se incluyen en la trama. Probablemente, fue escrita pensada para ser leída en voz alta. Fue una novela increíblemente popular, a pesar de haber sido censurada o, quizá gracias a eso. El nombre de la protagonista, Manon, es desde finales de los 90 uno de los nombres de niña más habituales.
Por encima de todas las aventuras, desgracias y delitos, está el verdadero protagonista de esta historia: el Amor. Lo escribo con mayúscula porque es un elemento de suma importancia. Para estar juntos, Manon et Des Grieux están dispuestos a todo: es paradójico que un sentimiento noble como el amor les lleve a cometer todo tipo de delitos y agravios. A veces, durante el desarrollo de la acción, no daba crédito a todo lo que Des Grieux iba contando que va mucho más allá de lo que aparece en las óperas, que se centran en la parte romántica. Para mí, ha sido una lectura sorprendente y muy recomendable.
Parece que la tragedia trascendió a los propios personajes y llegó hasta el autor, el pobre Abad Prévost. Fue encontrado inmóvil en un bosque y, pensando que estaba muerto, un médico procedió a practicarle la autopsia pero el Abad sólo estaba desmayado y del tajo que le abrieron en el abdomen, esta vez sí, falleció.
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