miércoles, 29 de agosto de 2018

Mayo del 68 francés III: la esclerosis política

Si en mayo del 68 el descontento cundía entre los estudiantes y los trabajadores, también la política estaba en el punto de mira de los ciudadanos. El deterioro vital y político de de Gaulle coincidía con el de la Francia institucional. Años atrás, de Gaulle consiguió instalarse sine die en el poder gracias a los poderes plenipotenciarios que la Asamblea Nacional le otorgó para redactar una nueva Constitución y, por tanto, establecer un nuevo sistema político a su medida, la Vª República.

Estatua del antiguo jefe de Estado vestido con su ropa favorita: el uniforme de general de brigada, el cargo que nunca ejerció

Todas estas circunstancias, calificadas años más tarde como golpe de Estado por François Mitterrand, acabaron con el sistema parlamentario existente, el tradicional en Europa, y crearon un marco legal más parecido al de una dictadura que al de una democracia. El Presidente tiene absoluto control sobre el Parlamento, tanto en la convocatoria de elecciones como en la disolución del mismo, y sobre el Gobierno, al que nombra y destituye a su antojo. Además, el Presidente tiene verdadero poder de decisión en las relaciones diplomáticas, en defensa y seguridad y en todo aquello que se proponga dado que el Parlamento no fiscaliza su gestión sino la del Gobierno. También se definía al Presidente como no responsable de los actos de su labor presidencial, como un presidente de una república parlamentaria o un monarca acartonado, cuando sí tiene capacidad de decisión y muy amplia. Por si no fuera suficiente, el mandato presidencial duraba siete años con un límite de dos elecciones y no se establecía ningún sistema de revocación o destitución del Pesidente, salvo por alta traición o pérdida de las facultades mentales. El primer defecto fue subsanado en la época de Chirac en un ley impulsada por su archienemigo Giscard d'Estaign. La segunda, más recientemente, en la época de Hollande. Con razón decía José Luis de Vilallonga que los franceses elegían un monarca absoluto cada siete años. De hecho, los presidentes son como los emperadores de Japón: las etapas de la Historia reciente de Francia se conocen por sus nombres.

Pero volvamos al 68, la desastrosa política económica de sus gobiernos, sobre todo la decisión de convertir las reservas francesas de dólares en oro, que provocó un crisis financiera mundial, unido al incremento del desempleo y una importante devaluación salarial causaron un gran descontento social. Como vimos en el anterior articulo, las movilizaciones y huelgas paralizaron aún más la economía y produjeron un caos nunca visto en un período de paz. El suministro de bienes de primera necesidad se realizaba controlado por los sindicatos en una especie de administración comunitaria paralela: Mitterrand decía que el Estado había desaparecido y así era. Paradójicamente, el autoritario general hizo una completa dejación de sus funciones al no garantizar a los ciudadanos el acceso a bienes y servicios de primera necesidad.

El discurso por radio desde Londres: junto con el de Juan Carlos I el 23-F, el discurso que más réditos políticos ha otorgado a su emisor

Mientras su primer ministro Georges Pompidou negociaba con los sindicatos que lograron, con los Acuerdos de Grenelle, significativos avances para los obreros, de Gaulle no cede nada del lado político. Y aquí se produjo su gran error, como decíamos al principio, muestra de su propio declive personal: un anciano presidente que se encontró con una situación que no supo gestionar. El decimonónico Charles de Gaulle no hizo absolutamente nada en los primeros estadios de la crisis, lo fue dejando y la situación fue degenerando y, cuando por fin reaccionó, se enrocó en una posición autoritaria e inmovilista. El Jefe de Estado, en su conservadurismo extremo, no estaba dispuesto a hacer ni una sola concesión. Fuera por falta de reflejos, por su carácter marcial o por simple dejadez, no es que la situación le pillara en fuera de juego, es que no sabía ni que se estaba jugando un partido. No se puede dirigir un país como si fuera un cuartel y, cuando hay un problema se pueden plantear soluciones de izquierdas, de derechas, de centro, híbridas... pero no se puede dejar pasar las cosas y actuar como en la Edad Media; que le pregunten a Luis XVI o a Mariano Rajoy.

Reconozco a pecho descubierto, que mi opinión sobre de Gaulle no puede ser más negativa. Aunque hay gente que lo adora y muchos derechistas franceses lo consideran su personaje de referencia, su cambiante actuación durante la Segunda Guerra Mundial, su oportunismo en la Liberación de París, sus intrigas en la postguerra y su golpe de Estado al sistema democrático para crearse uno a su medida, me provocan un rechazo absoluto. De Gaulle supone la instalación de un poder personalista, paternalista y marcial que no existía en Francia antes de él. En el 68 y después de toda una vida en el poder y en sus aledaños, ya se ha convertido en una figura autoritaria y obsoleta para la mayor parte de la población que pensaba que con 10 años de gobierno ya bastaba. Y encima ante una crisis grave, no fue capaz de reaccionar.

Las famosas declaraciones de de Gaulle tras la liberación de París: durante años ocultó que los primeros en entrar fueron los republicanos españoles. Fuera por estrategia patriótica o por su admiración por Franco, se encargó personalmente de tapar la realidad.

Por supuesto, no todo eran detractores: sus fieles organizaron una manifestación de apoyo el 30 de mayo de 1968 en la que participaron sus ministros y muchos alcaldes, siendo la primera manifestación de derechas en Francia desde 1934. "No me retiraré. Tengo un mandato del pueblo y cumpliré con ello", declaró solemne. En efecto, había ganado las elecciones generales por sufragio universal tres años antes pero después de haber pasado seis años como Jefe de Estado elegido por un colegio electoral de 80.000 cargos públicos. Frente a la presión social y política, de Gaulle disolvió la Asamblea Nacional y convocó para finales de junio una elecciones legislativas que ganó su partido. Muchos franceses estaban ya hartos del desorden en el país y el propio de Gaulle dijo que había ganado el partido de los temerosos. Se puede entender de esta manera pero también hay que tener en cuenta que la izquierda en ese momento, y casi siempre en Francia, estaba muy dividida. Aquella apuesta le salió bien pero, unos meses más tarde, se pasó de listo convocando un referéndum para ampliar las competencias de las regiones pero lo perdió. Tras este fracaso, dimitió y abandonó la política. En noviembre de 1970 falleció en su residencia familiar. 

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