domingo, 10 de septiembre de 2017

Rosa Bonheur

Trabajo, trabajo, trabajo,... y un día una compañera estupenda llamada Laura me dice que hay que aprovechar los pocos rayos de sol que hemos tenido este verano. Una tarde de paseo después del curro acabamos en los muelles del Sena para tomar unas copas que se acabaron convirtiendo en una merienda-cena. El lugar elegido fue Rosa Bonheur: uno de los barcos amarrados junto al puente Alejandro III. Siempre que vengo a este bar me lo paso genial: buen ambiente, camareros simpáticos, precios asequibles y buena comida, desde bocadillos y pizzas hasta quesos, embutidos, patés y foies y varias clases de conservas de pescado y marisco. También tienen dulces para los más golosos.

 Vista del exterior
Vista del interior
 Queso de oveja, rillettes de pato, pastelito de chocolate, bebidas y abundante pan

¿Qué más se puede pedir? Buena música, que también la tiene, y no demasiado alta para no entorpecer las conversaciones. Además de los toneles decorados y la terraza al sol, el barco es superchulo y tiene unas vistas preciosas al puente.

Lo más curioso es que el barco se mueve un poco cuando pasan los cruceros que van por el Sena pero, al rato, una se acostumbra. Lo mejor es que al volver a casa, me mareaba subiendo las escaleras. Cuando se pasa mucho tiempo en un barco en movimiento, luego parece que la tierra firme se mueve: no, no es por las copas, es por los líquidos del oído. Mis amigos que han trabajado en los Bateaux Mouches lo saben bien. Una tarde estupenda en un lugar fantástico al que espero volver pronto.


Toneles decorados

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