Retrato del artista sobre fondo rosa: la yuxtaposición de capas, la blusa de trabajo y la barba frondosa evocan el autorretrato de Pissarro en la misma época.
El maestro Cézanne es la fuente de la que nacen varias de las
vanguardias posteriores y el punto de partida de muchos de los pintores
que siguieron. "Soy el primitivo de un nuevo arte. Tendré, lo presiento,
continuadores" escribió a Émile Bernard en 1904 en una frase que recoge
la exposición que le dedica el Orsay hasta este domingo 24 de septiembre. Tenía
toda la razón ya que se le considera el padre de la pintura moderna.
Aunque dicha exposición es muy pequeña y se centra en su faceta de
retratista, sí vemos claramente los rasgos que otros pintores tomarían
para desarrollar sus obras.
Tiene especial importancia
que el objeto de esta exposición sean los retratos puesto que para
Cézanne "La finalidad del arte es la figura", así escribió a Vollard. En
los retratos, tanto de otras personas como de sí mismo, vemos esa
búsqueda de la perfección de la figura pero no de forma academicista
sino mediante el empleo de un nuevo lenguaje expresivo. Al igual que
Goya, del que era un gran admirador, Cézanne abre varios caminos que
otros continuarán desde los artistas nórdicos a los fauves pasando por
los impresionistas.
El chico del chaleco rojo. El chaleco del niño rompe la monotonía, es el centro de atención.
Ya vimos hace unos días
que su influencia superó largamente su propia época como cuando
Giacometti reconoció que Derain era el pintor que más le apasionaba y que le
había aportado más después de Cézanne. Igualmente
tuvo una gran importancia para los pre-expresionistas
y los expresionistas, los fauvistas por el uso impactante del color y
los cubistas por la renovación en la presentación de las formas y de la
perspectiva.
Su pintura nos recuerda, de alguna
manera, a un rompecabezas, ya que se componía de áreas de
color planas, aplicadas con pinceladas geométricas, que se juntaban
entre sí hasta cubrir toda la superficie del cuadro, en una perfecta
comunión de color y dibujo, de fondo y forma. También destaca su
renovadora visión de la perspectiva, en diversos planos coordinados que
dan una profundidad diferente a sus obras.
Hombre con los brazos cruzados. Vemos la gran importancia de los colores oscuros y un dibujo todavía muy marcado.
Retrato de Gustave Geffroy. Diferentes planos yuxtapuestos para crear una nueva perspectiva y formas geométricas: el cubismo ya está en marcha.
Aunque sus
primeras obras se caracterizan por los colores oscuros y la pincelada
espesa, Cézanne fue variando su estilo progresivamente, olvidando el
romanticismo de los artistas del pasado y anhelando la representación de
la vida
contemporánea, sin idealizaciones, y alejándose del academicismo, muy en
consonancia con el realismo y el naturalismo que se estaban gestando en
ese momento en literatura y otras artes. La influencia de Pissarro fue
decisiva en el abandono de la oscuridad en favor de una paleta de
colores más clara y luminosa así como en la importancia de la pincelada
para crear formas definidas en detrimento del dibujo.
Los
retratos aquí presentados (pintó más de 200) se caracterizan por la
seriedad de los personajes, otro factor en la búsqueda de la verdad y de su esencia, sin adornos, y
que influyó claramente en el pesimismo existencialista de los artistas
escandinavos.
La dama de azul: uno de los pocos personajes que sonríe ligeramente
El jardinero Vallier: la vida en el campo y sus gentes marcaron a Cézanne como ya lo hicieron con Pissarro
Sólo puedo poner dos peros a esta exposición: el primero, que es muy corta y me ha dejado con ganas de más y, el segundo, que no haya más referencias concretas a los artistas posteriores que utilizaron la obra de Cézanne como génesis para la evolución de nuevos estilos y tendencias y que pueden escaparse a los visitantes que no conozcan bien este periodo.
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