lunes, 25 de julio de 2016

Paula Modersohn-Becker: la intensidad de una mirada

El mismo día que visité la exposición maravillosa de Albert Marquet, vi también la retrospectiva de Paula Modersohn-Becker, una de las primeras pintoras expresionistas alemanas. Aunque tuvo grandes influencias de la colonia de artistas de Worpswede, uno de sus puntales de inspiración fue Cézanne cuando éste aún no era conocido, en torno a 1907, durante un viaje que realizó a París. Aquí también asistió a la exposición de los nabi que también la marcó profundamente. Resulta muy interesante ver esta exposición justo después de haber visitado la de Marquet y felicito a los comisarios del Museo de Arte Moderno por haberlas organizado simultáneamente. Si con Marquet veíamos paisajes, con Becker los protagonistas son los retratos; el francés es impresionista y utiliza colores fríos como verdes y azules, la alemana es expresionista y emplea colores cálidos como marrones y rosas. Marquet tiene una técnica impecable y su pincelada es larga y plana; Becker, en cambio, es una artista casi naïve de pincelada pequeñísima y dinámica. Son dos artistas bastante contrapuestos pero tienen en común la singularidad de su pintura, la creación de un universo personal que destaca sobre otros pintores contemporáneos. Esta temporada de exposiciones está llena de pintores muy especiales, únicos, como el ya visto Amadeo de Souza Cardoso. Por desgracia, no se pueden hacer fotos pero os dejo este enlace para que veáis algunas de sus mejores obras.



Paula Becker se casó con el también pintor Otto Modersohn, de ahí, que adoptara el apellido de su marido y sea conocida por el nombre compuesto. A pesar de haber vendido sólo dos cuadros en vida, fue muy importante como precursora del expresionismo y tiene un museo dedicado en Bremen. Como nota técnica hay que destacar que empleaba como pintura una témpera sintética de la empresa Wurm que mezclaba una parte de pintura al agua y otra parte de pintura al óleo. La textura es bastante diferente a otros cuadros pero a esto hay que añadir que el secado de la pintura es más rápido que un óleo convencional de modo que, si la pincelada está cargadita de pintura y después se pasa otra vez el pincel, quedan pegotones removidos por todo el cuadro. Con la pintura al temple, es lógico dar pinceladas pequeñas y los expresionistas y otros postimpresionistas solían emplear mucha cantidad de pintura en sus cuadros: es una pincelada muy expresiva y violenta porque pintaban con gran pasión. Algo parecido pasa con Van Gogh y otros contemporáneos, pero en el caso de Paula se dan las dos características y su pintura nos transmite la fuerza y la rapidez con que la aplicaba. También así se explica que fuera tan prolífica: falleció a los 31 años víctima de una embolia debida a complicaciones en el parto de su única hija pero dejó más de 150 obras. Si queréis conocer más detalles de su vida y carrera artística podéis ver esta entrada.

Así como la exposición de Marquet era preciosa no sólo por las obras sino también por las instalaciones, la de Modersohn-Becker, por desgracia, cuenta con salas mucho más pequeñas, está bastante mal iluminada y la visita no fluye como en la otra. Pero, no importa porque sus obras valen la pena. Además, en esta ocasión, el título de la exposición sí resulta acertado porque en la pintura de Modersohn-Becker lo importante es la mirada de la artista no tanto otros factores como los temas o la técnica.



Empezamos el recorrido con una sección llamada París 1900 en la que vemos sus primeras obras realizadas en pastel, aún no había conocido las témperas Wurm, y sobre planchas de cartón. Las explicaciones de esta parte son un poco largas pero os recomiendo que vayáis al grano y os dediquéis a admirar más los cuadros y a leer menos, por ejemplo, hay un Don Quijote magnífico, mejor admirarlo que leer el folleto de la visita. Ya he hablado de esto con anterioridad: unas explicaciones demasiado largas sólo consiguen aburrir al visitante, al que conoce lo que va a ver porque le cargan y al que no, porque le llenan de datos que no puede asumir. 

A continuación, vemos las obras inspiradas por los artistas de la colonia de Worpswede, retratos y paisajes en su mayoría, realizadas en madera, y en las que predominan los fondos azules y verdes. Así pasamos a otra sección donde los protagonistas son los niños y los cuadros, tela sobre madera, se llenan de colores cálidos. A partir de ese momento, la exposición se centra en la mirada de la pintora, en la intimidad que esas obras muestran de una forma personalísima. Aquí vemos también la evolución de su pintura, la pincelada minúscula, el fondo casi seco pero las figuras llenas de témpera como si le saliera a borbotones. A veces, parece incluso que la pintura está extendida cuando está casi seca como se puede ver en la siguiente sección en la que se muestran representaciones de madres e hijos.


Después hay otro departamento pero en él no se exponen cuadros sino fotos y cartas de su marido Otto Modersohn y de sus amigos como Clara Westhoff, su mejor amiga, el escultor Auguste Rodin, marido de la anterior, el poeta alemán Rilke y otros. También hay varios libros y diarios personales.
Tras esta pausa, la exposición continúa con autorretratos aunque realizados ya en un estilo más fauve, algo cubista, algunos bocetos de sus obras y más fotografías para finalizar con varias obras de naturalezas muertas en las que la pincelada es más amplia y sus obras de madurez en las que emplea colores más salvajes. Acabamos el recorrido con un documental en el que se habla de su vida, su trabajo y de su fallecimiento, un mes después de dar a luz a su única hija, a causa de una embolia, justo cuando comenzaba a despuntar su carrera y había cumplido su sueño de ser madre. Por lo visto, sus últimas palabras fueron "qué pena". Y yo digo lo mismo: ¡qué pena!

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