Imagen del patio de los Inválidos donde se celebró el funeral
En cualquier caso, este debate no sólo se circunscribe a España, también empieza a extenderse por Francia. Dado que los criminales son fanáticos religiosos y toda la estructura que los mantiene es como una enorme secta terrorista, muchos plantean estos atentados en clave de conflicto religioso, como las Cruzadas o algo así, entrando de lleno, de esta manera, en la misma dialéctica que usan los asesinos, lo cual implica aceptar su planteamiento y dar por buenas sus tesis. Una de las personas que ha caído cual gazapo en esa trampa ha sido Marion Maréchal-Le Pen, diputada del Frente Nacional, que declaró en la Asamblea que los extranjeros llegados a Francia deben aceptar los valores nacionales, de herencia cristiana, y que los musulmanes tenían menor rango que los católicos. Estas declaraciones no resultan sorprendentes viniendo de una persona racista y xenófoba. La Historia es la que es y no se puede negar la influencia del cristianismo en la cultura europea pero, si Francia es ahora el país moderno y progresista que todo el mundo conoce, es gracias a haber separado la religión de la política y a haberse convertido en un país completamente laico. Por no decir que Francia ha sido, durante los dos últimos siglos, país de acogida de muchos extranjeros que huían de regímenes opresores, de la guerra o del hambre y que se ha enriquecido cultural y económicamente de esa inmigración. Por otro lado, resulta curioso que Maréchal-Le Pen hable de rangos entre distintos creyentes y sitúe a los católicos en lo mas alto de la pirámide cuando ella fue toda su vida, hasta hace pocos años, protestante e incluso estudió durante su infancia en una escuela evangélica.
Aparte de todo lo anterior, la ceremonia civil de despedida de las víctimas fue muy emotiva. Hubo música en directo y honores militares, se cantó La Marsellesa en dos ocasiones, al principio y al final, se leyeron los nombres de los fallecidos y se guardó un minuto de silencio en su memoria. Uno de los momentos mas sentidos del acto fue el discurso del presidente Hollande intentando equilibrar en su parlamento el homenaje a los desaparecidos y a la vida con la condena al terrorismo y la promesa de acabar con el enemigo. De lo que no se ha dado cuenta el señor Hollande es de que el enemigo está en casa: todos los ejecutores del atentado eran franceses, salvo uno que era belga. Hace ya tiempo que en Francia se pueden intervenir las comunicaciones de los ciudadanos sin autorización de un juez y, en los últimos días, la policía pueden entrar en los domicilios franceses sin orden judicial y sin necesidad de que haya indicios de la comisión de un delito. Eso por no hablar de los cambios que Hollande quiere introducir en la Constitución, entre otros, permitir que el estado de emergencia se prolongue durante tres meses. Así que mucho glosar las virtudes de la democracia y del mundo occidental pero lo que está haciendo su gobierno (y otros de Europa como el español) es destruir ambos para conseguir una seguridad que no está funcionando nada bien.
Es tristísimo lo que ha ocurrido pero no podemos tolerar que se utilice como pretexto para cercenar nuestros derechos y libertades. Toda esta situación me recordó el aria de Händel Lascia ch'io pianga de su ópera Rinaldo. Yo sentía exactamente lo mismo, llorar por la desgracia y suspirar por la libertad, todo a la vez.
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