Estoy trastornada. Como todos los habitantes de París. Ayer salí tan tranquila a dar una vuelta y, al volver a casa, me cuentan mis compañeros lo que ha ocurrido: unos tiroteos y varias explosiones con un resultado de 40 muertos por el momento. Luego se irían sumando más víctimas. El ruido de los helicópteros y las ambulancias, la televisión y los ordenadores encendidos para informarse, los amigos y familiares que llaman y envían mensajes para saber cómo estamos... Toda la noche en vela y no es para menos. Por el momento, ninguno de mis amigos ha sufrido daño alguno en estos ataques y eso que algunos viven cerca de las zonas donde se han producido. Por el momento, ya hay más de 120 muertos y cientos de heridos. Y todas las consecuencias del caos que el terrorismo trae aparejados: de momento, no puedo salir de casa y aquí estoy, escribiendo este artículo.
Y pensando. Estoy pensando mucho. Primero, en la zona afectada, cerca de la antigua sede de Charlie Hebdo, que ha sido golpeada otra vez. Segundo, en la zona de Republique, que se convirtió en símbolo de la unidad nacional contra el terrorismo y que ha sufrido varios de los tiroteos. Tercero, en la seguridad. Yo todavía no entiendo cómo esto ha podido ocurrir en una ciudad que está tomada completamente por policía y ejército desde hace meses. ¿Qué hacen todos estos efectivos desplegados por la ciudad? ¿Pasearse? Y por supuesto, pienso en mucho más: en cómo está actuando el gobierno francés, en si la política antiterrorista funciona (claramente, no), en cuáles son las motivaciones de los asesinos para segar la vida de gente inocente y perturbarnos a todos, en la situación de Oriente Medio y el fanatismo que ha provocado el auge de tantos grupos criminales, en la absurda guerra de Irak en la que nos embarcaron los desaprensivos de George Bush, Tony Blair y José María Aznar que es la causa del nacimiento de muchos grupos terroristas que ahora están atacando Europa...
Y, por supuesto, pienso en las víctimas. Gente inocente, como tú y como yo, que salieron una noche a un concierto en una sala de fiestas, que fueron a cenar a un restaurante asiático en una zona llena de restaurantes y bares, que quedaron con sus amigos a tomar algo y esperaban tranquilamente cuando les sorprendió la muerte. Mi pensamiento está con ellos y con sus familias.
Pero, como ya dije aquí, hay que seguir adelante. En cuanto pase esta situación, habrá que volver a salir y a cenar y a vivir, de la manera más normal posible. No hay que dejarse vencer. Adelante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario