Pues aquí estoy, hablando de La Traviata. Jamás lo imaginé pero este pasado miércoles fui a una representación de la inmortal ópera de Verdi, una de las más famosas del repertorio y una de las más populares entre los aficionados. Además, es la favorita de mi amiga Carole así que, ¿qué menos podía hacer yo que llevarla al teatro?
No comparto el entusiasmo por esta ópera ya que la historia me parece una tontería por mucho que esté basada en La Dama de la Camelias de Alexandre Dumas hijo, inspirada, a su vez, en la vida de Alphonsine Duplessis. La ópera pierde los matices dramáticos de la historia de Dumas y se centra en la introspección sentimental de la protagonista. La trama es la siguiente: un niñato de pueblo sin oficio ni beneficio llega a París y se gasta el dinero en fiestas. En una de ellas confiesa su amor a una cortesana de lujo y, ésta, gravemente enferma y conmovida por la inocencia del joven, se va a vivir con él a una casa en las afueras gastando su patrimonio en ello. En éstas, llega el padre del joven a poner orden en la vida de su hijo. El viejo, que parece ser el único que tiene la cabeza sobre los hombros, pide a Violetta que se aleje para siempre de él. Ella accede y recibe el desprecio de su examante, cae nuevamente enferma y fallece pobre pero con el reconocimiento de los demás por su sacrificio y su buen corazón, entregando un donativo a los pobres y elevando su último pensamiento a Dios. Aparte de que la historia es más vieja que andar p'alante, el tono de expiación cristiano y moralista del final resulta cargante después del sacrificio y la expiación que ya hace en el segundo acto.
Aunque la música es preciosa, siempre tengo la impresión de que lo que estoy viendo no se corresponde con lo que estoy oyendo: a ratos, no entiendo la música, demasiado heroica por momentos, con mención especial al aria del barítono Di Provenza... que parece introducida en la ópera como con un corta y pega, sin ninguna relación ni en el ritmo ni en la melodía con el resto de la obra, una especie de expediente X operístico.
El reparto y el director saludan
No comparto el entusiasmo por esta ópera ya que la historia me parece una tontería por mucho que esté basada en La Dama de la Camelias de Alexandre Dumas hijo, inspirada, a su vez, en la vida de Alphonsine Duplessis. La ópera pierde los matices dramáticos de la historia de Dumas y se centra en la introspección sentimental de la protagonista. La trama es la siguiente: un niñato de pueblo sin oficio ni beneficio llega a París y se gasta el dinero en fiestas. En una de ellas confiesa su amor a una cortesana de lujo y, ésta, gravemente enferma y conmovida por la inocencia del joven, se va a vivir con él a una casa en las afueras gastando su patrimonio en ello. En éstas, llega el padre del joven a poner orden en la vida de su hijo. El viejo, que parece ser el único que tiene la cabeza sobre los hombros, pide a Violetta que se aleje para siempre de él. Ella accede y recibe el desprecio de su examante, cae nuevamente enferma y fallece pobre pero con el reconocimiento de los demás por su sacrificio y su buen corazón, entregando un donativo a los pobres y elevando su último pensamiento a Dios. Aparte de que la historia es más vieja que andar p'alante, el tono de expiación cristiano y moralista del final resulta cargante después del sacrificio y la expiación que ya hace en el segundo acto.
La tumba de la mujer que inspiró La Traviata
Aunque la música es preciosa, siempre tengo la impresión de que lo que estoy viendo no se corresponde con lo que estoy oyendo: a ratos, no entiendo la música, demasiado heroica por momentos, con mención especial al aria del barítono Di Provenza... que parece introducida en la ópera como con un corta y pega, sin ninguna relación ni en el ritmo ni en la melodía con el resto de la obra, una especie de expediente X operístico.
¿Por qué tanto éxito entonces? Por varios elementos: una historia de prostituta de buen corazón, unos enamorados que se encuentran y desencuentran y una protagonista absoluta que requiere una soprano muy dotada a nivel vocal, musical e interpretativo. Violetta es el papel por excelencia de una gran diva: ella lo es todo y lo abarca todo mientras el resto son meros comparsas. Es un papel tan exigente no sólo porque está casi todo el tiempo en escena sino, también, porque exige tres voces en una sola: una soprano de agilidad en el primer acto, una lírica en el segundo y una dramática en el tercero. Por eso, hay tan pocas cantantes que salgan airosas de la prueba. Supongo que es este tour de force de la protagonista lo que el público más valora.
Para añadir más atractivo a la función, tenía interés en la puesta en escena de estilo clasicista creada por Benoît Jacquot que se ha paseado por varios teatros del mundo. Los elementos más destacables son el vestuario inspirado en la época en que se desarrolla la acción, es decir, señoras con crinolinas y caballeros con frac y un decorado de aire simbólico tendente al gigantismo: la cama, el árbol, la escalinata... y la Olympia de Manet, reproducida en las figuras de Violetta y de Aninna, convertida ésta última en una mulata como la que aparece en el fondo del cuadro, tenían unas dimensiones mastodónticas.
Uno de los problemas prácticos de La Traviata es que el primer y el tercer acto son muy cortos, con lo cual ni el público ni los artistas han entrado en calor cuando ya llega la primera pausa y se hace una segunda cuando sólo quedan 30 minutos para el desenlace. Algunas representaciones cambian la organización de los actos haciendo una sola pausa en mitad del segundo acto que consta de dos escenas. En esta ocasión se eligió respetar el esquema de la ópera tal y como es, incluida la partitura por lo que esta Traviata no tuvo ornamentos, ni el Mi bemol que adorna el final del primer acto ni sobreagudos en el aria de Alfredo. En el podio, Giacomo Sagripanti, un joven y guapo director italiano especializado en repertorio belcantista y verdiano. La orquesta sonó muy bien con la delicadeza justa pero sin demasiadas ñoñerías ni tampoco pasada de rosca como otras versiones, que en lugar de una historia melodramática parecen un desfile militar.
Sobre los cantantes, Aleksandra Kurzak fue Violetta, Jean-François Borras fue Alfredo y George Gagnidze, Germont. La Kurzak fue la Vitellia de La Clemenza di Tito que ya vi el año pasado y lo hizo bastante bien. Como ya he dicho, no añadió el Mi agudo al final del Sempre libera pero nos dejó unos bonitos pianissimi, una messa di voce sutil pero bien hecha y una gran seguridad en las agilidades del primer acto. En el segundo, estuvo muy emotiva en su dúo con Germont y, al final, su voz sonó lo bastante grave y dramática para la parte. Como nota curiosa, hay que decir que mientras Violetta agonizaba por la tuberculosis, quienes tosían eran los espectadores. É stranno... como ella misma canta. A nivel interpretativo, me gustó bastante y además es una chica muy guapa y elegante así que la caracterización no le costó un gran esfuerzo. Aunque no tenga una voz muy potente, la encarnación vocal del personaje estuvo correcta. Muy bien.
Todos los demás personajes son completamente secundarios pero diremos que el barítono Gagnidze estuvo fantástico en el segundo acto, tanto el bello dúo con Violetta como su aria Di Provenza. Además, me gustó que cantara a voz plena y no entre gemidos como hacen otros con este papel. Giorgio Germont no es un abuelete senil y lastimero sino un tipo autoritario y manipulador y así debe sonar. El enamorado Alfredo corrió a cargo del tenor Borras quien empezó muy inseguro (casi no se le oyó en el Libiamo) pero mejoró notablemente conforme avanzaba la función. El coro y los comprimarios estuvieron muy bien. Aunque La Traviata no me guste especialmente, debo decir que disfruté y lo pasé muy bien.
Escenario del último acto
Uno de los problemas prácticos de La Traviata es que el primer y el tercer acto son muy cortos, con lo cual ni el público ni los artistas han entrado en calor cuando ya llega la primera pausa y se hace una segunda cuando sólo quedan 30 minutos para el desenlace. Algunas representaciones cambian la organización de los actos haciendo una sola pausa en mitad del segundo acto que consta de dos escenas. En esta ocasión se eligió respetar el esquema de la ópera tal y como es, incluida la partitura por lo que esta Traviata no tuvo ornamentos, ni el Mi bemol que adorna el final del primer acto ni sobreagudos en el aria de Alfredo. En el podio, Giacomo Sagripanti, un joven y guapo director italiano especializado en repertorio belcantista y verdiano. La orquesta sonó muy bien con la delicadeza justa pero sin demasiadas ñoñerías ni tampoco pasada de rosca como otras versiones, que en lugar de una historia melodramática parecen un desfile militar.
Aplausos para la Violetta
Sobre los cantantes, Aleksandra Kurzak fue Violetta, Jean-François Borras fue Alfredo y George Gagnidze, Germont. La Kurzak fue la Vitellia de La Clemenza di Tito que ya vi el año pasado y lo hizo bastante bien. Como ya he dicho, no añadió el Mi agudo al final del Sempre libera pero nos dejó unos bonitos pianissimi, una messa di voce sutil pero bien hecha y una gran seguridad en las agilidades del primer acto. En el segundo, estuvo muy emotiva en su dúo con Germont y, al final, su voz sonó lo bastante grave y dramática para la parte. Como nota curiosa, hay que decir que mientras Violetta agonizaba por la tuberculosis, quienes tosían eran los espectadores. É stranno... como ella misma canta. A nivel interpretativo, me gustó bastante y además es una chica muy guapa y elegante así que la caracterización no le costó un gran esfuerzo. Aunque no tenga una voz muy potente, la encarnación vocal del personaje estuvo correcta. Muy bien.
El reparto saludando
Todos los demás personajes son completamente secundarios pero diremos que el barítono Gagnidze estuvo fantástico en el segundo acto, tanto el bello dúo con Violetta como su aria Di Provenza. Además, me gustó que cantara a voz plena y no entre gemidos como hacen otros con este papel. Giorgio Germont no es un abuelete senil y lastimero sino un tipo autoritario y manipulador y así debe sonar. El enamorado Alfredo corrió a cargo del tenor Borras quien empezó muy inseguro (casi no se le oyó en el Libiamo) pero mejoró notablemente conforme avanzaba la función. El coro y los comprimarios estuvieron muy bien. Aunque La Traviata no me guste especialmente, debo decir que disfruté y lo pasé muy bien.
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