Los que me conocen saben que no soy nada necrófila: no me gusta visitar cementerios ni ver tumbas, ni llevar flores a los muertos, ni siquiera a los míos. Pero tenía una visita obligada con la
basílica de saint Denis, al norte de París, por la importancia que tiene en la historia de Francia. Y, por suerte, hizo muy buen tiempo, mucho sol. Es muy fácil llegar hasta la basílica, sólo hay que tomar la línea 13 de metro y bajar en la estación
Basilique de saint Denis. Hay que tener cuidado con esta línea porque, a partir de la estación
La Fouche, se divide en dos tramos y si os equivocáis de destino, acabaréis en un sitio lejano llamado Asnières. La entrada a la basílica es gratis y se puede acceder a la zona de las tumbas con el
Museum Pass. Si no estáis muy puestos en historia de Francia, podéis consultar vuestras dudas y hacer preguntas a los guías que están junto a la entrada. Seguro que habéis oído decir que el norte de París es peligroso. Bien, esto hay que matizarlo: es cierto que hay
banlieues más peligrosas que otras pero, para visitar la basílica, hay que ir durante el día y la basílica se encuentra en el centro de la comuna de Saint Denis, junto al ayuntamiento. Es decir, una zona llena de restaurantes, tiendas y en la que siempre se encuentra algún policía. Aunque os aconsejo evitar la visita en días que haya partido de fútbol o rugby en el cercano
Stade de France.
El exterior de la basílica está bastante estropeado. En la primera foto, veis que hay un andamio delante de una torre. En el lado contrario, lado norte, también había otra torre que fue demolida en el siglo XIX debido a su estado ruinoso.
Por fuera, no parece gran cosa y menos con el andamio
Entrada lateral
Imágenes de la puerta norte, la que permite entrar a las tumbas
Todo lo contrario que el interior, que es precioso. Todas las vidrieras están restauradas o son reproducciones modernas y los elementos constructivos están en perfecto estado. Debo decir que me impresionó muchísimo cuando entré. Os dejo las imágenes del interior pero no hacen justicia a la verdadera belleza y magnificencia del lugar. Además tuve la suerte de que, como lucía el sol, la iglesia estaba preciosa.
Hice tantas fotos del interior que me ha resultado difícil seleccionar unas pocas