Ayer fue la
rentrée, la vuelta al cole en Francia, la fecha que marca la vuelta a la normalidad, si es que se puede hablar de normalidad en estos tiempos que corren, y en breve empezarán las clases los universitarios. Coincidiendo con el regreso de los alumnos a sus clases, la Biblioteca Nacional cierra sus puertas para su puesta a punto. Así que durante un tiempo no van a estar presentes los camiones de comida, esos restaurantes sobre ruedas llamados
foodtrucks, en su zona de acceso de la Avenida de France.
Como es habitual,
Le camion qui fume tiene mucha cola, tanta que han abierto un restaurante en la zona de Grands Boulevards. Sus hamburguesas y sus patatas fritas son un gran reclamo y están muy ricas. A su lado, continúa la zona carnívora con
La Brigade y su bandeja de carne a la parrilla con guarnición que se come con pinzas. Continuamos con
Muchis y sus bocatas en pan de pita y, a su lado,
Larry's y sus
hot dogs. Pero hay más opciones. También hay propuestas más exóticas como el
Sí, señor, que es un restaurante peruano y el
Che, que es argentino. O si tenemos ganas de pringarnos, podemos escoger el
Cheesers y sus bocatas de queso fundido. También podemos elegir un postre en el vecino
Igloo que ofrece smoothies y yogur helado, todo ello 0% grasa.
Había bastante gente en la explanada, haciendo fila, mirando y comiendo. Con sinceridad, no me entusiasma esta moda de los camiones ya que me disgusta comer de pie, no disfruto de lo que como porque tengo que andar vigilando que no se caiga nada y si sólo es un producto, aún, pero cómo tomar una hamburguesa, unas patatas y una bebida a la vez sin nada donde apoyarme. Algunos camiones llevan unas mesas y sillas plegables pero son insuficientes: obviamente, si llevaran mucho mobiliario, no les quedaría espacio para la cocina. Particularmente, no entiendo la fiebre ni las colas con
Le camion qui fume, cuando luego su restaurante, donde se pueden comer los mismos productos más cómodamente y por el mismo precio, está vacío. Que éste es otro tema: la comida es carísima y, salvo excepciones, uno se queda con hambre. Tal vez porque hay que comer deprisa o porque se está a disgusto, la comida no llena y tampoco resulta tan barato, aunque es cierto que la zona de la Biblioteca es carísima. Por otro lado, no creo que París sea la ciudad más idónea para este tipo de negocio, con tanta lluvia y tanto viento. En fin, que cada uno haga lo que quiera. Aunque a pocos metros de allí hay un sitio que da mil vueltas a los camioncitos; es barato, tranquilo, tiene buena comida y terraza abierta en verano y cerrada en invierno.... pero esto lo dejo para otra ocasión.