lunes, 29 de febrero de 2016

En busca del encanto perdido de Montmartre y V. Comer y beber

Después de tanta actividad, paseos, visitas y compras, hay que reponer fuerzas y Montmartre es uno de los lugares más interesantes para comer. Como no me gusta hablar mal, prefiero no comentar nada sobre los restaurantes de la place du Tertre y alrededores. Muchos son trampas para turistas, otros tienen poca variedad o son caros. En definitiva, las propuestas interesantes están en otra parte. Lo único destacable en la colina de Montmartre es La Maison Rose, una pequeña casita en la que vivió el pintor Maurice Utrillo y que ahora es un restaurante. Su interés es más histórico que culinario.

La Maison Rose

Para tomar algo rico, casero y a buen precio, sólo hay que ir a los alrededores de la plaza Abbesses para tomar algo, en concreto, en la rue de la Vieuville hay una trattoria llamada Pomodoro que hace unas pizzas caseras espectaculares y una pasta muy sabrosa. Vero italiano.

Pomodoro

Si vuestro presupuesto os lo permite, podéis ir a los mejores restaurantes del barrio que se encuentran en la rue Lepic, la calle donde se sitúa el mítico Moulin de la Galette en cuyo local se ha reabierto el restaurante con nuevos dueños, nuevas ideas y nueva carta. Recomiendo todos los restaurantes de esta calle: no hay ninguno malo.



Restaurantes de la rue Lepic

Bajando de la colina, hay muchos más resturantes y más variados: cocina asiática, criolla, italiana... y francesa, claro. En el área que va desde la rue Abbesses hasta la avenida Clichy, entre la rue Lepic y la calle Germain Pilon, se encuentran las mejores y más variadas propuestas gastronómicas de todo Montmartre. Precisamente fue en esta zona donde empezó la actividad hostelera del barrio, los famoso bistrós. Cuenta la historia que los rusos que conquistaron Francia después de las guerras napoleónicas, pedían comida y bebida en las fondas al grito de "bistro, bistro" que significa rápido, rápido. Aunque es la versión más conocida y querida por los vecinos del barrio, probablemente no sea cierta. Lo único verdadero es que en esta zona nacieron los restaurantes populares para comer y beber algo rápido y barato.

Mapa de la mejor zona de restaurantes de Montmartre
Restaurante de comida biológica
Otros restaurantes de la calle Véron

Por supuesto, no hay que olvidar la calle Abbesses, llena de restaurantes, cafeterías y bares para tomar algo, algunos con buen precio y buena calidad como el que recomendé aquí. La oferta es enorme y muy variada. En el propio boulevard de Clichy han reabierto el Trianon, el teatro y el restaurante. Y en la parte más baja de la rue Lepic, se encuentra Les Deux Moulins, el restaurante de la película Amélie. Si deseáis comida para llevar, en este tramo también hay varias tiendas de comida preparada y de delicatessen.


Ya os digo que no vais a encontrar a Amélie
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, en la anteriormente citada calle Vieuville está la heladería Scaramouche, la cuarta mejor heladería de Francia. Sus helados y sorbetes artesanos son deliciosos y, generalmente, están elaborados con productos biológicos. Sus sorbetes saben a verdadera fruta porque es lo que llevan y los helados cremosos tienen una textura exquisita. Uno de sus secretos es el uso de materias primas de primera calidad. El otro es la elaboración artesana en su obrador. Pero no todo es tradicional. Sus sabores son de lo más atrevidos: además de los clásicos sorbetes de fruta de temporada y los ineludibles sabores de chocolate, café, vainilla, nata y diferentes frutos secos, en Scaramouche también elaboran helados salados y otros sucré-salé. Trufa negra (el hongo, no el postre), tomillo, azafrán, lavanda, romero con aceite de oliva y piñones, remolacha, albahaca, regaliz, hinojo y una mezcla de especias llamada las mil y una noches... y un montón de sabores imaginados y realizados por Gwendal, el maestro heladero. Estos helados salados se pueden tomar solos o llevarlos a casa para acompañar vuestro plato preferido. Si Ferran Adrià lo hacía, vosotros también. La imaginación al poder. Se me hace la boca agua de sólo recordarlo. Una heladería absolutamente recomendable.

Scaramouche y su terracita con muebles vintage

En fin, hemos recorrido Montmartre durante todo un mes. Hemos conocido su vida cultural, sus vecinos más ilustres, sus rincones más curiosos, sus museos... y también hemos ido de compras. Mucho ajetreo y más teniendo en cuenta que es un barrio situado en una colina y que hay que subir y bajar cuestas y escaleras constantemente. Me he dejado algunas cosas en el tintero pero cómo no hacerlo. Así tendré más motivos para escribir sobre este barrio más adelante.

Ya es hora de bajar las escaleras y abandonar Montmartre. Hasta pronto.



sábado, 27 de febrero de 2016

Renoir: la polémica está servida

Seguimos con el mes dedicado a Montmartre para hablar de un suceso que está ocurriendo con la obra de uno de sus más importantes vecinos: Pierre-Auguste Renoir.

En los últimos tiempos ha aparecido en el revuelto mundo del arte moderno, una corriente llamada La pintura de Renoir apesta que pide la retirada de varias obras de Renoir de los museos más importantes del mundo. Parece ser que este movimiento se inició en Boston, donde varios aficionados al arte pidieron que el Museum of Fine Art de Boston retirara de sus paredes las obras de este artista y ahora la corriente se ha propagado por todo el mundo siendo Instagram su principal soporte.

Una sala del Orsay llena de cuadros de la última etapa de Renoir

Entre las críticas destacan aquellas dirigidas a su representación de los árboles, los niños y las mujeres. De los primeros, afirman que parecen salidos de una pesadilla; de los segundos, que parecen muñecas peponas y que a sus manos les faltan dedos y que sus ojos son vacuos y carentes de expresividad. Algunos exaltados afirman que sus obras son terrorismo estético pero todos coinciden en su falta de técnica, en especial, el dibujo mediocre y las figuras humanas lánguidas, de volúmenes desproporcionados y nula expresión.

Para algunos, Las Bañistas son dos enormes y grasientos cruasanes tirados en la hierba

Dentro de la longeva carrera artística de Renoir, hubo diferentes etapas. Ya era un pintor veterano cuando se unió al movimiento impresionista del que fue uno de sus principales representantes. Aunque, a partir de 1883 lo fue abandonando porque, como él mismo dijo, «al final había llegado a la conclusión de que no sabía ni pintar ni dibujar. Dicho en pocas palabras, el impresionismo llevaba a un callejón sin salida. (...) Si un pintor pinta directamente del natural, en el fondo no busca sino efectos del momento. No se esfuerza en plasmar, y de pronto, sus cuadros se hacen monótonos.» En ese momento empezó su periodo seco en el que se da más importancia al dibujo y a la luz que al empleo del color y a la viveza de las pinceladas. Profundizando en este nuevo estilo, en 1890 comienza su periodo nacarado, suave y dulce, donde juega con los efectos de la transparencia. Harto de pasar penalidades económicas y de mudarse constantemente de domicilio y con esposa y tres hijos a su cargo, fue esta nueva manera de pintar la que valió sus mejores críticas y sus mayores ventas. Se trata de un estilo más comercial, cercano al gusto burgués de la época, con rollizas y sensuales mujeres desnudas y niños mofletudos que parecen salidos de un baile de muñecas tontas. Precisamente, éstas son las obras con las que los seguidores de Renoir apesta hacen sangre.

Para Renoir apesta, en Gabrielle con la rosa los pechos y las mejillas son intercambiables

Como cualquier pintor de su época, Renoir fue cambiando sus gustos y sus influencias. Sisley, Ingres, Velázquez, Rubens... todos estos grandes maestros le sirvieron de inspiración a lo largo de su vida, aunque la verdad es que nunca llegó a igualarles. Es cierto que en muchas de sus obras, en especial, de su último periodo, se nota la falta de técnica en las desproporciones humanas: cuellos del mismo tamaño que la cabeza, brazos mal contorneados, hombros que son seis veces la proporción de la cabeza... y esto se hace más evidente en los dibujos o bocetos que se conservan de él. Eso no quita para que Renoir también fuera el pintor de grandes obras como El baile del Moulin de la Galette, El columpio, El jardín de la rue Cortot o Place de Clichy. También es cierto que sus mejores obras las pintó mientras residía en Montmartre y que precisamente ellas son las únicas que sus detractores salvarían de la quema general. Sin estos cuadros, es probable que Montmartre fuera mucho menos conocido.

Hay que reconocer que la Odalisca con babuchas está bastante desproporcionada

No se trata sólo de las características de la pintura de Renoir, otro motivo por el que ahora es mucho menos popular es por el cambio de gustos en el mundo del arte y en la sociedad en general. De hecho, el Metropolitan de Nueva York retiró una de sus obras de su exposición pero esto no tiene nada de raro. Hay que tener en cuenta que, en los museos, las obras vienen y van: hay algunas muy significativas e importantes que siempre están expuestas y que nunca se prestan y, en cambio, otras están expuestas un tiempo pero luego vuelven a los fondos. Muchos expertos dicen que las mejores obras de los museos están en sus fondos y no en su paredes. No nos engañemos, muchos museos se han convertido en centros comerciales en los que lo único que importa es que crezca el número de visitantes y que éstos se dejen una buena cantidad de dinero en ellos. El mercantilismo se ha apoderado del mundo del arte y los museos prefieren exponer sus obras más populistas o de autores muy reconocidos aunque sean obras menores y tener guardadas otras que quizá tengan mayor importancia en la historia del Arte y mayor calidad técnica pero son menos famosas o de autores menos populares. Podríamos decir que es un tema de personalismos: los museos prefieren colgar cualquier mediocridad pintada por un pintor de renombre que colgar un buen cuadro de uno desconocido. No todo lo que pintaron los grandes maestros tiene la calidad suficiente como para estar colgado en un museo (eran humanos, tenían obras mejores que otras) pero, en cambio, cualquier museo quitaría un buen cuadro de un pintor menos reconocido para colgar lo peor que hayan pintado esos famosos artistas en su vida. Hasta tal punto que hay museos que exponen bocetos, estudios y maquetas que pueden tener su valor para los estudiosos y expertos pero no para el gran público.

El Sena en Champrosay: un paisaje horrendo para los detractores del pintor

Por suerte, en el tema de Renoir no todo son críticas. Los descendientes del pintor han hablado y su reacción no ha sido muy elegante: se han referido al valor de sus obras en términos económicos. Y hablando de dinero, no hay que olvidar la importancia del mercado del arte, muy voluble a las modas y los cambios de gustos estéticos. Es cierto que la cotización de sus obras ha bajado en los últimos años pero, aún así, sigue siendo un pintor muy valorado, sobre todo, su etapa impresionista. En su favor también se han expresado varios estudiosos del arte contemporáneo y se han publicado varios artículos, no muchos, en su defensa. El Museo de Orsay, que tiene en su colección bastantes renoirs, incluidos los más importantes, no se ha pronunciado oficialmente. De todos modos, en este enlace parece que sí defienden algo el estilo final, el más polémico y criticado, del artista del que poseen tantas obras. Se remarcan los nombres de sus obras magnas, casi todas reflejo de la vida en Montmartre, pero los detractores de Renoir contraatacan diciendo que la media docena de obras citadas por sus defensores son las únicas buenas de toda su carrera

El Moulin de la Galette es el cartel que nos da la bienvenida en el Museo de Orsay

Mucho más combativo se ha mostrado el Syndicat d'Initiatives de Montmartre que ha salido en defensa de su vecino, proclamándolo el más montmartrés de los pintores impresionistas y dedicándole la portada completa y un reportaje de seis páginas en el interior de su revista semanal.

 
Ejemplar de la Gaceta de Montmartre que publica el Syndicat d'Initiatives de Montmartre
 
Como ya he dicho antes, Renoir realizó sus mejores obras en los años que vivió en la colina (1873-1901) y la mayoría de ellos representan, además, la vida en el barrio. En el extenso reportaje de la revista, se comentan algunos hechos de su vida como su traslado al barrio en 1873 tomando como residencia un apartamento en la plaza Pigalle. Después se trasladó a la famosa casa del 12 de la rue Cortot, donde pintó el baile y otras escenas del ambiente de Montmartre. Es destacable el hecho de que Renoir incorporara gente anónima a sus cuadros, nada de grandes personajes ni modelos profesionales; quizá su mayor logro fue la representación de escenas cotidianas y festivas que vivía la gente normal. Francamente, los cuadros de Renoir ya son cursis pero la descripción que el Syndicat hace de ellos lo es más todavía. Por supuesto, también es importante hablar de sus paisajes como El jardín de la rue Cortot, en el que se ve una notable influencia de las estampas japonesas, tan de moda en ese momento entre los impresionistas. Después se trasladó a la calle Houdon y más tarde a la avenida Rochechouart. Durante casi treinta años, tanto sus residencias como sus talleres estuvieron siempre en Montmartre, aunque él y su familia vivieron varias mudanzas, en parte debido a los problemas económicos. En sus últimos años, y ya siendo un pintor alabado y comercial por sus cuadros tan del gusto burgués, se trasladó fuera de París, a la Costa Azul donde continuó pintando paisajes, esta vez mediterráneos, y retratos aunque el reumatismo cada vez más acentuado y otros problemas de salud le dificultaban mucho su labor. A partir de 1911, se dedica a pintar cuadros de su familia que se caracterizan por la cursilería, las formas redondeadas, los colores pastel, los gestos bucólicos...Sin duda, su última etapa muestra el declive absoluto de un pintor que para muchos ya resultaba ñoño y mediocre en su madurez. Y aquí es donde se ceban los de Renoir apesta.


El Moulin de la Galette, una de las estrellas del Museo de Orsay

martes, 23 de febrero de 2016

En busca del encanto perdido de Montmartre IV. Tiendas

Uno de los motivos por los que Montmartre guarda un encanto especial es porque sigue conservando los negocios tradicionales y no lo han invadido las grandes marcas y empresas internacionales. Salvo un Starbucks junto a la place du Tertre, el resto de cafeterías, bares y tiendas de todo tipo son de las de toda la vida. Abiertas hace muchos años o hace poco tiempo, los negocios de Montmartre resisten el embite de las multinacionales. Quizá porque los locales son pequeños y el barrio es incómodo para ir de tiendas, con tantas cuestas y escaleras, el caso es que aquí veremos todo tipo de comercios de trato personal y artículos selectos.

Hay pocos supermercados y están la mayoría en las grandes avenidas que rodean la butte de Montmartre. Pero dentro de ella, sí hay traiteurs, esas tiendas que venden comida preparada, minoristas de productos frescos muy selectos, perfumerías y venta de cosméticos, librerías, tiendas de ropa, sobre todo, de ropa vintage, joyerías y, cuanto más arriba en la colina, tiendas de regalos para los turistas.

Maravillosa librería junto al Boulevard de Clichy
Joyería que vende productos al peso. Tiene artículos muy bonitos, sobre todo, de piedras semipreciosas


En Montmartre hay muchísimas tiendas de segunda mano. Aunque ahora lo llaman vintage

Vivir en Montmartre es terriblemente incómodo por las empinadas cuestas y escaleras y por la presencia de turistas en cada rincón. Además los alquileres son carísimos y el nivel de vida muy alto. Los supermercados son más caros que en otros barrios, quizá debido a la presencia de turistas o que el barrio limita al sur con el carísimo distrito IX. El comercio minorista se ha especializado en productos frescos (el gran caballo de batalla de las grandes superficies que no suelen tener productos de calidad), delicatessen y gourmet, y productos elaborados artesanalmente, así sean pasteles, foies, embutidos o platos de cualquier clase. De modo que podemos encontrar estos maravillosos negocios, a cuál más bonito y mejor decorado, en la calle Abbesses y en la parte final de la rue Lepic, cerca ya de la avenida Clichy.

Preciosa frutería en la calle Abbesses


La pescadería y marisquería más bonita de París

En esta pastelería, todo es casero incluidas sus riquísimas tartas de frutas
Una de las varias épiceries de Montmartre, tiendas en que encontraremos productos ya elaborados (salsas, especias, patés, etc...) pero de altísima calidad

Hay muchas bodegas pero para preparar la absenta, la bebida oficial del barrio, el Museo Montmartre vende una selección de botánicos y alcohol para prepararla en casa

Pero en Montmartre se vende de todo. Quizá por la fama del barrio o su tradición libertina, en los alrededores del Moulin Rouge (avenida Clichy) hay una gran área llena de sex-shops, con toda clase de artículos para el placer (consoladores, lubricantes, lencería, complementos, revistas, películas...). Aquí también hay espectáculos, cabinas y demás parafernalia pornográfica por si los espectáculos de los cabarets de alrededor no fueran lo bastante picantes. 

Los grandes almacenes del sexo. No es el único local. Toda la calle está llena de ellos

sábado, 20 de febrero de 2016

En busca del encanto perdido de Montmartre III. Museos

Seguimos con nuestro recorrido por el barrio de Montmartre. Si ya hablamos de los exteriores, ahora toca hablar del interior: los museos. En primer lugar, hay que decir que todos los museos de Montmartre son privados de manera que no son gratuitos (ni siquiera el primer domingo del mes), que no están incluidos en el Museum Pass y que los precios de entrada pueden resultar un poco caros, entre 7 y 12€ normalmente, aunque hay reducciones para estudiantes, discapacitados, parados y mayores de 60 años.

No se puede dar un paseo por el barrio y no visitar el Museo Montmartre. Situado en el número 12 de la rue Cortot, se trata de una antigua mansión (la Maison du Bel Air, la finca más antigua de Montmartre) con jardín en la que vivieron grandes artistas como Renoir, Émile Bernard, Léon Bloy y Francisque Poulbot (que tiene una calle dedicada muy cerca de allí) además de Valadon, Utrillo y Utter. Con una importante colección de obras de Modigliani, Toulouse-Lautrec, Dufy, Savigny de Belay o Renaudin, entre otros, el museo también tiene varias salas temáticas sobre el Montmartre rural anterior a la llegada de los artistas, los cabarets y la Comuna. Además los jardines son preciosos: están decorados como los pintó Renoir. En ellos, hay un pequeño huerto, las viñas recuperadas y una cafetería. 

El museo es precioso, tiene una colección bonita e interesante de obras de arte y también de objetos que recrean la vida en el barrio, como una colección de escenografías de teatro de sombras del tipo de las que se representaban en Le Chat Noir, decoración de los antiguos cabarets y una sala que reproduce un bar.

 Vista parcial del jardín

 Le Moulin de la Galette de Pierre Savigny de Belay

 Imágenes de los antiguos molinos de Montmartre

 Le Chat Noir, símbolo del antiguo cabaret del mismo nombre

Sala que reproduce un bar

Otro de los museos que se pueden ver es el Museo del Erotismo, muy cerca del Moulin Rouge, y que contiene todo tipo de objetos cuyo tema central sea el erotismo y la sexualidad. Los artículos de su colección provienen de los cinco continentes y de todas las épocas y, en él, se pueden encontrar obras de arte popular, útiles de las maisons closes, elementos de la vida cotidiana decorados con escenas eróticas o con formas de genitales e, incluso, obras de arte sacro. Es divertido y diferente aunque, tal y como está la programación de exposiciones en París en los últimos tiempos, parece que los museos llamados serios le están haciendo la competencia.


Si el Museo del Erotismo os ha parecido atrevido, no lo es nada si lo comparamos con el que viene a continuación. Se trata de Les Halles de Saint Pierre, la antigua lonja del barrio ahora reconvertida en museo de arte pop, arte naïf y arte bruto o marginal. Es un lugar tan moderno y extravagante como el Palais Tokyo del que os hablé aquí y aquí. La denominación arte bruto fue acuñada por Jean  Dubuffet en los años cuarenta para hacer referencia a expresiones artísticas de tipo espontáneo e imaginativo, realizadas por personas ajenas al mundo del arte y a los valores culturales tradicionales, con la intención de satisfacer una necesidad interior. Se relaciona, a veces, con el arte naïf porque sus autores no tienen formación académica pero, a diferencia de éste, no se busca un reconocimiento exterior sino satisfacer un deseo íntimo. Por este motivo, se utiliza esta denominación para las obras realizadas por niños, enfermos mentales, discapacitados, marginados sociales... Sus obras son menos refinadas pero más auténticas de ahí que llamaran la atención de muchos artistas que las emplearon como inspiración (buena parte de la obra de Miró, por ejemplo). Muchas expresiones del arte primitivo (que también influyeron en muchos artistas de vanguardia) son, en realidad, arte bruto: son el arte antes del conocimiento del arte. Si deseáis conocer más sobre esta corriente, podéis ir a este enlace.

En Les Halles, nos encontramos con obras que no son del gusto de todo el mundo. Se rechazan la belleza y las imágenes idealizadas así como la organización y la técnica. Al contrario, este tipo de manisfestaciones artísticas son completamente libres en sus formas, materiales, temas y expresión de los mismos. Se busca la crudeza, la naturalidad, el reflejo del mundo interior del artista, prácticamente la inconsciencia. Seguramente, muchas personas lo consideren feo o de mal gusto pero es un ejemplo de expresividad en estado puro. Ahora mismo, Les Halles expone su tercera selección de obras de la revista Hey!. El centro organiza conferencias, cineforum, actuaciones musicales y tiene una maravillosa librería y una cafetería con una enorme carta de tés e infusiones y unos pasteles exquisitos, quizá para compensar la brutalidad del arte con un poco de azúcar. No está permitido hacer fotos en el interior de la exposición, así que os dejo con otras imágenes del lugar.

Exterior del edificio
Cafetería
El café y el pastel de chocolate eran buenísimos

Pero Montmartre no es sólo lugar para exponer arte, sino también para comprarlo. En lo más alto de la colina están los pintores que venden sus obras en la place du Tertre pero también varias galerías que venden arte clásico, obras de cerámica y reproducciones de obras famosas. También hay algunas galerías que venden arte contemporáneo pero, sobre todo, se sitúan en la parte más baja del barrio: hay varias en la calle Lepic y en la calle Lamarck.



 Varias tiendas y galerías de arte

 Tienda de cerámica artesanal

 Carteles y reproducciones de obras 

Galería de arte contemporáneo

jueves, 18 de febrero de 2016

En busca del encanto perdido de Montmartre II. Paisaje y paisanaje

Para comprender un poco la historia de Montmartre, hay que conocer el lugar pero también a las gentes que lo habitan. Si Montmartre es ahora el barrio más bohemio y pintoresco de París no es sólo por estar en una colina preciosa, tener monumentos importantes y lugares con encanto, también lo es por su conocida vida cultural, sus teatros, espectáculos, galerías de arte, tiendas y restaurantes. Pero, sobre todo, por sus artistas. Aquí han vivido y trabajado los más importantes pintores impresionistas, los músicos más innovadores, los escritores más vanguardistas, las bailarinas más atrevidas y todo tipo de artistas que uno pueda imaginar. Montmartre era un imán para ellos pero también una oportunidad de conocer y ser conocidos. No hace falta retrotraerse al siglo XIX, durante el siglo XX y ahora mismo, Montmartre es el foco de atracción de manifestaciones artísticas de todo tipo. Los personajes de Montmartre se funden con el entorno, se inspiran en él, pero también lo modifican y engrandecen aún más.

Un ejemplo de lo anterior es el escritor Marcel Aymé. Vecino de la calle Norvins, varios de sus relatos se desarrollan en el barrio. Uno de los más conocidos, El hombre que atravesaba las paredes, cuenta la historia de Léon Dutilleul, un gris funcionario que un día despierta con un extraño poder: el de traspasar los muros. Por supuesto, su vida cambia completamente ya que decide vengarse del jefe que le ha humillado y cometer todo tipo de tropelías. No importa que lo detengan porque puede escapar de la prisión. En honor al escritor, se le dedicó una estatua junto a su casa en la que aparece atrapado en una pared.

Escultura en honor de Marcel Aymé
Otra famosa vecina del barrio fue la cantante Dalida, primera mujer que recibió el disco de diamante por la cantidad de copias vendidas de sus discos. Intérprete de más de 1000 canciones, fue también actriz de cine y televisión y una gran defensora de los derechos civiles, en particular de los homosexuales, lo que la convirtió en icono gay. A pesar de haber pasado casi treinta años de su muerte, sigue siendo un personaje muy querido y una de las artistas que más discos continúa vendiendo en Francia por eso, su monumento y la plaza que tiene dedicados en Montmartre son uno de los espacios más populares. Sus restos, como los de Aymé, reposan en el cementerio del barrio.

El busto de Dalida

Además del recuerdo de estos inmortales artistas, también podemos disfrutar del arte en Montmartre en vivo y en directo. No sólo podemos comprar cuadros y dibujos a los pintores de la Place du Tertre sino ver las actuaciones de músicos y cantantes de todo tipo. Una de las más extravagantes es una chica que toca el hang pand, un instrumento en forma de caparazón de tortuga que produce un sonido diferente a todo lo que podáis imaginar. Oírla tocar es muy relajante y exótico.

Me encanta sentarme cerca de ella a escuchar su música. Es la banda sonora perfecta para el barrio

Pero el arte tiene muchas maneras de expresarse, algunas poco académicas. Ya hablé en otra entrada que el arte callejero puede ser tan importante como cualquier otra manifestación estética. Como, por desgracia, hay muchos incívicos en Montmartre, hay también mucha basura y desperdicios por la calle. Un artista que firma como Shatters (que significa "hacerse añicos" en inglés) ha decidido emplear los restos de botellas de cristal en sus obras, embelleciendo el barrio y sacando una sonrisa a los viandantes. Al más puro estilo de los mosaicos romanos o el trencadís de Gaudí pero con un toque gamberro.



Obras de Shatters en las que reutiliza restos de cristal de las botellas

Shatters no es el único que pone una nota de color y poesía en las calles del barrio.

Colorido guardia de asalto imperial 
 
 El niño le regala un spray a la niña. Enternecedor...

Pero no todo el arte está en la calle. Montmartre cuenta con un montón de teatros y de todo tipo. Desde el Moulin Rouge, el cabaret más famoso del mundo y un gran gancho para los turistas, hasta mini teatros de arte y ensayo. El Moulin Rouge fue construido por el empresario catalán Josep Oller, quien también era propietario del teatro Olympia. En él, se empezaron a representar unos espectáculos llamados revue (revista) en los que una insustancial trama era el eje argumental para introducir todo tipo de picantes números de baile, canto, música y striptease. Es especialmente célebre el French Can-Can, con música compuesta por Offenbach y cuyo baile es todo un símbolo de París. Con bailarinas medio desnudas (o desnudas enteras), el local fue ganando fama como lugar de vicio y perversión. Sus parroquianos salían de allí bien cargados de absenta, ajenjo y otros licores de altísima graduación. Inmortalizado por los pintores vanguardistas, hoy en día sus principales visitantes son turistas de mediana edad que cenan y toman champán mientras ven el espectáculo. Ahora este tipo de cabarets se han quedado un poco desfasados y han perdido mucho atractivo: quien desee ver un buen espectáculo de música y baile prefiere otras opciones; asimismo, quien sólo quiera ver culos y tetas, también buscará otro tipo de actuaciones y, además, las encontrará en la misma calle. No hay que olvidar que éste es el barrio rojo de París.

El mítico Moulin Rouge

Aunque el Moulin Rouge sea el más picante, no fue el primer cabaret de Montmartre. Este honor le corresponde a Au Lapin Agile: una pequeña casita junto al Museo Montmartre que abrió sus puertas como teatro de variedades en 1875. En otro tipo de actuaciones se centra el cabaret Michou, un famoso espectáculo de transformistas, uno de los primeros de París, que abrió sus puertas en Montmartre en 1949 (antes había estado en Clichy, que ahora es el límite del barrio). También hubo espectáculos de cabaret en Le Trianon, teatro y sala de conciertos que cuenta con un restaurante. El edificio está considerado monumento histórico y reabrió sus puertas en 2010 después de varios años de reformas. Sus dueños han dejado de lado las variedades y los espectáculos eróticos y su programación para las próximos meses está llena de grupos indies y de música alternativa.

 Au Lapin Agile

 Le Trianon

En la temporada de verano, están abiertas las Arenas de Montmartre, un teatro al aire libre al estilo de los teatros romanos que aprovecha el desnivel del terreno y en el que se celebran espectáculos y festivales. Mucho más serio es el Théâtre des Abbesses, gestionado por el ayuntamiento, en el que se representan obras de danza contemporánea, generalmente por parte de bailarines, coreógrafos y compañías jóvenes a los que este teatro sirve de trampolín. También hay representación de teatro contemporáneo por parte de compañías independientes y artistas jóvenes en la Manufacture des Abbesses, un teatro privado que ejerce el mecenazgo y donde se pueden ver desde obras de Lorca hasta teatro de marionetas. Y en un lugar que siempre ha sido tan alternativo y pícaro como Montmartre, tampoco puede faltar la comedia ni la sátira política: el Théâtre de Deux Ânes tiene un filón con este gobierno y con la situación política de Francia. Después de Vallsterloo, en que ridiculazaban al primer ministro, y de Marine est là!, cuyo eje era la presidenta del Frente Nacional Marine Le Pen, ahora llega Liberté, Égalité, Hilarité, centrada en el Presidente de la República, François Hollande. 

Théâtre de Deux Ânes

Por si todo lo anterior no fuera suficiente, en Montmartre también hay un montón de bares con actuaciones musicales en directo, teatros alternativos, cines de arte y ensayo y espectáculos para mayores de 18 años como el burlesque. Con todo lo anterior, seguro que encontráis algo de vuestro gusto, sólo hay que buscarlo.