Es raro que el Museo de la Caza y la Naturaleza permita en sus salas una intervención artística como la de la genial Sophie Calle aunque, con el carácter asilvestrado y juguetón de la francesa y su trayectoria vital, no desentona para nada. Si añadimos la salvaje colaboración de la artista Serena Carone, la muestra tiene todo el sentido del mundo.
La exposición se llama Beau doublé, Monsieur le Marquis y, como es habitual en ella, su arte es una proyección de su vida privada, sus sentimientos e inquietudes. El nombre no es casual: Calle lo toma de un eslogan publicitario de cartuchos de caza y es un guiño al aristocrático director del museo, Claude d'Anthenaise.
Un delicado angelito con alas de mariposa rodeado de fieras disecadas: buena imagen para representar esta exposición
Iniciales de la artista bordadas
En ella, hay varias piezas que han sido concebidas expresamente para la ocasión, en especial, en la planta baja del edificio. Así, empieza con unas salas en las que la artista se expresa sobre el fallecimiento de su padre: son unas obras, al mismo tiempo, emotivas y graciosas, tristes y chuscas; a ratos, se puede llegar uno a emocionar para, a continuación, dejar estallar una carcajada con algunas de las ocurrencias de Calle. Durante el recorrido, pueden brotar las lágrimas y las sonrisas casi al mismo tiempo. Es la parte más emotiva y bonita de la exposición. En el plano personal, me ha hecho recordar las últimas palabras de mi padre, las últimas conversaciones que tuve con él, del mismo modo que una de las obras reproduce las palabras de los últimos días del señor Bob Calle.
Cuando esta obra está apagada, vemos un texto poético, cuando se enciende vemos la última fotografía del padre de la artista
En mitad de todos estos sentimientos expresados a corazón abierto, los animales y las plantas son el centro expositivo de un museo dedicado a la naturaleza. Estos seres vivos se convierten en el museo en seres inertes y fantasmagóricos y, de ello, se aprovechan Calle y su colaboradora Carone. Los animales representan una conexión afectiva con el mundo de sus seres queridos. Pero no acaba aquí la vinculación con la caza. De ahí que se nos aparezca ella misma, más bien un maniquí que la representa, llevando un vestido de flores y pequeños bichitos como libélulas, camaleones, etc... reinando entre varios animales disecados de su propia colección personal que simbolizan sus seres queridos desaparecidos, como tótems primitivos. Este detalle kitsch no impide ver que se trata de un ritual de apego a su gente, como si no quisiera que se fueran del todo, como si su presencia tuviera que estar siempre ahí, trasmutada en una obra de taxidermia. Todo esto resulta enternecedor y horripilante al mismo tiempo.
El ater ego de la artista rodeado de los tótems de sus familiares y amigos fallecidos
En la segunda parte de la muestra se van alternando todo tipo de objetos. Volviendo al tema de la caza, en sus obras, Calle utiliza las técnicas de un cazador: busca pistas e indicios, observa los gestos y costumbres de las personas que llaman su atención o incluso, a veces, contrata detectives privados para que la sigan y la observen convirtiéndose ella misma en objeto de la caza. Parecido ocurre con su vida personal en la que, al igual que un cazador, busca, sigue y ataca a su objeto de deseo. De hecho, la exposición está llena de anécdotas sobre sus encuentros personales y amorosos contadas como si de un manual de caza y pesca se tratara.
A los seis años, Sophie Calle vivía con sus abuelos. Se quitaba la ropa en el ascensor y caminaba desnuda por el pasillo del edificio hasta llegar a su cuarto y meterse en la cama. A los veinte años trabajaba como stipper en un cabaret: se quitaba la ropa delante de los espectadores dejando sólo una peluca rubia.
Los abuelos de Calle querían que se sometiera a una rinoplastia para corregir la forma de su nariz, tapar una cicatriz en el muslo izquierdo con un trozo de piel sacado de las nalgas y aplanar sus orejas de soplillo. Sophie tomó una primera cita con un cirujano plástico que le dijo que podía frenar la intervención hasta el último momento. Pero fue el médico quien la frenó ya que se suicidó dos días antes de la operación. Me encanta que Calle ilustre su nariz con una foto y con un águila disecada.
Vestido de no-novia de la artista: una mujer como ella, no podía intentar casarse con un vestido tradicional
Una máquina de escribir: se trata de una carta a una rival en amores. Escribir forma parte de la idiosincrasia de esta artista y lo podemos comprobar a lo largo de toda la exposición
Vitrina dedicada a su madre: vestido de novia con corazón de cristal
Chica con candado abierto y llave. La madre perdió la virginidad y la imagen del catenaccio en el amor sigue vigente
Ropa de cama enviada a un fan
Llama muchísimo la atención este exhibicionismo femenino en un ambiente tan masculino de armas de fuego, animales disecados y cuadros de escenas de caza pero, precisamente, este contraste es uno de los encantos de esta exposición.
Una escultura que llora: delicadeza, emoción y sentimientos en la dureza de la piedra
Pero la masculinidad no queda fuera de la muestra ni mucho menos, aunque se reserva a la última planta con una recopilación de textos de hombres que buscan pareja de lo más curioso. Una feminista como yo no sabe si reir o llorar ante la recopilación de fragmentos de anuncios de búsqueda de pareja seleccionados por la artista. Se trata de un catálogo de cualidades deseadas en la mujer por individuos de sexo masculino (sic), a través de una selección de anuncios publicados en la revista "Le chasseur français" entre 1895 y 2010, lo cual tiene lógica ya que se trata de un museo de caza, y otros anuncios recogidos de Le Nouvel Obstervateur a partir de 1990. Para finalizar, la artista también ha compilado anuncios de Meetic y algunos mensajes de la aplicación de ligoteo Tinder. Lo primero que destaca en esos anuncios por palabras es una cosificación de la mujer que, por desgracia, no ha sido superada. Lo segundo es la consideración de la mujer como un ser pasivo sin voluntad propia y siempre subordinada y al servicio del hombre. Lo tercero es pensar en que estos anuncios duraron mucho tiempo porque había mujeres que los leían y respondían: si no hubiera existido interacción, habrían desaparecido. Me escandaliza ver cómo era la sociedad de la época y, aún más, ver que todavía queda mucho por avanzar.
Matrimonio: imagino que no es casualidad que la mano del hombre esté por encima de la de la mujer. Calle se casó en Las Vegas pero realizó un paripé con velo blanco, invitados y lanzamiento de arroz en las escaleras de una iglesia. La fotografía ilustra la pantomima de una falsa boda para celebrar un matrimonio verdadero
Sin duda, se da una especial importancia al físico con descripciones a medio camino entre la ensoñación y el eufemismo: se buscan mujeres delgadas o rellenitas, altas o bajas, con pechos y nalgas generosos o más bien planas, rubias o morenas... en realidad, los que publicaron se dejaron llevar por su gusto personal. Por el contrario, hay otras características en que la mayoría de anuncios coinciden: buscan la dulzura, la juventud, el carácter afable, buena disposición para las labores del hogar, así como no ser demasiado intelectual ni demasiado ambiciosa. Parece que a los hombres les asustan las mujeres inteligentes, sabias y racionales. Otras características personales van variando según los anuncios como tener buena salud o no, sin mácula o con ella (en referencia a la virginidad), buen patrimonio o no, vivir a una distancia determinada, etc... Me hizo mucha gracia un anuncio de un viudo negro que buscaba una señora enferma pero con buen patrimonio: es evidente que buscaba convertirse en viudo otra vez pero con el bolsillo lleno. Sin duda, hay que tomarse esta sección con buen humor, aunque sea en su faceta más macabra.
Esos locos bajitos son un peligro
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