viernes, 8 de diciembre de 2017

La Clemenza di Tito

Ya hace días que no compartía mis novedades con vosotros y no ha sido por pereza sino porque he estado ocupadísima. Además de visitar un montón de exposiciones de las que os hablaré muy pronto, uno de mis mejores amigos de Zaragoza, José Luis, vino a verme y lo llevé a hacer turismo por toda la ciudad. Una de las actividades que compartimos fue muy especial: lo llevé a la Ópera Garnier a ver La Clemenza di Tito. Debo reconocer que esta ópera es un poco aburrida, pero poco importaba ya que el lugar es maravilloso y vale la pena la experiencia. Además había reservado la primera fila de un palco y, creedme, es algo que hay que vivir. Y encima lo hice con uno de mis amigos, ¿qué más puedo pedir?

Empiezo por el final: todo el elenco recibe la ovación del público
Los seis cantantes solistas y la actriz que interpretó a Berenice salen a saludar

Sinceramente, La Clemenza es un poco tostón. Fue la última ópera que el divino Mozart compuso aunque no la última que estrenó, ya que este honor corresponde a La Flauta Mágica. El pobre Wolfgang estaba arruinado y enfermo de manera que aceptó componer una ópera seria para la fiesta de coronación de Leopoldo II, rey de Bohemia. No fue muy bien recibida por los ilustres invitados y la propia esposa del rey, la española María Luisa de Borbón, la calificó de "porquería alemana". No obstante, se representó en diferentes lugares de Europa durante muchos años y fue una obra admirada por su estilo clásico y sus bellas melodías. Resulta un poco dura la primera parte, que comienza con un recitativo y no con un número musical que es lo habitual en Mozart. La segunda es mucho más interesante y es donde se concentran las mejores arias: la de Annio, la segunda de Sesto, la de Tito y la segunda de Vitellia.
 
A punto de empezar

Es un poco paradójico que un músico que pasó a la historia por la renovación de la ópera en su fondo y forma, volviera en sus últimas semanas de vida a la ópera seria, aquel tipo de ópera que componía siendo un adolescente. Al tratarse de ópera de tema clásico, hay un papel de castrato lo que dificultó durante años la representación de la misma. Hoy este tipo de papeles los representan mezzosopranos. La historia, ficticia, recrea una hipotética conjura contra el emperador Tito Vespasiano iniciada por Vitellia, la hija del depuesto emperador Vitellio, muerta de celos porque Tito, del que está secretamente enamorada, se va a casar con una princesa extranjera. Los deseos de venganza por el derrocamiento de su padre y su decepción por no ser ella la nueva emperatriz la llevan a manipular a Sesto, uno de los mejores amigos de Tito, para que lo asesine. Con estos mimbres, Mozart compuso una ópera bella pero fría, en la que las emociones de los personajes se muestran apenas en las arias individuales, preciosas, pero insuficientes para remontar el vuelo dramático. 
 
La orquesta calienta motores

La solemnidad de la ópera casaba muy bien con el entorno. Era la primera vez que asistía a una representación en el magnífico Teatro Garnier. Aunque nuestro palco era lateral y en la segunda altura, nos sentimos como reyes: todo el espacio está entelado en terciopelo rojo, hay una zona de antepalco con un mullido banco, un espejo con ménsula, lámpara y un perchero para retocarse el maquillaje y dejar los abrigos. Nuestros asientos eran unas sillas, también tapizadas en tercipoleo rojo, bastante cómodas lo que me sorprendió, ya que yo estaba sobre aviso de que el patio de butacas era incomodísimo, en especial, para aquellos que tenemos las piernas largas.

Las sillas de los palcos
El otro espectáculo: ver lo que se cuece en el patio de butacas 

En lo artístico, el director fue Dan Ettinger quien mantuvo el pulso de la obra firme lo que ya es mucho siendo una ópera barroca. La puesta en escena de Willy Decker, que data de 1997, podría denominarse clásica pero renovada: hombres en calzones y mujeres en polisón pero con un vestuario de líneas depuradas y una ausencia de elementos decorativos para destacar un gran bloque de mármol que se irá convirtiendo en el busto del nuevo emperador. Como acompañamiento, unos telones de bonitos dibujos como si fueran acuarelas para realizar los cambios de escena. Esta aparente simplicidad ayuda a dejar todo el protagonismo a las voces que son lo importante. Para mí, un acierto. También me gustaron la Orquesta y Coros de la Ópera Nacional de París que actuaron magníficamente; no esperaba menos de estos grandes profesionales.
 
Información de la ópera

Respecto a los cantantes, compré las entradas para esta representación porque quería escuchar al tenor protagonista y a la mezzo que interpreta a Sesto. Tito Vespasiano fue el norteamericano Michael Spyres. El problema de los tenores en las óperas serias mozartianas es que son el hilo conductor de la historia pero las canciones bonitas y las interpretaciones importantes se las llevan los demás. No obstante, Spyres hizo gala de su bella voz y cantó muy cómodo su aria del segundo acto Se all'impero... en la que no ahorró ni una nota de las difíciles coloraturas. Fue de menos a más a lo largo de la ópera. La más aplaudida de la noche fue la Vitellia de Aleksandra Kurzak: sin duda, es el personaje más complejo, tanto en lo musical como en lo interpretativo, y la polaca me sorprendió gratamente y salvó bastante bien las dos arias demoníacas que Mozart escribió para este papel (Deh, si piacer mi voui... y Ecco, il punto, o Vitellia) en las que la soprano debe alcanzar notas agudísimas seguidas de otras muy graves y al revés, pasando del registro de cabeza al de pecho y viceversa rápidamente. Estas idas y venidas en la tesitura nos muestran el carácter neurótico e inestable del personaje. El otro gran punto de interés estuvo en el Sesto de Marianne Crebassa, una mezzo francesa muy interesante que canta muy bien y que está llamada a ser una gran estrella aunque, a mi juicio, le falta un poco de arrojo en la interpretación. Esperemos que vaya mejorando y adquiriendo tablas. Dulce y angelical sonó la Servilia de Valentina Nafornita, con una voz bastante mezzosopranil para el papel, quizá para remarcar que es la hermana de Sesto. También sonó inocente el Annio de Angela Brower, muy bien en todas sus intervenciones y muy convincente en su aria Tu fosti tradito. Ambos representan la sinceridad y la inocencia de la juventud en esta ópera de intrigas y venganzas. Mucho menos lucido es el papel de Publio aunque lo interpretó muy bien el bajo Marko Mimica. Estoy muy contenta de haber asistido a este jornada con este plantel de cantantes jóvenes y con muchas ganas de demostrar lo que valen.
 
La extranjera Berenice es la prometida de Tito pero el matrimonio no llega a celebrarse

Al igual que pasó en Don Carlos, el público empezó muy frío y tosedor (no era para menos con el diluvio que estaba cayendo ese día) y en la primera parte hubo pocos aplausos. Tampoco es que la belleza marmórea de la ópera haga entrar en calor al público fácilmente. El segundo acto fue muy diferente: el atentado contra Tito ya se ha producido y los personajes empiezan a manifestar sus emociones y su arrepentimiento por la traición. Además, es en esta parte cuando los diferentes cantantes tienen sus mejores arias de lucimiento y unos concertantes estupendos para ensamblar sus voces. Al final, grandes aplausos para todos y una buena parte del público braveó a los solistas, incluida yo. Y así termina este mes de noviembre tan operístico: empecé con Don Carlos, seguí con Don Juan y termino con el augusto Tito. Las tres óperas tienen en común que sus protagonistas desencadenan la acción pero son otros personajes quienes la desarrollan y quienes tienen más y mejor presencia musical y actoral. Con los tres caballeros y sus acompañantes he disfrutado muchísimo. 

Publio, Annio, Sesto, Tito, Vitellia, Servilia

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