martes, 23 de octubre de 2018

Orphée et Eurydice

Tercera ópera en una semana y aún me falta otra. Estoy embalada. Y en esta ocasión ha sido de casualidad porque me enteré tarde y compré una entrada de gallinero en el último momento. Pero valió la pena.

Fachada de la Opéra Comique

Se trata de una de las óperas más influyentes de la historia por varios motivos. Por de pronto, dio inicio a una larga lista de óperas de rescate del repertorio germano y se convirtió en la primera ópera en que la música primaba sobre la poesía y la trama se simplificaba para centrar la atención del espectador en el canto. Como tantas óperas antiguas, Orfeo ed Euridice tiene varias versiones pero las más conocidas son la original italiana para contralto castrato, la francesa en la que el protagonista es un tenor contraltino y esta tercera, con arreglos de Héctor Berlioz para rol en travesti, a mayor gloria de la estrella del momento, Pauline Viardot (née Paulina García). Esta última es la versión que ha programado la Opéra Comique, un teatro en el que todavía no había estado, y que consta de cuatro actos de corta duración. La ópera dura unos 90 minutos en total así que se representa toda seguida sin entreactos.

Cartel anunciador

La noche empezó regular ya que tenía un pilar justo delante pero, por suerte, una silla se quedó vacía y el señor que se sentaba a mi lado la ocupó. Yo también me moví y pude ver el escenario completo y parte de la orquesta. Por cierto, que las butacas son bastante más cómodas que las de Garnier donde vi Bérénice: me duelen los riñones sólo de acordarme Además, gracias a mis gemelos no me perdí detalle.

Mis vistas: por suerte me moví un asiento a la izquierda
Mis gemelos

Como nunca la había oído entera estuve muy atenta a los detalles de esta música maravillosa de la transición entre el Barroco y el Neoclásico aunque hay que reconocer, que en algunas tormentas orquestales, se nota la mano de Berlioz. Los músicos del Ensemble Pygmalion son fantásticos con mención especial para algunos solistas como la flauta y el arpa. El coro pertenece al mismo grupo y también estuvo fenomenal, cantando con intensidad pero sin estridencias. Lo que me lleva a pensar que la dirección de Raphaël Pichon estuvo muy acertada. Tendría que comparar con otras grabaciones pero la orquesta sonó rica en matices y muy emotiva por momentos.


Imágenes del vestíbulo

Resulta curioso como las grandes leyendas y mitos del pasado siguen emocionando miles de años después. De hecho, la pérdida del ser amado y la necesidad de ir a buscarlo (aunque sea en un sentido metafórico) son un elemento universal y atemporal. El escenario tiene como telón de fondo una reproducción del cuadro Orfeo conduciendo a Eurídice al Infierno de Corot y un espejo enorme que refleja los movimientos de los cantantes, a veces desde atrás y otras veces desde arriba. La puesta en escena es muy bonita y sencilla pero efectista y muy trabajada. Aunque hay algún momento un poco raro, como la aparición del Amor en un aro gigante, la aparente simplicidad nos conduce directamente a las emociones y los sentimientos vividos por Orfeo en cada instante.


Imágenes del interior

El vestuario también acompaña: Orfeo apareció con un traje azul y una peluca de pelo blanco en un estilismo que recordaba un poco a Julian Assange en su época de procesos judiciales londinenses. La Eurídice resultaba un tanto insulsa con un severo conjunto blanco de chaqueta, camisa y falda larga acompañado de otra peluca blanca pero más voluminosa. El Amor llevaba un precioso vestido de fiesta en rosa empolvado con lentejuelas que no me importaría tener en mi fondo de armario. Las plañideras, ninfas y pastores, aparecen de luto pero se quitan el abrigo y vemos que, mientras ellos llevan un traje negro, ellas lucen vestidos blancos de estilo años 20. Además del vestuario, discreto pero con personalidad, la iluminación y las coreografías encajan perfectamente con la música y se da una sensación de espectáculo perfectamente cohesionado y completo.

El reparto saluda al público

La protagonista absoluta de la noche fue Marianne Crebassa, la mezzosoprano que ya vimos en La Clemenza. En esta ocasión, también interpreta un papel en travesti aunque algo mejor interpretado, menos tímida que en otras ocasiones, más intensa a nivel teatral y vocal. Su voz también ha madurado y llenaba todo el teatro: sonó redonda y completa, llena de matices y bien proyectada, densa y, en ocasiones, hasta masculina. Sus mejores momentos fueron los más dolientes y melancólicos del primer y último actos. La dulce pero triste Eurídice de Hélène Guilmette tiene una participación pequeña pero muy bonita y bastante emotiva: la cantante lo hizo muy bien con dramatismo pero sin lloriqueos. Por su parte, Lea Desandre que interpretaba el Amor tiene una voz bonita y ágil. Brave tutte!

Los protagonistas reciben los aplausos

En definitiva, fue una noche mágica. Salí encantada del teatro y casi emocionada por la delicadeza y la tristeza de la obra y por la belleza del espectáculo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario