miércoles, 4 de enero de 2017

The Color Line: pequeña historia de una gran infamia

Uno de los problemas de trabajar tanto es que no queda tiempo para nada: durante estos dos últimos meses no he podido visitar todas las exposiciones que quería ver y las que sí, las he visto aprovechando los horarios nocturnos o a un ritmo más rápido del que me gustaría, antes de que cerraran el museo. Tampoco me queda tiempo para escribir sobre ellas. Pero prometo ponerme las pilas para compartir con vosotros estas experiencias: algunas más agradables que otras. Hoy toca hablar de una exposición durísima que se puede visitar en el Quai Branly hasta el 17 de enero. Se trata de The Color Line. Los artistas afro-americanos y la segregación. Aunque la trágica historia de los negros en Estados Unidos empieza mucho antes, con la esclavitud, la exposición se centra en el período posterior, una vez que los negros pasan a ser libres pero sufren la explotación, la persecución, la violencia racista y una segregación social muy parecida a lo que luego fue el apartheid. Ésta es una de las exposiciones más eclécticas que he visto en mucho tiempo: se compone de música, vídeos, revistas, libros, carteles, fotografías, objetos personales... y también la presencia de obras de artistas afroamericanos de la llamada Harlem Renaissance (estilo nacido en los años 30 en este barrio neoyorquino) y de diferentes épocas como Archibald Motley Jr, Jacob Lawrence, Basquiat y David Hammons.

 Bandera de la UNIA (Universal Negro Improvement Association)


Obra de David Hammons

La exposición está dividida en varias secciones y recoge obras de arte, libros, vídeos, prensa, objetos cotidianos... Es muy completa y nos da una visión de conjunto aunque señala varios hechos importantes sobre los que detenerse como la gran migración de población negra a los Estados del norte huyendo de la violencia del Ku Klux Klan, la Marcha sobre Washington o el movimiento Black Panthers. También hay un gran espacio dedicado a la visión racista y denigrante que los medios de comunicación y el cine daban de los negros hasta los años 60, otro que muestra la vida urbana en las grandes ciudades industriales del norte y uno sobre la influencia creciente de ciertas personalidades negras en la cultura y la sociedad estadounidense.  

Portadas de revistas satíricas denigrantes para los negros

En efecto, tienen muchísima impotancia los nombres propios: artistas, deportistas, políticos, escritores, militantes... todos ellos componen un mosaico que se ensambla perfectamente a lo largo del recorrido. Encontramos importantes activistas por los derechos de los negros como escritor y editor abolicionista Frederick Douglass (que fue quien acuñó el término Color Line que da título a la exposición), el reverendo Martin Luther King Jr. o los primeros senadores negros Hiram Revels y Blanche Bruce y, por supuesto, Barack Obama, el primer negro en llegar a la presidencia del país. Veo en ellos tanta dignidad y nobleza, justo lo contrario a otro de los apartados de la exposición donde se muestran imágenes de linchamientos y propaganda supremacista blanca de una población racista, inculta y violenta justamente llamada white trash. Aparecen importantes figuras del mundo del espectáculo y los deportes cuya trayectoria profesional normalizó la imagen de los negros en EE.UU.: Michael Jackson, Aretha Franklin, Michael Jordan, Muhammad Alí, Whoopy Goldberg, Sidney Poitier o Sammy Davis Jr... éste último casado con una mujer blanca, algo nada fácil ya que hasta la sentencia del caso Loving en 1967, los matrimonios interraciales estaban prohibidos en casi todos los Estados del país, aunque de este asunto se trata poco en la exposición.

Munich Olympic games, serigrafía de Jacob Lawrence

Retrato de Martin Luther King por Reginald Gammon Jr.

Mención especial merece la actitud de las mujeres negras siempre aguerridas y doblemente discriminadas por su condición racial y por ser mujeres. Muchas de ellas levantaron su voz contra la discriminación que sufrían y algunas pusieron todo su empeño, talento y trabajo para poder llevar una vida normal, triunfar en su profesión y vivir dignamente. Hace unas pocas semanas, una chica norteamericana negra me dijo que tal vez los hombres negros querían seguir vivendo como negros pero que las negras querían vivir como blancas.

En efecto, muchas de las mujeres aquí presentes desarrollaron una importante carrera profesional a pesar de toda la discriminación y rechazo que sufrían. Tal fue el caso de Marian Anderson, la magnífica contralto de la que Toscanini dijo que sólo se daba una voz como la suya una vez en un siglo. Madre espiritual de todos los cantantes líricos negros estadounidenses, Anderson desarrolló buena parte de su carrera en Europa, Asia e Hispanoamérica debido a la discriminación que sufría en su propio país. De hecho, su debut en el Metropolitan de Nueva York se produjo cuando ella tenía casi 60 años. Un relevante episodio de su vida se produjo en 1939 cuando la asociación Daughters of the American Revolution (DAR) le denegó su participación en un acto en el Constitution Hall. El escándalo fue tan enorme que el propio presidente de los EEUU, Franklin D. Roosevelt solicitó la organización de un concierto de Marian Anderson al aire libre, concretamente en el Lincoln Memorial, antes más de 75.000 asistentes. 

Vídeo del recital de Marian Anderson en el Lincoln Memorial

Vemos a lo largo del recorrido otras importantes mujeres como la escritora y feminista Alice Walker, la política Angela Davis o la costurera Rosa Parks. Sin embargo, no vi ninguna mención a Shirley Chisholm, la primera mujer que presentó su candidatura oficial a la presidencia de los Estados Unidos, algo oportuno dado que se acaban de celebrar las elecciones y el resultado ha sido muy desalentador en lo relativo a igualdad. Tampoco se hace referencia a Toni Morrison, la premio Nobel de Literatura, gran narradora de la historia de los negros de EEUU y una de mis escritoras favoritas, aunque sus novelas sí estaban en la tienda a la salida de la exposición.

Imágenes de la detención de Rosa Parks

Y, por supuesto, en las exposición también vemos la aportación de millones de personas anónimas en la defensa de los Derechos Civiles: los soldados que se alistaron en el Ejército, los pequeños comerciantes que se iban abriendo paso con dificultad en sus ciudades de residencia, las empleadas de hogar que criaban a los hijos de los blancos, los hombres y mujeres que peleaban por acceder a la educación y matricularse en escuelas que les estaban vetadas, las flappers de los años 20 que conducían y bebían como hombres o las maravillosas amas de casa sureñas que conservaron y desarrollaron la Soul Food, uno de los recetarios populares más deliciosos del mundo.


Diario del soldado Horace Pippin, donde se recogen sus recuerdos de la Primera Guerra Mundial

The Octoroon Girl de Archibald Motley Jr., la mujer aquí representada es una flapper

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