martes, 3 de abril de 2018

El Arte del pastel

Hasta el 8 de abril, se puede apreciar en el Petit Palais una exposición única y que muy difícilmente se volverá a repetir: El Arte del Pastel, dedicada al dibujo artístico realizado con barritas de colores. Debido a la delicadeza de las obras en pastel, realizadas en papel o cartón, no es habitual organizar exposiciones de obras de esta técnica, así que ésta es una ocasión especial. De hecho, la conservación de los pigmentos y el papel, tan sensibles a la humedad, la luz y hasta la vibración, hacen de estas obras, piezas de difícil acceso y escasa presencia en colecciones artísticas. Así pues, 130 obras han sido expuestas, por primera vez al público, de los propios fondos del museo de manera que son obras inéditas, algunas de ellas sólo conocidas por reproducciones posteriores. 

El pastel se asocia tradicionalmente al siglo XVIII como técnica complementaria a la pintura. A lo largo del siglo XIX se convierte progresivamente en un género autónomo muy apreciado por los pintores realistas y románticos y, durante el siglo XX, se desarrolla y se renueva gracias a las corrientes vanguardistas y a la puesta en valor de técnicas consideradas hasta ahora como artes menores. Además, gracias a su ligereza, pequeño tamaño y facilidad de transporte, estos dibujos han servido para la labor divulgadora del arte, como muestras de lo que los artistas eran capaces de hacer también en pintura.

Al tratrse de barras de pigmentos con algún aglutinante ya incorporado, generalmente cera o goma, no se necesita usar disolvente como en el caso de la acuarela o el óleo, de manera que era un técnica muy indicada para realizar dibujos rápidos como los retratos infantiles (ya sabemos que los niños no pueden estarse quietos) o para pintar paisajes, por lo fácil de su transporte y manipulación, hasta la invención de la pintura industrial ya lista para usar.

En conclusión, la rapidez en la ejecución, la posibilidad de corrección, la belleza y vistosidad de los colores y la fácil portabilidad de los materiales permitían llevarse las ceras a cualquier parte. Y de todo ello, se beneficiaron grandes pintores aunque sus cualidades como pastelistas y dibujantes quedaran en un segundo plano. Descubrir estas delicadas obras escondidas y poco conocidas es el motivo más importante para visitar El Arte del Pastel.

La exposición divide el recorrido en cinco bloques temáticos y cronológicos y nos muestra el pastel como una herramienta de experimentación al servicio de la modernidad y de la libertad creativa. La expo comienza con una obra de Mme. Vigée Le Brun de 1800 y llega hasta 1930 con una obra de Roussel. La mayoría de las obras presentadas se realizaron entre 1860 y 1920. 

Comienza nuestra visita con el estilo clásico representado por artistas como Vigée-Lebrun, Leloir o Bremond. El pastel es una novedad técnica alternativa a la tradicional pintura al óleo y, aunque en un primer momento, se emplea como boceto para cuadros pronto se convierte en un estilo en sí mismo. La mayor parte de las obras son retratos de la aristocracia.

Retrato de la princesa Radziwill de Mme. Vigée Le Brun
Retrato de la señorita Ehrler de Léon Riesener
        
El pastel no es ajeno a las corrientes artísticas de la época y evoluciona con ellas. La segunda sección nos lleva al Naturalismo. Vemos obras de Bouchor, Nozal, Iwill... que aprovecharon las ventajas técnicas del pastel ya que es un material ligero y que no deja desechos, no necesita preparación ni hay que esperar a que se seque por lo que les resultaba muy práctico para sus escapadas al campo. La rapidez del dibujo respecto a la pintura les permitía adaptarse a los cambios de luz y de atmósfera o captar el movimiento de las aguas. Pero también les hizo mirar hacia otros temas de la vida real por los que también se interesaban: no sólo podían pintar paisajes sino también escenas del trabajo en el campo o de la vida íntima de manera simple y espontánea. Bouveret, Breslau y otros artistas del naturalismo social representaron escenas de la vida cotidiana de las clases más humildes como parte de su denuncia de las injusticias.

Acumulación de hielo en el Sena entre Asnières y Courbevoie de Alexandre Nozal
Nocturno. El lago Leman. Recuerdo de Villeneuve de Alexandre Nozal

Pero si hubo un estilo artístico que se benefició ampliamente de las ventajas útiles del pastel, ése fue el movimiento impresionista. Aunque esta técnica es secundaria respecto a la pintura, casi todos los impresionistas la emplearon en mayor o menor medida, ya que se adaptaba perfectamente a este estilo: la rapidez de esta técnica ayuda a plasmar la sutileza de los movimientos, los matices de la luz, la riqueza del color y el paso del tiempo y las estaciones que tanto interesaron a estos artistas. Vemos aquí obras de Morisot, Renoir, Gauguin, Cassatt y Degas, en su mayoría paisajes, pero también hay un espacio para la representación humana, en un ambiente íntimo, familiar y amistoso. Dada la popularidad de este estilo, se producen grandes aglomeraciones en estas salas lo que dificulta ver las obras con detenimiento.

En el parque de Berthe Morisot

 
Estuche de lápices de pastel de Antoine Bourdelle

Bastante menos conocido es el llamado estilo mundano que se concentra en la cuarta parte de la exposición. Se trata de retratos refinados al gusto de la aristocracia y la burguesía y, a pesar de su orientación comercial original, tienen un gran interés artístico. Aquí nos encontramos con obras de gran tamaño que nos muestran la elegancia parisina y la alegría de vivir. Tissot, Blanche, Prouvé, Carrier-Belleuse, Léandre, Baschet, de La Gandara... todos ellos realizaron obras de gran sensualidad, en las que destaca la carnosidad en la representación femenina, el aspecto suave y aterciopelado de la piel y el cabello, así como la riqueza de los vestidos. Al ser un material más barato, ligero y de fácil acceso, hay mujeres pastelistas como Marlef o Guilaumot-Adan que destacaron por sus retratos también femeninos ya que las damas se sentían más cómodas posando para una mujer. Algunos de estos dibujos son realmente impresionantes ya que muestran la textura de la piel de una forma pocas veces vista.

La mujer con velo de Antonio de La Gandara

Al Sol de Émilie Guillaumot-Adan

Para finalizar, el último estilo mostrado es el simbolista. A diferencia de los estilos anteriores, más realistas, aquí destaca la importancia del colorido y la presentación de las escenas como ensoñaciones, vaporosas y con un toque desvaído pero con colores vivos y de una gran fuerza expresiva. Las obras de estos artistas (Lévy-Dhurmer, Léandre, Osbert, Ménard y Redon) buscan la expresión de sus sentimientos, sus sueños y sus anhelos. Se trata de una representación de la realidad interior con toques esotéricos, místicos y alegóricos de manera que la variedad de color y la textura cálida de las ceras viene como un guante a este estilo. Se representan ángeles, personajes mitológicos o seres humanos de aspecto enigmático, así como objetos fuera de contexto, remarcando su sensualidad, misterio y poesía. Los dorados y tonos cálidos están muy presentes en estas obras en un contrate teatral con colores llamativos y muy vivos como rojos, azules y verdes impactantes. Algunas obras son magníficas, entre ellas, las de los pintres nabi, un estilo que me encanta.
Anémonas en un jarrón azul de Odilon Redon
Retrato de Lise y Antoine Mayer de Lucien Lévy-Dhurmer
Cartel de la exposición

Dada la delicadeza de las obras, el acceso a la exposición está férreamente controlado y las salas son de pequeño tamaño ya que no conviene que haya muchas aglomeraciones de público con los consiguientes cambios de temperatura y las vibraciones que eso puede producir. A pesar de esta circunstancia práctica, la exposición es absolutamente recomendable y vale la pena puesto que son obras que pueden pasar décadas sin estar expuestas. La gran afluencia de público a pesar de tener que esperar para entrar es un buen signo del éxito de esta esposición.

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