viernes, 23 de enero de 2015

Museo Rodin

Parece que ésta es la semana de saldar cuentas pendientes. El Museo Rodin me encanta. Es uno de mis favoritos de París pero, por desgracia, aún no había escrito sobre él. Lo he visitado varias veces pero aún no había comentado nada. Ahora es el momento.

Tanto se ha hablado de Rodin...  Para muchos, Rodin es uno de los tres mejores escultores de la Historia junto con Praxíteles y Miguel Ángel. Para otros, el hombre que acabó para siempre con las estatuas. Para todos, el padre de la escultura moderna. Su estilo absolutamente personal, naturalista e impresionista, es tan impactante que los turistas que visitan el museo pasan rato y rato contemplando las obras. En ellas, destaca su empleo del cuerpo humano como soporte para transmitir emociones. Al igual que otros artistas contemporáneos, sus modelos son personas normales: familiares suyos, amigos o gente de la calle incluidos mendigos lo que le aleja de la escultura clásica que representa a personajes elevados como dioses, reyes y leyendas. Lo que nos muestran sus obras son personas enfrentadas a sentimientos que todos podemos conocer, expresiones que todos hemos vivido alguna vez como la angustia de Los Burgueses de Calais, el amor de El Beso o la duda de El Pensador.

De todo lo anterior, se deduce que la visita a este Museo es ineludible. No sólo se pueden ver sus obras más importantes, sobre todo, en bronce, sino que también contamos con la ventaja de que están a la aire libre, en un jardín, de manera que se pueden contemplar de cerca o a cierta distancia, para detenerse en los detalles o para tener una visión global de las mismas. Por desgracia, el Museo está parcialmente cerrado hasta septiembre de 2.015 por obras en el edificio principal, el que alberga la colección de obras de mármol. Pero esto no va a impedir ver las esculturas que allí se encuentran ya que las han trasladado a un pequeño edificio acristalado que hay en una lateral del jardín.

Como notas finales, me gustaría añadir que visitar este museo también resulta agradable por motivos menos artísticos. El primero, sus empleados. En general, los trabajadores de los museos que yo he visitado, y son bastantes, son muy amables, pero hago una mención especial a los del Rodin. Sus buenos modales, su calidez en el trato y su sonrisa perenne bien merecen este reconocimiento. El segundo es la cafetería. Suena muy superficial pero la mayoría de los museos no cubren sus gastos con las entradas de manera que tomar un café o hacer una compra en la tienda de regalos es una manera bonita de financiar el museo que estamos visitando. En este caso concreto, la cafetería está en el lado izquierdo del jardín (con vistas al Boulevard des Invalides) y tiene terraza por tanto podéis tomar un café o un aperitivo mientras observáis el paisaje, las obras de arte y a los turistas contemplándolas. Además, me tomé un café y un delicioso muffin de chocolate y me pareció que estaban bien de precio. Teniendo en cuenta que el barrio donde está situado es carísimo y hay muy pocas cafeterías y restaurantes, vale la pena considerar esta opción. La entrada principal del museo está en la rue Varenne, la calle donde están la residencia del Primer Ministro (Palacio Matignon) y las sedes de algunos ministerios y embajadas, entre otros lugares públicos. Allí no hay cafeterías, de hecho, con el despliegue de fuerzas de seguridad que está viviendo París últimamente, es probable que no podáis ni pasar. Enfrente del museo están los Inválidos y su gran explanada donde tampoco hay locales para tomar algo. Así que está clarísimo: hay que reponer fuerzas en la terracita del museo.


El Pensador


Vistas del jardín

Retrato de Gustav Mahler

Las Tres Sombras

Los Burgueses de Calais
Las Puertas del Infierno

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