sábado, 13 de mayo de 2017

Serenísima: Venecia en fiesta

No volvía al Museo Cognacq-Jay desde septiembre de 2015 en que vi esta maravillosa exposición  y en ese momento contraje una deuda que aún no he saldado: hablar de este pequeño pero bonito museo. Estos días he vuelto para ver su nueva exposición temporal dedicada a la Venecia del Settecento y que está disponible hasta el 25 de junio. El motivo es muy sencillo: el matrimonio Cognacq-Jay, antiguos propietarios del palacete, tenían una colección importante de obras de este período y el Museo ha decidido poner estas obras en situación mostrando cómo era el lugar y el momento. Se remarca especialmente la parte más festiva de la República de Venecia: las celebraciones por la elección del Dogo, el Carnaval, las visitas de mandatarios extranjeros, la ópera, el teatro...

La República de Venecia fue, desde su fundación en el siglo V, una sociedad muy acomodada y rica por el incesante comercio marítimo que gestionaba, gracias a su posición intermedia entre el Imperio Bizantino y el Sacro Imperio Romano-Germánico. Durante siglos, Venecia fue una sociedad muy avanzada no sólo por los beneficios de su situación estratégica en el mar Adriático sino también por la organización política y social, mucho más abierta que las sociedades feudales del resto de Europa. Organizada como una ciudad-estado, al estilo de las polis griegas, los venecianos se sentían herederos de la República de Roma.

Entrada del conde de Gergy al palacio del Dogo de Luca Carlevarijs

Su poderío fue declinando por las guerras contra Génova, el otro gran centro comercial y financiero italiano, el avance territorial del Imperio Otomano, que le hizo perder sus colonias de la costa dálmata y el mar Egeo, y el ascenso de nuevos imperios que se hacían con el control de las nuevas rutas comerciales. De esta manera, Venecia perdió su posición casi monopolística en el comercio de especias en favor del Imperio Portugués y también su hegemonía en el comercio de esclavos, que ellos traían del Este de Europa, en favor del Imperio Británico y el Holandés, que los enviaban desde África a América, sin pasar por Europa. Aún así la posición económica de Venecia siguió siendo importante ya que mantuvo la industria artesanal y las manufacturas de productos de lujo, que se exportaban a toda Europa y parte de Asia.

Esta situación de declive no impidió que Venecia siguiera siendo una ciudad próspera y su población, acomodada, culta y refinada. Su final como estado independiente tuvo lugar el 12 de mayo de 1797, cuando el dogo Ludovico Manin abdicó frente a la llegada de las tropas francesas del general Napoleón Bonaparte a la ciudad. Es precisamente este último siglo de gloria económica y artística, conocido como Settecento Veneciano, el que recoge la exposición temporal.

Maniquíes vestidos al estilo del Settecento

En ella, se exponen obras de Francesco Guardi, Giambattista Tiépolo y sus hijos Giandomenico y Lorenzo, Antonio Canal conocido como Canaletto, Pietro Falca, Giocomo Amigoni y otros grandes pintores. Además hay una pareja de maniquíes con ropa de la época y varios dibujos y grabados de la ciudad y de las múltiples festividades que en ella se celebraban.

Al tratarse de una sociedad rica y basada en el comercio, es decir, en constante contacto con otras culturas y sociedades, se crearon bancos y empresas y se desarrollaron ciertos instrumentos financieros e industrias artesanas, como la del cristal, la cerámica, la pintura y la textil, en especial, la de la seda. También el intercambio cultural hizo evolucionar las artes y la cultura y el elevado nivel de vida, las popularizó. Así, por ejemplo, las óperas nacieron como obras de teatro cantado exclusivas para las fiestas privadas de la nobleza y la incipiente burguesía, que se representaban con motivo de alguna fiesta especial, como una boda o la entronización de un noble, pero en Venecia un grupo de músicos y cantantes decidieron crear su propia compañía, alquilar un teatro y representar las óperas de forma asidua cobrando una entrada o un abono de temporada. El primer teatro donde se representó ópera abierta a todos los públicos fue el Teatro San Casiano en 1637. Ese mismo año, se inauguró también el Ridotto, la primera sala de juego legal de la República, un lugar en el que se podía jugar a las cartas, a los dados y otros juegos de azar apostando dinero. Como este tipo de prácticas eran muy habituales, la Serenísima República permitió la apertura del lugar para tener controlada la actividad y, de paso, cobrar impuestos a los beneficios.

Carlo Broschi conocido como Farinelli, famoso castrato retratado por Giacomo Amigoni

Se trata de una exposición muy pequeñita pero muy interesante y bien organizada, interesante y bonita y que permite, también, visitar la colección permanente del Museo. 

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