martes, 21 de marzo de 2017

Aniversario del Code Napoléon: el Derecho Romano vuelve a imponerse en Europa

En bastantes ocasiones, he hablado de política en este blog y la política se construye mediante la toma de decisiones. Una parte muy importante y que afecta a todos los ciudadanos es la elaboración de leyes. Hoy estamos acostumbrados a ver las noticias sobre los debates parlamentarios, generalmente, los momentos más escandalosos y polémicos. Pero no siempre fue así: en el pasado eran los reyes quienes dictaban la ley, a veces, sin tener más objetivo que el de resolver un problema concreto. Como, además, la sociedad estaba dividida en estamentos sociales inamovibles (la aristocracia, la Iglesia, los gremios, las villas y ciudades, los campesinos...) de los que no se podía ni entrar ni salir, al final lo que quedaba era un galimatías jurídico en el que no se sabía qué era ilícito y qué no y una falta de seguridad jurídica que provocaba la absoluta arbitrariedad de los poderes públicos y de los nobles que, en sus territorios, ejercían como jueces.

Hubo varios intentos de compilar normas y poner un poquito de orden en semejante caos normativo y, casi siempre, tomando como ejemplo el Derecho Romano, que se ha tenido como referencia de cuerpo legal coherente y completo. Esto no es del todo cierto ya que, a lo largo de su historia, Roma vivió diferentes etapas, algunas más metódicas en lo relativo a Derecho y otras, no tanto. En cualquier caso, sí se puede decir que el Derecho Romano tiene algunas características que se mantienen a lo largo del tiempo como la potestad del pater familias, el orden vertical en la sucesión y el estatismo de las instituciones jurídicas, sobre todo, la propìedad, entre otros.

Se produjeron varias obras de recuperación del Derecho Romano a lo largo de la Edad Media y Moderna: una de ellas fue la que intentó Alfonso X el Sabio de Castilla y que produjo como consecuencia una guerra de sucesión. La corona castellana, como el resto de monarquías hispánicas medievales, se regían por principios de derecho germánico por los que si un heredero fallecía (el hijo del rey, por ejemplo), el nuevo heredero era alguien dentro del mismo rango de la sucesión, es decir, un hermano, mientras que, en el Derecho Romano, la sucesión es vertical de modo que el nuevo heredero sería el hijo del heredero fallecido, o sea, el nieto del rey. El modo vertical es lo habitual hoy en día pero no lo era en la Edad Media. De esta manera, al morir Alfonso X, su heredero tenía que ser su nieto Alfonso, hijo del fallecido príncipe Fernando, pero el segundo hijo del rey, Sancho, le arrebató el trono considerando que era él el heredero según las normas de uso de la monarquía y no las de Derecho Romano que su padre acababa de adoptar.

Una vez alcanzada la época de la Ilustración, se revivió el interés por el Derecho Romano, considerado racional y bien estructurado, incluso, se inició un movimiento de recuperación del mismo por parte de los filósofos del Derecho, destacando sobre todos ellos el alemán Savigny. El intento no era sólo académico sino que estaba cargado de ideología: después de estallar la Revolución Francesa y con los movimientos obreristas en pleno apogeo, las clases más acomodadas empezaron a tener miedo de verse desposeídas de sus privilegios y encontraron en el conservadurismo del Derecho Romano un buen apoyo para mantener la organización social. Además, empezaron a darse en diferentes sitios de Europa movimientos compiladores para recoger y ordenar toda la maraña jurídica.


Trono de Napoleón en el Senado

Napoleón, el emperador coronado a sí mismo, también estaba de acuerdo con la idea de racionalidad del Derecho Romano. Siendo todavía Cónsul, encargó la creación de un código de Derecho Civil, un paso más allá en la recopilación de normas, tradiciones y usos jurídicos que otros países habían empezado y decidió, además, unificarlo, organizarlo y tratarlo como un todo único y suficiente, racional y completo, para regir la vida civil. Además de la seguridad jurídica que esto implicaba, la reforma suponía también abandonar definitivamente las peculiaridades locales mediante la creación de un Derecho aplicable a todo el territorio lo que fortalecía el poder del gobierno central, del Emperador, así como acabar con la división social del feudalismo. Después de un primer proyecto elaborado por un comité de juristas, el Consejo de Estado presidido por el propio Napoleón realizó algunos cambios a propuesta de las Cámaras hasta su aprobación definitiva tal día como hoy de 1804. Ya vemos que la influencia de Roma y sus instituciones perdura a lo largo del tiempo así pasen milenios. En el caso de Napoléon, ya antes de convertirse en emperador, se hizo nombrar cónsul, a imitación de Julio César y otros. La recuperación del Imperio Romano a través de otros imperios es una fascinación recurrente en los dirigentes europeos megalómanos. Napoleón no fue el único: antes de él ya intentó algo parecido Carlomagno y, a posteriori, los nazis.

Napoleón pensó que había llegado al colmo de la legislación y que todas las posibles situaciones jurídicas se contenían en él sin pensar que podría existir alguna circunstancia que no estuviera contemplada. De este modo, previó el Código como un juego automático, es decir, había una realidad y un artículo que aplicar: casi no harían falta los jueces. Tan seguro estaba de la perfección y plenitud de su Código que sólo planteó la opción de la analogía a la hora de su aplicación. Pero la realidad es mucho más rica y variada de lo que la mente humana es capaz de imaginar y llegó el momento en que un tribunal tuvo que interpretar algunos de los artículos de tan magna obra. "Alguien lo ha interpretado: mi código está perdido" dicen que exclamó el Emperador.

Pero las bases de una nueva etapa jurídica ya estaban asentadas. Muchos países europeos y americanos se sumaron a la codificación en las décadas posteriores. La sistematización y ordenación de las leyes permitió abrir una nueva etapa de seguridad jurídica y garantías para los ciudadanos. Por supuesto, el Código Civil francés ha vivido incontables reformas debido a los cambios sociales y las diferentes etapas políticas. Como bien dijo Stendhal, "una sola palabra del legislador puede convertir en ceniza toda una biblioteca jurídica".


Despacho del palacio de Fontainebleau donde Napoleón despachaba con el consejo


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