Ha tenido que venir la petarda de Kim Kardashian a París para que todo el mundo hable de la seguridad o falta de ella. La estrella televisiva californiana se trasladó a Francia para acudir a los desfiles de la semana de la moda, anunciando a bombo y platillo que se presentaría sin maquillaje (ella, la reina del
contouring). Lo que iba a ser un viaje rápido y tranquilo, un mero paréntesis en su vida dedicada a los selfies y las inyecciones de grasa en los glúteos, se convirtió en pesadilla. Para preservar su intimidad, Kardashian decidió alojarse en un establecimiento que no es hotel sino un complejo de apartamentos privados de super lujo, en un edificio
lleno de historia situado en el barrio de la Madeleine. Allí, un grupo de cinco hombres disfrazados de policía maniataron al conserje e irrumpieron en las habitaciones que ocupaba la pobre Kim. Después de atarla, la metieron en la bañera y procedieron al robo de las joyas que la norteamericana había traído en este viaje, valoradas en un total de 10 millones de dólares. El susto que se llevó Kim debió de ser horrible. Ella misma ha contado su experiencia y, como protagonista de un programa de tele realidad, seguramente habrá más episodios de declaraciones sobre este asunto. Después de testificar ante la policía, la estrella de la tele regresó a su país para pasar el mal trago con su familia.
El hotel donde ocurrió el robo
Yo lo siento muchísimo por Kim, no sólo por el miedo que debió de pasar, sino también porque, viendo cómo ha actuado la policía francesa en otros
robos importantes y mediáticos, yo no me haría ilusiones de recuperar lo robado. Ya han empezado las teorías sobre los fallos de seguridad: los escoltas que la acompañan normalmente no estaban en el recinto, la seguridad del lugar era insuficiente a la vista de lo que ha pasado, los tipos que cometieron el robo se largaron rápidamente y sin dejar rastro. Pero hay más preguntas, sobre todo, respecto a lo que sabían los ladrones del botín que se iban a encontrar. Es cierto que la diva de la tele airea su vida privada constantemente pero no creo que sea tan tonta como para dar información de algo tan valioso. En cualquier caso, este suceso del que vamos a oír hablar durante semanas, parece que va a ser la puntilla al turismo de lujo en París. Algunos como Karl Lagerfeld ya se han dado cuenta de
este hecho. La alcaldesa de París lanzó un comunicado lamentando lo ocurrido y aclarando que se trata de un hecho aislado en un lugar privado y que París es una ciudad muy segura. La señora Hidalgo puede decir lo que quiera, sobre todo ahora que está en campaña para conseguir la celebración en París de los Juegos Olímpicos de 2024, pero no se puede negar que París es cada vez más insegura por muchos motivos.
Una imagen de este verano: cuatro gatos haciendo fotos a la Torre Eiffel desde Trocadero. A lo lejos se ve la base de la torre prácticamente vacía cuando lo normal por esas fechas es que haya una multitud haciendo cola para subir
Después de los atentados de noviembre de 2015, las reservas de hoteles y vuelos bajaron un 40 y un 30% respectivamente. El turismo masivo tradicional no se ha recuperado y es fácil pasear por Trocadero, Saint Michel o Panteón sin ver demasiados turistas. A veces, da un poco de pena. Si encima añadimos las huelgas, inundaciones, problemas con el transporte público... la demanda turística no ha levantado cabeza en los últimos meses. También ha bajado muchísimo el turismo asiático caracterizado por ser viajes de grupo organizados, dirigidos por un guía, que recorren la ciudad de punta a punta visitando un sinfín de monumentos y museos en un mismo día. Son unos viajes que me parecen una pesadilla: nunca están más de media hora en un sitio salvo el Louvre, recorren toda la ciudad en autobús, tocan chufa en un sitio en el que no les explican casi nada para salir inmediatamente y, encima, pagan un dineral por cada visita que realizan. Lo más destacado de su viaje es pasar un día entero en Galerías Lafayette, comprando artículos de lujo. Pero el problema para chinos y coreanos es parecido al que tuvieron los japoneses y por el que dejaron de venir de turismo a París: los carteristas. No hace falta más que montar a ciertas horas en las líneas 2, 6 y 9 para ver cómo los chorizos desembarcan en las zonas turísticas buscando víctimas a las que robar. Las técnicas que emplean son muy variadas: acercarse discretamente y sacar la cartera del bolso, el tirón, pedir una firma en un papel mientras otra persona mete la mano en el bolso, pedir dinero por un anillo falso y agarrar la cartera al sacarla... Por no hablar de los trileros, los revendedores de cosas robadas que acosan a la gente que pasa por la calle y todo tipo de timadores. A pesar de llevar escoltas, los grupos de ciudadanos asiáticos siguen sufriendo robos. Además para ellos, el problema no es sólo perder el dinero sino también la incomodidad de ir indocumentados y el riesgo de no poder entrar en su país a la vuelta (o tener que pasar por una serie de carísimos y larguísimos trámites para poder hacerlo) por falta de identificación. Varios guías con los que he hablado, me han comentado las malas experiencias de algunos clientes y que la fama de París como ciudad insegura se está extendiendo por sus zonas de origen. Ésta es una pésima noticia para el turismo y para el comercio en Francia.
Junto al semáforo, dos chorizas esperando su próxima víctima
Un trilero y su compinche preparados para desplumar a alguien
A todo lo anterior, hay que añadir el grave problema de acoso a las mujeres que se sufre en París. Hace unos días hubo un debate muy interesante en el grupo
Españoles en París de Facebook sobre este tema. Hubo todo tipo de comentarios de chicas que tienen que aguantar comentarios desagradables, intentos de ligue más o menos irrespetuosos, intentos de tocamientos y actos de acoso en diferentes niveles. Esto puede pasar en cualquier lugar pero en París es excesivo: yo he vivido en diferentes ciudades y nunca había visto tanto acoso y tantas molestias. A mis amigos franceses les digo que una chica en España puede ir sola por la calle sin que nadie se meta con ella y no se lo creen. Sí, en España también hay babosos que te dicen cosas desagradables por la calle pero no hay ni punto de comparación con el acoso y derribo que se sufre en París. Muchas chicas dieron su punto de vista en el debate y dejaron testimonios sobre lo que sufren en la calle. También algunos chicos participaron expresando su solidaridad con las chicas y las experiencias que habían vivido las mujeres de su familia y, por supuesto, quedaron en evidencia los machistas de siempre que piensan que las mujeres somos incapaces de pensar y tienen que venir ellos a rescatarnos de nuestra propia estupidez y a decirnos lo que tenemos que hacer.
Otro de los inconvenientes de la falta de seguridad en París es, precisamente, aguantar las medidas de seguridad constantes que hay en todos los centros comerciales y lugares públicos. Algunos de los vigilantes se creen que están en una película de acción y que son
Harry el Sucio o algo así y se comportan con chulería y malos modos. Ya he tenido alguna experiencia desagradable pero hay mucha gente que las sufre cada día y bastante peores que la mía. Me parece bien que hagan su trabajo y que guarden todo el celo profesional del que sean capaces pero algunos han visto demasiadas películas y quieren hacerse los héroes o sentirse mejor con ellos mismos avasallando a la gente y ésas, no son formas.
Finalmente, se está produciendo un tipo de acoso muy desagradable, el que ejercen con total impunidad los agentes de seguridad de la RATP, la empresa metropolitana de transportes. Es cierto que los controles de seguridad no los deciden ellos pero la forma de llevarlos a cabo sí es responsabilidad suya. Ha habido días en que me he encontrado hasta cuatro controles de billetes. A veces, los agentes son educados pero otras lo que hacen no puede llamarse más que hostigamiento y abuso de autoridad. El abono de transportes ha subido con la vuelta al cole a pesar de que la red funciona
cada día peor. La frecuencia de los trenes no ha mejorado y cada día hay más incidencias de tipo técnico. Además estos controles de billetes no se producen en la entrada de las estaciones para evitar que la gente pase sin pagar, sino en las salidas lo cual implica que es una mera operación recaudatoria. En vez de gastar tanto dinero en publicidad y controles intempestivos (por ejemplo, uno a las 6 de la mañana de un sábado en un metro en el que hasta el borracho de mi vagón llevaba el billete en regla), la incompetente de Valérie Pécresse, presidenta de la región de Île-de-France y responsable del transporte metropolitano, debería invertir más para mejorar esta situación porque todos, todos, todos los días hay varias incidencias graves. A pesar de todo, los usuarios se comportan con mucha educación y civismo y no se producen altercados ni grandes protestas. Pero la paciencia puede llegar a agotarse si seguimos así.