Empezaré con algo agradable: la exposición que el museo Luxemburgo ha dedicado a Fragonard. Reconozco nada más empezar que ni Frago, como se le llama en los carteles explicativos, ni el rococó me gustan especialmente. Su estilo me parece cursi, lleno de colores pastel y formas redondeadas. Para colmo, la exposición trata el tema del libertinaje y el galanteo por lo que se han seleccionado aquellas obras más picantes, sensales y eróticas. Por momentos, tenía la impresión de que todas las piezas expuestas eran obra de un salido por tanta exhuberancia, erotismo y afectación. La mayor parte de la muestra son cuadros y grabados en los que se ven a hombres y dioses en actitud afectiva y sexual: escenas de juegos campestres, otras inspiradas en las novelas pastorales o en el amor cortés, mitos de la antigüedad... la sensualidad y el amor físico son los protagonistas absolutos de la exposición. Cabe añadir como nota importante que los carteles explicativos son breves, claros y concisos de manera que explican las obras escuetamente sin resultar redundantes. Uno fue especialmente interesante, el relativo a la obra que aparece en el cartel, en el que se trata el tema del asalto y la violación que nada tienen que ver con la galantería y el libertinaje de los que no se deja de hablar en ningún momento. Pero, sin duda, la sección más importante y muy distinta del resto de la exposición es la relativa a la lectura entendida como pasatiempo y como instrumento para distraer la moral. Coincidente en el tiempo con la publicación de La Nueva Eloísa de Rousseau y Las amistades peligrosas de Chordelos de Laclos, Fragonard nos muestra cómo las novelas de intriga galante fueron causa y manifestación de la relajación de las costumbres entre los nobles y la alta burguesía. La generalización de la alfabetización y de la lectura entre las clases pudientes hizo que muchas jóvenes se descarriaran intentando imitar a sus heroínas literarias por lo que resulta extraño que la muestra no haga ninguna mención a la censura, desagradable consecuencia que los vigilantes de la moral desarrollaron para impedir esta sociedad letrada y libertina. A nivel personal, esta exposición no me gustó demasiado y creo que me podría haber evitado los 12 eurazos que cuesta la entrada. Como he dicho, salvo la parte dedicada a la lectura en su obra, la exposición resulta bastante repetitiva y cursilona.
Cartel de la exposición
Por otro lado, me gustaría comentar un asuntillo al que llevo dando vueltas desde hace tiempo. Ya sabemos que el sexo vende pero en los últimos años en París son un montón las exposiciones que versan sobre este tema y sus diferentes aspectos: kamasutra, shungas y las exposiciones para mayores de edad del Orsay sobre sadismo, desnudos y prostitución. Tal vez sea gancho comercial, tal vez sea obsesión de los comisarios y administradores de los museos o tal vez falta de ideas, lo que está claro es que el sexo y sus múltiples facetas son una fuente inagotable de exposiciones pero ¿de verdad no hay nada más? ¿No se pueden tratar más temas o, al menos, no tratar el mismo con tanta asiduidad? ¿Es ésta una mera coincidencia o se han puesto de acuerdo entre ellos? París siempre ha sido el modelo de ciudad libre, avanzada a su tiempo y desprejuiciada respecto al sexo pero ¿es ésa la imagen que quieren dar? ¿la única faceta a destacar? Es que, al final, el resultado parece el contrario: una ciudad pacata que trata el sexo y lo relativo a él como algo escandaloso en lugar de ser algo natural y saludable. Sólo nos queda esperar a la temporada de otoño para ver si la tendencia continúa o remite.
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