Después de mucho esperar, he tenido la oportunidad de ver una ópera en París y ha sido en uno de sus teatros menos conocidos. Ni Bastilla ni Palais Garnier, el elegido fue el Teatro des Champs Elysées, situado en la avenida Montaigne, la vía con mayor concentración de tiendas de lujo de todo París, muy cerca de la torre Eiffel y a diez minutos del Grand Palais. Con una programación variada y de calidad, este teatro tiene una acústica excelente pero unas vistas horribles. Como me enteré tarde de la representación de la ópera
Norma de Bellini, las únicas plazas que quedaban eran en lo que se conoce como
gallinero y, encima, en un lateral.
La verdad es que me pasé toda la representación de pie, sentada en el brazo de la butaca, apoyada en la pared o en el canto del plegatín que me servia de asiento. Una incomodidad. A pesar de todos los esfuerzos, no vi más que un tercio del escenario, con suerte y estirando mucho el cuello. En el zócalo encima de la escena, se proyectaban los diálogos traducidos muy libremente al francés. De lo poco que vi de la escenografía, debo destacar el estilo minimalista, tonos grises y una pared móvil. Los romanos, vestidos con traje, corbata, abrigo de paño y pistola. Los galos, con abrigos raídos y vestidos azules. A muchos amantes de la ópera no les gustan este tipo de ambientaciones modernas pero yo no soy tan intransigente. Sí se pueden presentar las óperas de manera más contemporánea y vistosa siempre que con la puesta en escena no se altere la historia y se respete el trabajo de los cantantes que, en algunas funciones, se ven obligados a hacer acrobacias mientras cantan, dificultando la respiración y la ejecución. Por otro lado, a veces da pena ver representaciones clásicas con vestidos acartonados y pelucas apolilladas. Todo depende del buen gusto y los conocimientos operáticos del director artístico.
Respecto a la parte musical, la
prima donna no defraudó. Maria Agresta, presentada en el programa de mano y en la publicidad como la mejor Norma de la actualidad, cantó perfectamente, emotiva pero serena, como exige el papel, uno de los más difíciles que puede enfrentar una soprano. A nivel interpretativo, no puedo juzgarla porque vi muy poco del escenario. Despertó los aplausos del público después del
Casta Diva y se llevó una gran ovación al final. También estuvo fantástica Adalgisa, Sonia Ganassi, una
mezzo con buenos agudos para encajar en el complejo papel de la aspirante a sacerdotisa. Lo mismo se puede decir del bajo que interpretó a Oroveso, uno de los más aplaudidos de la noche. No tan bien recibido fue el trabajo del tenor que interpretaba a Pollione, que se llevó algunos abucheos al final. No sé por qué exactamente ya que, a mi juicio, estuvo bien siendo reseñable su actuación en el dúo
Va, crudele. Otro de los que saldó la noche con algunas protestas fue el director musical, merecidas claramente, ya que la orquesta ahogaba a ratos las voces de los solistas y hasta del coro. Además algunos de los arreglos fueron discutibles, como el cambio de
forte a
piano y viceversa en la citada cavatina
Casta Diva o la coloratura del dúo
Fino all'ore estreme que resultó algo lenta.
A pesar de todo, grandes aplausos en general y buena parte del teatro puesto en pie. Por desgracia, algunos ya lo estuvimos durante toda la función.
Hall de entrada
Cúpula central de estilo art déco
Imágenes del teatro mientras los espectadores se acomodaban
Aquí estaba yo, de pie y con los brazos estirados. Una vez sentada, ya no veía nada.