martes, 16 de junio de 2015

Klimt y su época

Con tanto trabajo y unos horarios de locos, no tengo tanto tiempo para visitar exposiciones y cuando lo tengo, debo visitarlas de tres en tres de modo que se me acumulan las entradas pendientes. Hace tiempo estuve en la Pinacoteca para ver la muestra dedicada a La Secesión de Viena, un movimiento artístico surgido dentro del modernismo austríaco. El título de la exposición y su cartel es engañoso ya que, aunque aparece el nombre y una obra de Klimt, la exposición no gira en torno a la obra de este pintor sino que está dedicada a la Secesión y sus artistas.

Empieza la muestra con unas salas dedicadas a la época y el lugar, es decir, los últimos años del Imperio Austrohúngaro con retratos de los emperadores, los famosos e idealizados Francisco José y Sissi, mapas del Imperio y otras piezas. En esta zona, es destacable una sala dedicada a obras que representan escenas de la vida cotidiana, todas ellas de pintores como Tina Blan-Lang, Theodor von Hörmann o Josef Engelhart, que tenían algo en común: habían vivido en París y habían recibido la influencia de los pintores de vanguardia parisinos.

Después de ver muebles y objetos decorativos de la época, llegamos a la parte donde se expone el Friso de Beethoven, un fresco alegórico de la obra del músico. Klimt pintó esta obra para la Exposición que en 1.902 los artistas de la Secesión dedicaron al compositor alemán. Fue ésta la primera obra en la que Klimt utilizó los colores dorados, las formas suaves, la sensualidad y la languidez de los personajes, los temos mitológicos y alegóricos y las incrustaciones de piedras y espejos que luego se convirtieron en su sello personal, claramente insirados por las obras de arte bizantinas que el artista había conocido en sus viajes por Venecia y Rávena. El friso tuvo tan gran éxito y fue tan impactante que Klimt recibió muchos encargos para decorar palacios y pintar cuadros en este estilo tan personal. No importan las modas ni los estilos, la llamada época dorada de Klimt está por encima del paso del tiempo, es claramente reconocible y una marca personalísima del pintor.

La palabra Klimt aparece bien grande. Será por eso que mucha gente sale decepcionada de la visita.

En esta exposición, sin embargo, las obras de Klimt son escasas. No se trata de una retrospectiva ni mucho menos. Es más, la mayor parte de las obras de Klimt que podemos contemplar no pertenecen a su etapa dorada sino a sus primeros años de pintura realista. De sus obras más conocidas sólo hay tres: Judith, Salomé y el Friso. Casi son más destacables y representativas del momento las obras de otros artistas como Kokoschka, las esculturas cerámicas de Michael Powolny, los paisajes de Heinrich Kühn y Carl Moll o los retratos de Max Kurzweil o Koloman Moser. Todas esas obras muestran ya un adelanto al expresionismo que surgirá posteriormente.

En conclusión, muchas personas me comentaban que querían ver esta exposición de Klimt pero, como decía al principio, ésta no es una exposición sobre Klimt aunque, por la expectación despertada, lo parece. El que sólo quiera ver Klimt se sentirá muy decepcionado El que desee conocer la época previa a la Primera Guerra Mundial y la evolución de los estilos artísticos que luego supusieron un impulso a las vanguardias existentes. Además, los carteles informativos son demasiado largos y farragosos de manera que no ayudan a la comprensión de la exposición y, como siempre, las visitas guiadas entorpecen la fluidez de la muestra ya que las salas son de pequeño tamaño y se forman tapones en las mismas. Como ya he comentado en alguna ocasión, no se permiten fotos en la Pinacoteca. La exposición finaliza el 21 de junio.


Croquis de la exposición

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