Cuando uno está lejos de casa vive situaciones inesperadas y sale adelante de maneras que no esperaba. Es maravilloso poder contar con gente al lado para compartir las alegrías y las penas, las decepciones, las ilusiones, las emociones, las soledades... Tener un pequeño cabo al que agarrarse cuando uno está perdido, una brújula que guía para seguir adelante, una luz que ilumina por encima de las sombras.
Mis ejemplos. Una mujer divorciada que durante un fin de semana cuida al hijo de tres años que su marido ha tenido con la segunda esposa. Una joven que se enamora perdidamente de un chico al que sólo ha visto en fotos. Una mujer que cruza un océano para que su marido cumpla sus sueños. Una periodista que da clases de español mientras espera el milagro de la vida sin perder la sonrisa. Una preciosidad de ojos verdes que conecta emocionalmente con otra chica a la que no conocía de nada. Una señora japonesa que, a pesar de la experiencia que acumula a lo largo de sus años, se sorprende y se ilusiona como una adolescente. Una publicista brasileña que siempre tiene maravillosos planes para realizar.
Todas ellas son mis chicas. Las chicas que me han hecho ser mejor persona y recuperar la esperanza en el ser humano que parecía haber perdido. Gracias a todas.
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