También se andaban ganando la vida los músicos callejeros, unos con más fortuna que otros. Justo delante de la entrada del Espace Dalí, del que os hablaré más adelante, había dos guitarristas que tocaban muy bien y, mientras yo esperaba a comprar mi entrada, ha llegado la policía y he visto una de las escenas más surrealistas que he vivido desde que estoy en París, muy adecuada teniendo en cuenta el lugar y que el propio Dalí afirmaba "El surrealismo soy yo". Si ya viví una situación extravagante con los bomberos, la de hoy con la policía local no se queda atrás. El coche se ha acercado y el policía que conducía se ha puesto a hablar con los músicos a través del megáfono como si de un coche que obstaculizara el paso se tratara. No contento con su charla con los guitarristas, llena de bromitas en plan "estamos haciendo ronda para ver si los músicos callejeros cantáis bien", el agente se ha dirigido al público dando la bienvenida a París a todos los turistas en varios idiomas y, al verme en la puerta del Espace Dalí, ha empezado a hablar en español. A continuación ha dado media vuelta al coche y se ha marchado, no sin antes arrancar los aplausos de los presentes.
No sé si es la tensión por la alerta terrorista constante o el cansancio de estar siempre vigilando a los carteristas y estafadores varios que hay en el barrio pero parecía como si los agentes de este coche patrulla tuvieran ganas de pasar un buen rato para compensar otros que no lo son tanto.
El coche patrulla que llega
El coche patrulla que se marcha
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