Vestidos Delphos (izquierda) y Eleonora (derecha)
Vestido Delphos que perteneció a Oona Chaplin y a su hija Geraldine
En primer lugar, Fortuny dedicó sus esfuerzos a mejorar las técnicas de estampación de tejidos pero pronto se introduciría en la investigación de los mismos y patentó un género de tela de seda plisado ondulado con el que confeccionaría su pieza más conocida e icónica: el vestido Delphos, la gran estrella de esta muestra y todo un hito en la historia de la moda. Recientemente, esta prenda revolucionaria ha recuperado la fama gracias a la popular novela El tiempo entre costuras de María Dueñas. No es para menos ya que se trata de una túnica inspirada en la ropa de la Grecia clásica, de ahí el nombre, realizada con un trozo de seda plisada, larga, rectangular y ondulada que llega hasta los pies. Se entallaba con un fajín de seda decorada o con una cinta de cuentas de cristal de Murano, las cuales también decoraban las costuras laterales del vestido. Solía tener pocas variantes en cuanto a formas: el escote podía ser redondo o de pico, tener mangas más o menos largas o no llevar mangas en absoluto o estar formado por una sola pieza (vestido) o por dos (túnica y falda) pero había una gran variedad de colorido. Teóricamente se llevaba sin ropa interior ya que se ajustaba al cuerpo como una segunda piel y permitía, y demandaba, una completa libertad de movimientos a la portadora.
Abrigo cruzado de terciopelo y tafetán de seda
Vestido de tafetán de seda con dibujos inspirados en la cerámica cretense: dichos dibujos representan grifos y son los mismos que los del velo Knossos
Abaya (izquierda) y capa (derecha) de terciopelo
Pero no acaban aquí las influencias oriental y medieval: Fortuny coleccionaba todo tipo de tejidos antiguos, así como cerámica y armas de diferentes épocas y lugares. Todos estos objetos magníficos daban alas a su creatividad pero su formación de ingeniero industrial le llevaba a superar los procesos artesanales mediante el desarrollo de técnicas innovadoras para el estampado y bordado de las prendas. También el corte de las mismas se ve marcado por la ropa de lugares exóticos. Así vemos en la exposición túnicas, chilabas, abayas, casacas, capelinas y hasta kimonos creados por Fortuny reinventado formas, colorido y decoración con el buen gusto y la delicadeza que le eran inherentes.
Capa corta con capucha de terciopelo de inspiración persa
Chaqueta de seda roja y dorada, lazos de satén azules y bordados en hilo metálico confeccionada con una falda china del siglo XIX
Todo el
recorrido de la muestra está lleno de piezas únicas y maravillosas como
el pañuelo Knossos en varios colores, una tradicional capa española negra
y dorada, tejidos creados para los almacenes Babani y para la
diseñadora Jeanne Lanvin, a la que este mismo museo ya dedicó una exposición.
El granadino cuidaba hasta el más mínimo detalle en la creación y venta
de sus productos de modo que también podemos encontrar las cajas de
madera en que se enviaba el vestido Delfos, las témperas que Fortuny
patentó y las planchas que empleaba su taller para los estampados.
El vestido Delphos se enrollaba y se enviaba a las clientas en una caja de madera tallada a mano
Vestido Delphos de la actriz Julia Bartet
Además
de la belleza de las prendas, hay que destacar lo bien montada que está
exposición y lo bonito de la decoración que, a ratos, parece que se
trate de una escenografía de teatro. Hay baúles con muestras de tejidos,
pinturas del propio Fortuny, accesorios y complementos, un enorme sofá
tapizado en telas suntuosas para sentarse a escuchar música, objetos
personales y cartas del diseñador, cuadernos del registro mercantil y
una selección de vestidos de modistos posteriores (Valentino, Kenzo,
María Monaci Galenga, entre otros) influidos por el buen hacer de
Fortuny.
Al igual que su padre, Fortuny también pintaba
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