viernes, 16 de octubre de 2015

Esplendor y miseria. Nueva polémica en el Orsay

El precioso y maravilloso Museo Orsay no para de generar polémicas en los últimos años. Algunas son externas. Éste es el caso de la artista que se saltó la seguridad e hizo una performance enseñando la vulva y recitando un poema junto a El origen del mundo de Courbet. Y también el de la ministra de Cultura, que publicó fotos de obras del museo cuando todavía no estaba permitido tomarlas. Pero, en otro casos, es el propio museo el objeto del escándalo. Después de una exposición sobre Degas y el desnudo, otra sobre desnudos masculinos, en plena polémica por la aprobación del matrimonio homosexual, y la dedicada al Marqués de Sade, llamada Atacar el sol y que fue promocionada con imágenes de una presunta orgía, llega ahora una muestra sobre la prostitución en el arte.

Por supuesto, el director del Museo y su equipo han sido cuestionados en varias ocasiones por la repetitiva utilización del sexo como temática de sus exposiciones temporales. Bien como gancho comercial bien por levantar expectación, cada otoño se centran en un aspecto de la sexualidad y la de este año trata uno de sus aspectos más sórdidos: la prostitución.

A diferencia de Atacar el sol, esta exposición está muy bien estructurada y todas sus obras corresponden con el tema a tratar. Además se muestran aspectos menos conocidos del oficio más antiguo del mundo como que muchas artistas (cantantes, actrices y, sobre todo, bailarinas), ocasionalmente, se prosituían o buscaban un protector que las ayudara en su carrera o que las mantuviera económicamente. De hecho, la propia Ópera de París organizaba fiestas y mascaradas para favorecer los encuentros entre artistas y nobles y burgueses que buscaban divertirse. Así encontramos muchos de los cuadros de Degas y Renoir. Muchas otras obras, como algunas de Gervex, nos muestran la elegante vida de las cortesanas, aquellas damas con uno o varios protectores que repartían su tiempo entre fiestas, cuidado personal y la prestación de sus carísimos servicios. También hay aspectos menos glamourosos de una prostitución de menor nivel como los cabarets, el consumo de alcohol, las fiestas locas y las pierreuses o chicas de la calle. Nos encontramos, de esta forma, con obras de Toulouse-Lautrec, Forain o Steinlen.

Las salas de la exposición están decoradas en rojo, granate y similares y algunos espacios más grandes incluso han sido entelados con sedas de brocados rojas y negras y con algunos muebles de la época. En algunas vitrinas, podemos ver objetos de lo más variados como tarjetas de visita de las chicas o de las mesdames, cajas de preservativos, documentos policiales y judiciales, estudios clínicos sobre las enfermedades venéreas, ropas y hasta un látigo. Mención especial merece una cama en dos alturas creada para el entonces príncipe de Gales, después rey Eduardo VII de Inglaterra. Hay otros espacios, reservados a los mayores de edad, donde se proyectan películas y se exhiben fotografías pornográficas de la primera década del siglo XX, todas ellas muy naïves ahora, pero escandalosas entonces.

También podemos contemplar obras que nos muestran la vida dentro de las casas de citas: desde la rutina de higiene de las chicas hasta cómo se desarrollaban las visitas de los clientes. Otras obras nos muestran la vida de estas mujeres en la cárcel ya que, no lo olvidemos, la prostitución era un delito y algunas acababan el prisión.  Y, para finalizar, una gran sorpresa final: unas obras más allá de la fecha señalada por la exposición (1.910) realizadas por Picasso y algunos expresionistas escandinavos. Podría decir que fueron éstos mis cuadros favoritos de todo el recorrido, por supuesto, sin desmerecer ninguna de las grandes obras allí expuestas, muchas de ellas pertenecientes a los fondos del propio Orsay y otras llegadas desde colecciones privadas, mayoritariamente.

No se permiten las fotografías pero yo tengo en mis archivos algunas fotos de obras del Orsay y que forman parte de esta Esplendor y miserias, la cual recomiendo absolutamente aunque, al igual que la mayoría de temporales del museo, no son para todos los públicos ni para todos los estómagos.

 
 Cartel de la exposición

 La espera de Jean Béraud

 Olympia de Édouard Manet




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