Hoy termina esta pequeña pero intensa exposición que el Museo Quai Branly ha dedicado al encuentro de dos grandes personalidades: el rey inca Atahualpa y el conquistador español Francisco Pizarro. Esta
muestra ha levantado mucha expectación, sobre todo, porque estaba incluída dentro de la entrada general del museo y el encuentro entre dos civilizaciones tan distintas no es un tema recurrente. Tampoco es habitual el tratamiento que se da de la historia en sí: lejos de lastimeros tópicos de europeos malvados y explotadores e indígenas inocentes, se nos explica en varias ocasiones que el Imperio Inca se encontraba en plena guerra civil por la sucesión al trono y que Atahualpa y su fallecido padre consiguieron aumentar el territorio hacia el norte, actual Ecuador, intentando acabar con los pueblos que allí vivían. Después se repite varias veces la historia de intrigas entre los españoles, incluídos los asesinatos del propio Pizarro y de su rival en la conquista, Diego de Almagro, con grandes dosis de dramatismo, como si de un folletín se tratara. Para acabar, se hace hincapié en la división territorial del Imperio Inca y la posterior administración de las nuevas tierras por parte de la Corona española, con especial importancia en el papel de las ciudades como Cuzco, la antigua capital inca, y la recién fundada Lima.
Aunque las explicaciones eran demasido extensas y repetitivas, la exposición valía la pena pero, por desgracia, no ha sido una de las más exitosas del Quai Branly.
Retrato de Atahualpa
Objetos cerámicos de la exposición
Como detalle, puedo añadir que el Branly se ha unido a la moda de los folletos de tamaño extragrande. De hecho, ha ido mucho más allá a nivel artístico ya que el dossier es un pequeño cómic de la historia del encuentro entre Atahualpa y Pizarro, desde los últimos momentos del rey Huáscar, el padre de Atahualpa, hasta el asesinato de Pizarro por parte de los almagristas.
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