Otra vez Francia se ha visto golpeada por un atentado terrorista y, ésta vez, ha coincidido en el tiempo con otros atentados, uno en Túnez y otro en Kuwait. Como viene siendo habitual, cada vez que aumentan las expectativas de sufrir un atentado o éste se produce, el ejército y la policía toman las calles. Además, la vigilancia en centros comerciales y lugares de grandes aglomeraciones es mucho más exhaustiva de manera que todo se complica y ralentiza. Por si no fuera suficiente, la gente tiene miedo. Creo que la peor de las consecuencias que tiene el terrorismo es ésa: causar miedo, alterar el estado de ánimo para dejar de hacer la vida normal y trastocar la rutina con el consiguiente estrés para todos. Un amigo estaba estudiando en la
Biblioteca François Mitterrand y se ha marchado a casa, una compañera de trabajo quería aprovechar las
rebajas para hacer unas compras y lo ha pospuesto, otra amiga pensaba visitar
Vincennes este fin de semana pero se ha buscado un plan alternativo porque el recinto donde está el castillo pertenece al Ministerio de Defensa y, en él, se ubican instalaciones militares.
Hay que continuar con el trabajo, con el ocio, con los estudios, con los planes que tengamos aunque resulte difícil. Esas serán nuestras pequeñas victorias contra el terrorismo.
Furgones policiales desplegándose por la plaza de la Bastilla
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